miércoles, 27 de noviembre de 2024
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San Leandro de Sevilla, hermano de tres santos, preservó de la herejía a los hijos del rey

Por haber educado en la fe católica a los hijos de Leovigildo, San Leandro tuvo que huir. Pero después consolidó la fe.

San Leandro

Redacción (13/11/2021 17:06, Gaudium Press) San Leandro de Sevilla, uno de los santos que la Iglesia celebra hoy, se dice “de Sevilla” porque fue obispo de esa ciudad, no porque allí haya nacido, que lo hizo en Cartagena, la de España no de Indias, alrededor del año 535. Sin embargo, pronto la familia emigró a Sevilla.

Era de una familia más que noble, pues refulgía de nobleza espiritual: Sus tres hermanos también están en el Santoral, Isidoro, Fulgencio y Florentina.

San Leandro entró de monje, luego es nombrado metropolitano de Sevilla, y entonces funda una escuela de artes y ciencias, que tenía sobre todo la intención de difundir la buena doctrina en un ambiente contaminado por el arrianismo.

Entre sus alumnos estaban los hijos del rey, Hermenegildo y Recaredo, a quienes pudo preservar de la herejía arriana, educándolos en el catolicismo. Pero resultó San Leandro por ello y en parte ‘culpable’ de una santa guerra, entre Hermenegildo y su padre… y como efecto colateral, San Leandro tuvo que huir de la persecución del rey Leovigildo.

El odio de Leovigildo hacia Hermenegildo concluyó cuando simplemente lo mandó ajusticiar. Pero como ocurría a veces con los bárbaros, el rey Leovigildo se llenó después de remordimiento, pues tenía un hijo mártir que él mismo había hecho mártir.

Al final, fue rey Recaredo, también educado por San Leandro, que terminó abrazando la fe católica, rechazando el arrianismo, y favoreciendo fuertemente el catolicismo en su reino. Todo por un educador santo. La abjuración de Recaredo de la herejía arriana ocurrió en el III Concilio de Toledo que había convocado San Leandro.

San Leandro no solo era eximio en sus deberes de la fe, sino también como consejero-estadista. Sin embargo, primaba su vida espiritual, su oración, su predicación, sus penitencias y ayunos. También escribió tratados teológicos.

Tras su muerte, lo sucede en el obispado de Sevilla, su hermano, el gran Isidoro.

Con información de Aciprensa y Catholic.net

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