Francisco realizó su cuarta audiencia general sobre San José.
Redacción (15/12/2021 10:13, Gaudium Press) En la audiencia general de hoy, la cuarta dedicada a San José, el Papa se focalizó en la actitud discreta y a la vez laboriosa del padre putativo del Señor.
“Aprendamos de él a unir el silencio con la acción”, invitó el Pontífice en la catequesis impartida en el aula Pablo VI. Tituló a San José como el “hombre del silencio”.
De hecho, justifica Francisco la discreción de los evangelios con la persona de San José, porque, de acuerdo a San Agustín, se quería “dejar espacio a la Presencia del Verbo hecho carne, a Jesús”.
El silencio del Patriarca es “lleno de escucha, un silencio laborioso, un silencio que pone de manifiesto su gran interioridad”.
El silencio a veces asusta
“Qué bonito sería si cada uno de nosotros, en el ejemplo de San José, lograra recuperar esta dimensión contemplativa de la vida abierta de par en par precisamente por el silencio. Pero todos nosotros sabemos por experiencia que no es fácil: el silencio nos asusta un poco, porque nos pide entrar dentro de nosotros mismos y encontrar la parte más verdadera de nosotros”, dijo el Papa.
Es en los espacios de silencio donde emerge otra Palabra, la del Espíritu Santo:
“No es fácil reconocer esta Voz, que muy a menudo se confunde junto a los miles de voces de preocupaciones, tentaciones, deseos, esperanzas que habitan en nosotros; pero sin este entrenamiento que viene precisamente de la práctica del silencio, puede enfermarse también nuestra habla”, afirmó.
Una palabra que no está alimentada por la escucha de Dios en la meditación, “se puede convertir en un arma peligrosa. De hecho, nuestras palabras se pueden convertir en adulación, vanagloria, mentira, maledicencia, calumnia. Es un dato de experiencia que, como nos recuerda el Libro del Eclesiástico, ‘muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua’”.
Recordó el Pontífice las palabras del Apóstol Santiago en su Carta: “Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. […] también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. […] Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hecho a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición”.
De un buen cultivo del silencio en nuestras vidas, se ocasionará que el Espíritu Santo sane también la lengua, y las elecciones que hacemos. A ejemplo de San José, que “ha unido la acción al silencio. Él no ha hablado, pero ha hecho, y nos ha mostrado así lo que un día Jesús dijo a sus discípulos: ‘No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial’”.
Con información de Vatican News
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