Había sido escogido como Arzobispo de Toledo, pero fue martirizado antes de ser hecho obispo.
Redacción (09/01/2023 09:18, Gaudium Press) San Eulogio de Córdoba tal vez fue la mayor gloria de la Iglesia en España en el S. IX.
Vivía en Córdoba, bajo el dominio moro, que toleraba el culto cristiano, pero no era lecho de rosas, y por ejemplo el proselitismo se castigaba con la pena de muerte.
Se educó San Eulogio con los sacerdotes de San Zoilo, y luego con Esperandeo, abad de un monasterio. Allí convivió con Pablo Álvarez, quien escribió la vida del santo.
Una sustanciosa semblanza
Decía Álvarez que era piadoso, mortificado, versado en todas las ramas del saber, pero particularmente en la Sagrada Escritura: De rostro agradable de ver, humilde, seguía con frecuencia las opiniones de otros menos sabios que él. Diversos monasterios reconociendo su ciencia, pedían que él les redactase la regla. De esa manera estuvo en muchas casas religiosas en España.
Persecución contra los cristianos
Pero en el año 850, bajo el régimen de Abderramán, estalla una persecución contra los cristianos, y por culpa de la traición de un obispo andaluz, Recaredo, fueron hechos prisioneros el obispo de Córdoba y algunos de sus clérigos, entre ellos San Eulogio.
En prisión animaba a los cristianos, profundizó en la Biblia y de ella enseñaba a sus compañeros de cárcel.
También fue estando prisionero que compuso una “Exhortación al Martirio”, dedicada a dos vírgenes que también estaban en calabozos, Flora y María.
Allí les decía: “Sé que estáis amenazadas de ser vendidas como esclavas y de perder la virginidad; pero podéis estar seguras de que no es posible manchar la virginidad de vuestras almas, por mucho que atormenten vuestros cuerpos. Algunos cristianos cobardes os dirán, para desanimaros, que las iglesias están silenciosas, vacías y sin culto, a causa de vuestra obstinación, y que si cedéis durante algún tiempo, os dejarán practicar libremente vuestra religión. Os ruego que no olvidéis que el sacrificio que agrada verdaderamente a Dios es la contrición del corazón y que no tenéis derecho a volver atrás y renunciar a la fe que habéis confesado”. Flora y María conservaron su integridad, fueron decapitadas, pero antes de morir declararon que llegando al cielo, pedirían a Cristo que sus hermanos de prisión recuperasen la libertad, lo que ocurrió 6 días después de su muerte.
Protector de Leocricia
El sucesor del ya perseguidor Abderramán recrudece la persecución contra los cristianos, pero San Eulogio redobla sus esfuerzos por mantener a los suyos firmes en la fe. Escribió una obra en tres volúmenes titulada “Memorial de los Santos”, donde relataba las historias de los mártires de la persecución.
Cuando muere el Arzobispo de Toledo, pueblo y clero eligen unánimes a San Eulogio para sucederle, pero el que sería fiel prelado fue ejecutado antes de su consagración.
Había en Córdoba una joven llamada Leocricia, que había sido convertida y bautizada por un pariente, aunque sus padres eran mahometanos. Azotada por sus padres, San Eulogio la ayudó a escapar, pero las autoridades la encontraron y llevaron a San Eulogio a juicio.
Delante del tribunal San Eulogio declaró su fe en Jesús y dijo que Mahoma era un impostor. Su sentencia de muerte estaba sellada. A un cristiano tibio, que le sugirió que no enfrentara el tribunal, San Eulogio dijo: “Si sospecharas siquiera el premio que espera a quienes perseveran hasta el fin en la fe, cambiarías en el acto todas tus dignidades por él”. Y comenzó a predicar osadamente el Evangelio a los presentes, por lo que el juez lo condenó inmediatamente a muerte. Santa Leocricia sufrió el martirio cuatro días después.
Con información de Vidas de los santos de Butler.
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