lunes, 25 de noviembre de 2024
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La Devoción Eucarística del Beato Pío IX

Extracto de la homilía del Cardenal José Saraiva Martins, ex Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, sobre el Beato Pío IX. Hoy la Iglesia celebra su memoria.

Beato Papa Pio IX 2

Redacción (07/02/2023 15:03, Gaudium Press) Desde muy joven, Pío IX se distinguió por una vida de piedad profundamente eucarística, es decir, orientada de manera integral a la persona y misterio de Jesucristo, presente en la Eucaristía y en la vida de la Iglesia.

“El contacto con Jesucristo vivo en la Eucaristía”, dice un autor, “es el elemento central de la vida interior de Pío IX, de cuya fuente brotaron sus virtudes, la misteriosa energía divina que lo llevó al heroísmo, reconocida hoy por la Iglesia. Dos fechas marcaron el período luminoso de su interioridad eucarística: su Primera Comunión y su 75 cumpleaños, fecha que quiso celebrar con extraordinaria solemnidad, a sólo cinco días de su partida para la eternidad. La Eucaristía fue siempre el refugio místico cotidiano de su espíritu, especialmente en los momentos más difíciles” (Mons. Angelo Menicucci, en “Riparazione Eucaristica”, Loreto, agosto/septiembre de 2000).

La piedad eucarística en todas sus formas

Él vivió intensamente la piedad eucarística en todas sus formas. En primer lugar, en la celebración diaria de la Santa Misa, con un fervor inusitado que dejaba entrever toda su Fe, en la adoración diurna y nocturna, en su capilla particular y en las iglesias que encontraba a su paso, cuando salía a pasear por Roma, así como em la máxima importancia que atribuía a la solemnidad del Corpus Christi, en la que participaba con la custodia en las manos, aun cuando era Papa. Pío IX hizo una singular y difícilmente medible contribución al descubrimiento de la presencia real de Jesús Eucaristía y a la difusión y florecimiento de la piedad eucarística, que encontraría su pleno desarrollo en sus sucesores, especialmente en san Pío X.

Testigos afirman que, por la noche, el Papa Mastai Ferretti bajaba a menudo del Quirinal (el entonces palacio de los Papas) a la plaza de San Silvestre, y en la iglesia del mismo nombre presidía la adoración eucarística, con homilía y bendición solemne; luego subía la cuesta y volvía al Quirinal, acompañado de multitud de niños que lo seguían como un simple párroco de la ciudad.

Como Papa, siempre encontró en la Eucaristía su consuelo espiritual cotidiano y la fuente de energía que necesitaba para liberar al Papado de las ataduras temporales y devolverlo a los nuevos tiempos con renovado prestigio.

El Papa también necesita estar a solas con Jesús

Una vez dijo a dos personas que había introducido en su capilla privada: “También el pobre Papa necesita estar un rato a solas con Jesús; ¡Tengo tantas cosas que decirle, tantas luces que pedirle, tantos consejos y tantas gracias!” Después de la adoración, abrió el sagrario, mostró dentro de su puertita un magnífico monograma de Jesús, hecho de diamantes, y dijo: “Aquí dejo lo más hermoso y precioso: todo para Él, que es el gran Señor y Maestro”. Atendió personalmente esa capilla, cuidando personalmente la lámpara del Santísimo Sacramento.

Otro testigo recuerda que preparaba con esmero la celebración de la Eucaristía, a la que siempre seguía una acción de gracias prolongada. Y fue admirable el fervor con que celebraba el divino Sacrificio. Además, contrariando la doctrina jansenista, favoreció la comunión frecuente, expresando su satisfacción a los obispos que la promovían. Finalmente, recomendó vivamente la adoración perpetua, que se estaba extendiendo en los diversos países de los continentes europeo y americano.

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