Un día se le escapó a su padre, pues quería hacer el camino de Santiago.
Redacción (09/10/2021 17:24, Gaudium Press) Hoy celebramos la vida y apostolado de San Luis Beltrán, dominico evangelizador en Colombia, taumaturgo, místico.
Al padre se le aparecen dos santos
Nace en Valencia, España, en 1526, de familia bastante rica, y muy religiosa. Por ejemplo, cuando murió la primera esposa de su padre, este quiso hacerse monje. Sin embargo al momento de llegar al monasterio de Porta Coeli, tuvo una aparición que reconduciría su vida: San Vicente Ferrer y San Bruno le dijeron que debía regresar, que tenía que cumplir una misión en el mundo. Y vemos que entre otras, era la de engendrar a un hijo santo, no poca cosa.
Se casó luego con Juana Angela Eixarch, de familia también rica, con quien tuvo como primogénito a Luis, bautizado pronto en la misma pila bautismal donde 175 años antes había sido bautizado aquel que llamaban el Ángel del Apocalipsis, el gran San Vicente Ferrer, el que se había aparecido a su padre. Su inclinación a la piedad se mostró desde muy joven.
Se escapa hacia una aventura pía
Un día siguiendo el ejemplo de algunos santos cuyas vidas había leído, el joven Luis cogió dinero prestado y se aprontó a hacer el camino de Santiago. A su padre entonces escribió: “Tengo por muy cierto el enojo que Vuestra Merced y la señora han recibido con la resolución que he tomado. Mas ciertamente no lo debían recibir, pensando que esta es la voluntad de Dios…”.
Pero el criado de su padre lo encontró, cerca de Buñol, junto a una fuente y tuvo que regresar.
Sin embargo, cumplidos los 20 años, entra a la Orden dominica. Fue ordenado por otro santo, Santo Tomás de Villanueva y luego es enviado a Colombia, al otro lado del charco. Su apostolado lo hizo en una región infestada de alimañas, mosquitos, indígenas no muy pacíficos, pero su energía sobrenatural fue venciendo. Él mismo calcula que él solo bautizó más de 15.000 indios.
Antes de viajar a América, Santa Teresa le preguntó si debía fundar un convento en Valencia, y el santo ya mostrando dones proféticos, después de algunos días de oración le respondió: “El asunto sobre el cual me pide información es tan importante que me dediqué por varios días a pedirle a Nuestro Señor que me iluminara lo que le debía responder. Ahora le digo que sí, que lo debe fundar. Y le añado una noticia más: su comunidad va a ser tan ayudada por Dios, que dentro de cincuenta años será una de las más importantes en la Iglesia Católica”.
Comienzan los milagros en su misión
Cuando predicaba en tierras latinoamericanas ocurrió algo extraño: los indios le entendían en su lengua nativa. Otro milagro, de los muchos que operó en vida.
Por ejemplo se le aparecían almas del purgatorio. Tras ser ordenado, su padre, muerto ocho años antes, se le apareció pidiendo sus oraciones. Un hermano en religión le pidió que rezara una misa en su intención pidiendo ser liberado de las llamas del castigo temporal. También le pedía perdón por haberlo ofendido en una ocasión.
En varias ocasiones, indios renuentes se propusieron matarlo, sin conseguirlo. Pero también algunos españoles a quienes había reprendido por sus malos tratos a los indígenas. Una vez estos le ofrecieron un vaso con líquido envenenado; el santo bendijo la bebida y el vaso estalló, enseñándoles a los asesinos que no ‘jugaran’ con el enviado de Dios. A los mosquitos los consideraba sus amigos, para obtener sacrificios, con los cuales convertir a indios y pecadores. Les decía, con el torso desnudo: “Hermanitos, ya comieron lo suficiente. Ahora déjenle el puesto a sus compañeros, que también quieren comer”.
¿Cuál era su secreto en esas predicaciones que conmovían los corazones? Él mismo lo cuenta: “Yo predico en estilo que todos lo entiendan. Y como Dios dijo a Isaías: Stilo hominis. Quiere decir en buen romance claro, que lo entienda todo el mundo. Esto es: estilo llano. Ningún cronista ha guardado tan bien las reglas de los historiadores como los sagrados evangelistas. ¡Qué cortos en contar las grandezas y hazañas de Cristo! ¡Qué sin elocuencia! ¡Qué sin afectos! ¡Qué sin retóricas! Para que resplandezca la verdad, sin color ni afeite, sin ayuda de elocuencia y saber humano”.
Regresa a España en 1569, para formar a próximos misioneros.
Muere el 9 de octubre de 1581. fue canonizado por Clemente X en 1671,
Con información de EWTN y de la reseña del P. Angel Amo en Catholic.net
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