Es por boca de San Lucas que la revelación habló más de la Madre de Dios.
Redacción (18/10/2022 08:04, Gaudium Press) San Lucas evangelista, compañero de viaje de San Pablo y uno de los santos que la Iglesia celebra hoy, es autor de dos libros de las Sagradas Escrituras: el del Evangelio que lleva su nombre, y también el del que resume la historia de la Iglesia primitiva, de la cual él fue uno de los protagonistas, los espectaculares Hechos de los Apóstoles. Estas dos obras del evangelista terminan siendo dos partes de un mismo libro, y son fruto de lo que hoy se llamaría una ‘profunda investigación’, pues él no fue testigo de todo lo que ahí se narra, por lo que tuvo que indagar.
A este fiel compañero de los viajes de San Pablo, el Apóstol de las Gentes lo llama “Lucas, el médico muy amado”, por lo que conocemos que también tenía como profesión curar los cuerpos. Acompañó San Lucas al gran Apóstol hasta su última jornada en Roma, y todo indica que estuvo cerca a él en los dos años que duró la prisión de San Pablo en la Ciudad Eterna, hasta su decapitación en Tre Fontane.
El estilo de escritura de San Lucas es muy agradable y es singular, si se compara con el de los otros libros del Nuevo Testamento. Esto debe tener bastante relación con su origen, pues es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita sino griego, y fue en griego que escribió el tercer evangelio.
Normalmente se sitúa su nacimiento en Antioquía, aunque algunos creen hoy que su origen era macedonio, es decir, ‘más’ griego aún. En cualquier caso, en sus escritos aparece una cultura que era muy propia de griegos cultos.
San Lucas, el cantor de la Virgen
Se considera que San Lucas conoció personalmente a la Madre de Dios, y que de Ella escuchó detalles que solo él describe en su Evangelio, como la aparición del mismo arcángel Gabriel a Zacarías, padre de Juan el Bautista y la revelación de que de su mujer Isabel nacería el Precursor; todos los detalles de la anunciación a la Virgen y la encarnación del Verbo; la visita de Nuestra Señora a su prima Isabel cuando esta, anciana, ya se encontraba en avanzado estado de embarazo; el encuentro de las dos primas en Ain Karem, y el anuncio de fe que hizo Isabel cuando encuentra a la Virgen ya encinta del Salvador, y luego la sublime respuesta de Nuestra Señora con su Magnificat.
Se conoce por el evangelio de San Lucas el viaje de la Sagrada Familia de Nazaret a Belén, el nacimiento del Mesías en una pesebrera, la alegría de los ángeles y los pastores; la circuncisión del Señor; la presentación del Señor en el templo y su encuentro con Ana y el profeta Simeón; la pérdida y hallazgo del Niño Dios, cuando este a los 12 años discutía con los doctores de la ley. Algunos como el historiador Padre Rohrbacher llegan a decir que parecería que es la propia Virgen la que habla por boca de San Lucas todos estos hechos. Se afirma también que su Evangelio muestra de forma sensible el infinito amor de Jesús por los pecadores, su amabilidad, su afecto por los pobres, por las mujeres.
Pero qué sería de la historiografía cristiana si no existiesen los Hechos de los Apóstoles. Y no solo de la historiografía sino del dogma y toda la doctrina. Miremos el resumen que hace de este maravilloso libro el P. Rohrbacher:
Los Hechos de los Apóstoles, iniciados por San Lucas con la Ascensión de Jesucristo, nos muestran a los discípulos y a los apóstoles reunidos en el cenáculo, con María, Madre de Jesús; San Pedro haciendo, por primera vez, uso de su autoridad de Vicario de Jesucristo y de Jefe de la Iglesia, en la elección de un nuevo apóstol para sustituir a Judas, el traidor; el Espíritu Santo bajando sobre los Apóstoles y los discípulos el día de Pentecostés; San Pedro convirtiendo a tres mil almas con una sola prédica, curando a un paralítico de nacimiento, y convirtiendo a cinco mil almas; Pedro y Juan encarcelados; su perseverancia; una nueva efusión del Espíritu Santo; la vida edificante de los primeros cristianos; Bernabé vende su campo y da el dinero a los pobres; el castigo de Ananías y Safira por haber mentido a San Pedro; curas operadas por los Apóstoles y la popularidad de los mismos Apóstoles; la prisión y consiguiente liberación de los Apóstoles por un ángel; el discurso de Gamaliel en el sanedrín; los Apóstoles azotados con varas; la elección de siete diáconos; el celo y poder de Esteban, y su martirio; la persecución de los fieles; el diácono Felipe en Samaria; Simón el mago; el eunuco de la Reina Candace bautizado por Felipe; la conversión de San Pablo; la paz en la Iglesia; Pedro cura al paralítico Eneas, resucita a la viuda Tabita y bautiza al centurión Cornelio, primicias de los gentiles; el martirio de Santiago; Pedro libertado de la prisión por un ángel; el primer Concilio de Jerusalén, presidido por San Pedro. En la continuación de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas habla casi solamente de San Pablo, de quien fue compañero inseparable, y termina el libro con la prisión de ese Apóstol, en Roma. (Padre Rohrbacher, Vida de los Santos, volumen XVIII, pp. 300 a 306).
Tradiciones afirman que el Evangelista murió evangelizando provincias romanas en Grecia, como Macedonia o Acaya, y que habría muerto exactamente en Patras, en la provincia romana de Acaya; también hay tradiciones de que habría sido martirizado junto a San Andrés Apóstol.
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