El Papa relacionó la santidad con el evangelio del día, que habla del amor de Dios y el amor a los demás.
Redacción (16/05/2022 11:36, Gaudium Press) Ayer, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco presidió la ceremonia de canonización de 10 nuevos santos de la Iglesia Católica.
Son ellos: Titus Brandsma, Lázaro conocido como Devasahayam, César de Bus, Luigi Maria Palazzolo, Justin Maria Russolillo, Carlos de Foucauld, Marie Rivier, María Francisca de Jesús Rubatto, Maria di Gesù Santocanale y Maria Domenica Mantovani. De cada uno de ellos el Cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ofreció una breve biografía en la ceremonia.
“Amar significa servir y dar la vida –expresó ya el Pontífice en su homilía–; servir es no anteponer los propios intereses, desintoxicarse de los venenos de la avidez y la competición, combatir el cáncer de la indiferencia y la carcoma de la autorreferencialidad… Dar la vida, es salir del egoísmo para hacer de la existencia un don. El Señor tiene un proyecto de amor para cada uno de nosotros, cada uno tiene que seguir ese camino de santidad”.
Dos elementos esenciales
También en la homilía, y comentando la lectura del día, en la que Cristo estipula que “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros” (Jn 13,34)”, dijo Francisco que ese era el testamento dejado por Cristo: “Consideremos dos elementos esenciales de este mandamiento: el amor de Jesús por nosotros —así como yo los he amado— y el amor que Él nos pide que vivamos —ámense los unos a los otros”.
Jesús nos ha amado “hasta el extremo, hasta la entrega total de sí. Impacta ver que pronuncia estas palabras en una noche sombría, mientras el clima que se respira en el cenáculo está cargado de emoción y preocupación”, antes de la Pasión. Pero es precisamente “en las tinieblas y en las tempestades de la vida” que se debe retener “lo esencial”, que “es que Dios nos ama”.
Santidad es dejar obrar ese amor de Dios en nosotros, y traducir ese amor en “la vida de todos los días”, pues la santidad está sobre todo hecha “de mucho amor cotidiano”.
“El amor que recibimos del Señor es la fuerza que transforma nuestra vida, nos ensancha el corazón y nos predispone para amar. Por eso Jesús dice —y he aquí el segundo aspecto— «así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros»”, recalcó Francisco. A ejemplo de Cristo, santidad es darse uno mismo, es salir del egoísmo para hacer de la existencia un don, atentos a las necesidades de quienes caminan a nuestro lado, indicó.
Afirmó el Papa que los nuevos canonizados, como todos los santos, se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación – de sacerdote, de consagrada, de laico. Ellos dejaron realizar en sus vida el proyecto de amor que Dios tiene para cada uno, el sueño de Dios para nuestras vidas, concluyó el Pontífice.
Con información de Vatican News
Deje su Comentario