viernes, 27 de diciembre de 2024
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El Chipote: el centro de tortura donde la dictadura nicaragüense mantiene a sacerdotes

El Nuevo Chipote, o simplemente El Chipote, abrió en febrero de 2019 para reemplazar la antigua prisión del mismo nombre. Pronto se conoció como una prisión de tortura, donde la dictadura nicaragüense ahora tiene recluidos a varios sacerdotes católicos secuestrados por la policía orteguista.

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Redacción (25/08/2022 14:09, Gaudium Press) Los sacerdotes actualmente en esta prisión son el Padre Oscar Benavidez de la Diócesis de Siuna; y los Padres Ramiro Tijerino, José Luis Díaz, Sadiel Eugarrios y Raúl González, todos de la Diócesis de Matagalpa. Allí también fueron llevados los seminaristas Darvin Leyva y Melquín Sequeira y el camarógrafo Sergio Cárdenas.

Excepto el P. Benavidez, todos los demás fueron detenidos la madrugada del 19 de agosto en la cancillería de Matagalpa; al mismo tiempo, policías al servicio de la dictadura del presidente Daniel Ortega también secuestraron al obispo Rolando Álvarez, quien ahora se encuentra bajo arresto domiciliario en Managüa, la capital.

Según Nicaragua Investiga, la dictadura de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, probablemente gastaron alrededor de 183 millones de córdobas en la construcción de la nueva prisión, aproximadamente US$ 5 millones.

El sitio web señala que si bien se sabe que en El Chipote se practican torturas, esto se hizo más evidente en mayo de 2021 cuando la dictadura lanzó una nueva ola de detenciones de opositores, incluidos candidatos presidenciales.

El diario argentino La Nación señala que “El Chipote se ha convertido en el calabozo más oscuro de la pareja presidencial, pero también en un pilar de la represión”, donde los guardias impiden que los reclusos hablen entre sí.

No pueden hablar, luces encendidas o apagadas las 24 horas

Ana Chamorro de Holmann, una madre de 94 años, dijo que cuando visitó a su hijo Juan Lorenzo Holmann, gerente general del diario La Prensa, los guardias prácticamente la desnudaron antes de permitirle verlo.

Juan Lorenzo estuvo al borde de la ceguera y tenía problemas cardíacos.

La Nación también dice que para algunos presos las luces se mantienen encendidas las 24 horas mientras que otros siempre están a oscuras; no pueden ver a sus familiares o abogados.

El diario argentino informa que “los presuntos delitos que se les imputan —traición a la patria, lavado de dinero, ciberdelitos— están relacionados con leyes hechas a la medida por la Asamblea Nacional, que respalda a Ortega para criminalizar a la oposición”.

Tras escuchar a algunos familiares de los presos políticos recluidos allí, la presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, Vilma Núñez, dijo que El Chipote debería llamarse “centro de tortura”.

A su juicio, dentro de El Chipote hay un ambiente macabro “para que los presos se derrumben y los que estamos afuera, compañeros y familiares, nos derrumbemos”.

Un sobreviviente del infierno

Un policía nicaragüense que desertó junto a otros compañeros tras la represión de las manifestaciones de 2018 por parte de la dictadura contó a La Voz de América cómo fue su paso por el penal de tortura.

El ex oficial dijo que trajo a mucha gente a la prisión de allí, y él sabía sobre eso, “pero nunca pensé en pasar por eso personalmente. Es un infierno total porque sabes que te encuentras con gente transformada en monstruos, gente que no tiene corazón y saber que en ese lugar no tienes como respirar, te falta aire, te falta sol, te falta todo lo que necesitas como ser humano.”

En el Exilio en Costa Rica, usando el seudónimo de Carlos por razones de seguridad, el ex policía describió algunas de las torturas que sufrió.

“No podía dormir con mi cuerpo completamente torturado: me sacaron dientes, me arrancaron partes de las uñas de los pies, descargas eléctricas, me quitaron la vida de una manera que no esperaba”, recordó.

En medio del sufrimiento, él también pensó en suicidarse

“En esa prisión metieron a tres de nuestros compañeros, porque no solo me capturaron a mí, capturaron a nueve compañeros que desertaron”, dijo.

“Al séptimo día tuve la oportunidad de quitarme la vida, pero no encontraba con qué ni cómo, porque estaba en un lugar inadecuado, vi morir a dos de mis compañeros de trabajo en mis brazos, ensangrentados, violados”, dijo Carlos, sollozando.

Ante la tortura y el dolor, solo Dios lo mantuvo en pie.

“Debido a la tortura que sufrí, sentí que mi cuerpo ya no tenía vida. Simplemente pensé en mi familia en esos momentos y en entregar mi vida a Dios, que era lo que tenía que hacer. Tuve que decirle a Dios, aquí estoy, dame la fuerza a tal punto que pueda soportarlo”, relató. (Gaudium Press / Raju Hasmuj) Con información de CNA.

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