En el Ángelus dominical meditó sobre el evangelio del joven rico que no siguió a Jesús.
Redacción (11/10/2021 10:20, Gaudium Press) Ayer en el Ángelus, el Papa meditó en la lectura evangélica del día, que narra la historia del joven rico, un muchacho que era bueno, que fue mirado “con cariño” por el Señor, que fue llamado por Jesús a dejar todo y seguirlo, y que tristemente no cumplió su vocación.
Era el joven rico alguien que buscaba algo más que la mera práctica religiosa que tenía, y que creía que podía encontrar ese algo más en Cristo, a quien acudió “corriendo” y junto a Él se arrodilló. Pero no se entregó a la voz y al consejo del Redentor, confiaba demasiado en sí, y por eso “frunció el ceño y se marchó pesaroso”. (Cfr. Mc 10, 17-30)
Comentando ciertas particularidades del lenguaje del joven rico, Francisco advirtió que su discurso revelaba características de “una relación comercial con Dios, un do ut des”. Sin embargo la fe no entra en términos de relaciones comerciales, sino que ante todo “es un don” es “una mirada de amor [de Dios] que ha de ser acogida”.
“La vida cristiana resulta hermosa, si no se basa en nuestras capacidades y nuestros proyectos, sino en la mirada de Dios”, indicó el Papa. Y cuando queramos restaurar una fe que muestre signos de cansancio, el Papa indicó buscar “la mirada de Dios: ponte en adoración, déjate perdonar en la Confesión, párate ante el Crucifijo”.
Al joven rico, Jesus le pidió una entrega total. “Cuántas veces nos conformamos con los deberes —los preceptos y alguna oración—, mientras Dios, que nos da la vida, ¡nos pide impulsos de vida!”.
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