martes, 26 de noviembre de 2024
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San Máximo obispo de Jerusalén, primero hecho tuerto y cojo, luego gran confesor

Un día, engañado por arrianos participó de una condena al gran San Atanasio. Luego reparó con creces la falta.

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Redacción (05/05/2022 08:20, Gaudium Press) Hoy la Iglesia conmemora, entre otros santos, a San Máximo, obispo de Jerusalén.

Máximo, cuyo nombre original era Maximionas, fue condenado por el César Maximino Daya a trabajos forzados en una mina, no sin antes haberle arrancado un ojo y quemado uno de sus pies con hierros candentes. Así vivió tuerto y cojo hasta el fin de sus días.

Pero Máximo pudo escapar de donde lo tenían recluido.

Tiempo después un obispo santo, San Macario de Jerusalén, lo hace obispo de una sede que estaba ocupada por un arriano, aquellos que negaban la divinidad de Jesucristo. Y como no podía ejercer su ministerio ahí, en Dióspolis, San Macario lo hace su coadjutor, con derecho a sucesión, que se torna efectiva en el 334.

Engañado por los arrianos firmó una condena al gran San Atanasio de Alejandría. Pero después se dio cuenta del engaño y pidió perdón.

Participó en la dedicación del Santuario del Santo Sepulcro. Inicia la construcción de la basílica del Monte Sion.

En el 341 no participa del concilio pro arriano de Antioquía, y cuando San Atanasio pasa por Palestina en el 346 lo recibe con todas las honras.

Muere como confesor, en el año de 350.

Con información de El Pan de los Pobres

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