Fue hecho obispo de Jerusalén siendo ya anciano, de 80 años. Pero reveló en su gobierno una energía juvenil.
Redacción (29/10/2022 10:24, Gaudium Press) San Narciso, obispo de Jerusalén, uno de los santos que conmemoramos hoy, nace a finales del S. I en esa misma ciudad, y es probable que haya tenido como maestros a algunos discípulos del propio Jesucristo.
Fue elegido obispo cuando ya tenía bastante edad, probablemente a los 80 años, alrededor del año 180 d. C. Murió bastante anciano, probablemente de 116 años.
Las gentes de su tiempo ya hablaban de los milagros que hacía el santo, como cuando faltó aceite para las lámparas en la víspera de una pascua. El Obispo pidió que le trajeran agua, oró, y luego determinó que la pusiesen en las lámparas: se había transformado en aceite.
Su vida impoluta, la exigencia que él hacía de que se respetara la disciplina y la moral cristiana, fue demasiado para tres de su clérigos. Estos se reunieron, maquinaron que inventarían calumnias contra el obispo y así desarrollaron su malvado plan; no se sabe el contenido de esas mentiras esparcidas por estos tres hijos espirituales de judas.
El Santo obispo los perdona de corazón, pero se va a un lugar desconocido, donde permanece ocho años, lo que constituye un castigo para la grey que no tiene a su alcance al buen pastor.
Pero entonces, uno de los calumniadores se arrepiente, confiesa el pecado y la mentira y entonces regresa San Narciso del destierro que se había autoimpuesto. En el último periodo de su vida le colabora Alejandro, obispo de Flaviada en Capadocia, que le sucede al frente del gobierno de la Iglesia de Jerusalén.
Aunque asumió su sede ya siendo viejo, sus energías eran las de un joven. Presidió en el año 195 el concilio de Cesarea; en este concilio se decidió que se unificaría con Roma el día de la celebración de la Pascua del Señor, y que esta se celebraría cada domingo.
Con información de Catholic.net y Aciprensa
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