San Pedro de Alcántara, era hijo de gobernador. Pero después de estudiar en Salamanca, se fue a la orden franciscana.
Redacción (19/10/2022 07:59, Gaudium Press) En días recientes conmemorábamos a la gran Santa Teresa, primera doctora de la Iglesia. Hoy celebramos a uno de sus mayores apoyos, el asceta San Pedro de Alcántara.
A San Pedro de Alcántara se le apellida así por haber nacido en esta población española en 1499. Este hombre al que Santa Teresa una vez, mirando las huellas que la penitencia hacía en su cuerpo, dijo que era un hombre como que conformado de raíces de árboles, tuvo un padre que era gobernador de la región. Su madre también era de noble cuna y de profunda impronta católica. En un hogar cristiano, pues, se crió Pedro.
Estudió en la ya prestigiosa Salamanca, pero al finalizar los estudios se hizo franciscano, a los 16 años, pues le atraía la austeridad de esta comunidad.
Hortelano y cocinero. Provincial y fundador
Fue famoso por la forma como hacía penitencia, particularmente el ayuno y la vigilia nocturna, momentos en los que se dedicaba a la oración.
Cuando era novicio, fue portero, hortelano, barrendero y cocinero. En la cocina sufría no pocas reprimendas por lo distraído. Al parecer en él si se daba el cliché del místico un tanto distraído con ciertas cosas aquí de esta Tierra. También fue provincial de provincias franciscanas, y fue Comisario General de los Franciscanos Reformados, o de “estricta observancia”, grupo fundado por él que ponía especial empeño en la oración y la mortificación.
Se destacaba en la predicación: muchos se movieron al arrepentimiento al escuchar sus palabras. A veces no era necesario para ello sino la simple presencia del Santo, que era impactante. Pero este hombre tan austero y muy penitente consigo mismo, era también amable con el pecador.
“Cuando yo lo conocí ya era muy viejo y su cuerpo estaba tan flaco que parecía más bien hecho de raíces y de cortezas de árbol, que de carne. Era un hombre muy amable, pero sólo hablaba cuando le preguntaban algo. Respondía con pocas palabras, pero valía la pena oírlo, porque lo que decía hacía mucho bien”, expresa Santa Teresa.
Aún vivía la Santa carmelita en el monasterio de la Encarnación de Ávila, cuando comenzó a tener experiencias místicas que sus directores espirituales consideraban obra del demonio. Pero tuvo Teresa una entrevista con San Pedro, y él, que ya había recorrido el camino místico, pudo bien ayudarla.
Fue San Pedro de Alcántara, el que arrancó del obispo Don Álvaro de Mendoza la autorización para la fundación del primer monasterio de reformados de Santa Teresa, el convento de San José, después de insistirle. Usó de su influencia a lo largo de su vida para allanar los caminos de Santa Teresa.
Fenómenos místicos
“La resistencia de su organismo era milagrosa, toda su vida era un verdadero milagro; caminaba sobre las aguas, leía los secretos de los corazones, salvaba las distancias con la velocidad del rayo, plantaba su bastón en el suelo y se transformaba en una higuera. Como él cumplía la voluntad Dios, los elementos obedecían la suya”, dice Jesús Martí Ballester.
Fue amigo de santos, y consejero de grandes. El rey de portugal Juan III lo llamó a su corte cuando oyó hablar de él. Fray Luis de Granada fue su amigo, y también San Francisco de Borja, Duque de Gandía y general jesuita. Carlos V ya retirado en Yuste quiso que fuera su confesor, pero el santo no aceptó.
Un día Santa Teresa le anunció que pronto iba a morir, pero él siguió haciendo sus penitencias, llevando su vida, y visitando conventos como Comisario general de los Reformados. La muerte le llegó en Arenas, provincia de Ávila, muerte humilde, rodeado solo de sus hermanos de vocación.
Después de muerto se le aparece a Santa Teresa de Jesús y le dice: “Felices sufrimientos y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan grandes premios en el cielo”.
Santa Teresa escribió: “Lo he visto varias veces en la gloria y me ha conseguido enormes favores de Dios”.
Con información de Catholic.net y EWTN
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