lunes, 25 de noviembre de 2024
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San Policarpo, dulce con los fieles aunque pecadores, a los herejes los trataba con rudeza

San Policarpo, discípulo de San Juan Evangelista. Los perseguidores del cristianismo lo buscaban como a un trofeo.

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Redacción (23/02/2023 06:49, Gaudium Press) San Policarpo de Esmirna es un vínculo entre los apóstoles y los Padres de la Iglesia.

Nace en el año 69, se hace discípulo de San Juan, y es el propio discípulo amado quien lo elige obispo de Esmirna, hoy Izmir, Turquía.

Muy amigo del gran San Ignacio de Antioquía, se conserva una carta que éste le dirige, en la que hace el elogio de su alma: “Su consciencia está fundada en Dios ¡como en una roca inamovible!”, dice el gran Ignacio.

Cuando caminaba San Ignacio de Antioquía rumbo al patíbulo, tuvo un conmovedor encuentro con San Policarpo, a quien pidió que cuidara los rebaños que iban a quedar sin pastor con su muerte.

Y así lo hizo San Policarpo, y de este celo del obispo de Esmirna da testimonio una carta de su autoría que fue muy elogiada, especialmente por San Jerónimo.

Combatiente por la ortodoxia

San Policarpo se distinguió por luchar con denuedo contra las muchas herejías que ya se difundían en la época, con las que el demonio quería destruir la Iglesia naciente.

Una vez se cruzó con Marción, considerado por muchos como el primer hereje, y con él tuvo el siguiente diálogo:

Se habían cruzado, pero el Santo obispo de Esmirna ni lo determinó. Y si algo no aceptan los orgullosos es el desprecio, por lo que procuró al santo para decirle:

¡Cómo! Entonces, ¿no me conoces?

Sí, sé. ¡Eres el hijo primogénito de Satanás!

Sin embargo en su trato con los fieles era dulce, diplomático.

Desatada en el año 154 una feroz persecución contra el cristianismo en el Asia Menor, los perseguidores querían conseguir el gran trofeo, el famoso Obispo de Esmirna.

Un día llegó una patrulla hasta la casa de campo donde se encontraba el obispo. Aunque fue advertido, no quiso huir, diciendo: “Sea hecha la voluntad de Dios”.

Ya había sido avisado por el Señor: tres días antes había tenido una visión en la que contemplaba en llamas su almohada siendo consumida por las llamas. “Eso debe significar que voy a ser quemado vivo…”, había dicho a sus más cercanos.

Llegan los guardias que iban a prenderlo, los enfrenta con serenidad, incluso los invita a la refección que estaba siendo servida en aquel momento. Antes de partir, pide que le permitan un momento de oración, el cual le fue concedido. Pero fue una oración declamada, en la que pedía a Dios que no desprotegiera a su rebaño, oración que causó gran impresión en todos.

Instado por el pro-cónsul a abjurar de la fe o ser consumido por el fuego, el Santo le respondió que no temía al fuego que quema por poco tiempo, sino al fuego eterno, ese que castiga sin fin a los malos… San Ireneo, su discípulo, escribiría después el elogio de la serenidad con que San Policarpo enfrentó la muerte.

El cruel y sublime espectáculo de su martirio

Querían clavarlo a una estaca para que no huyera del fuego, pero él les dijo que no era necesario, que Dios le daría el poder para enfrentar las llamas.

Los cristianos de Esmirna, que estaban mezclados entre el populacho para recoger las reliquias del Santo, hicieron un relato de su martirio para que circulase en las diversas Iglesias de la región, relato que es uno de los más famosos documentos de los tiempos de persecución:

Nosotros, que tuvimos el privilegio de presenciar todo esto, vimos un gran milagro: el fuego tomó la forma de un gran arco, inflado por el viento como si fuera la vela de un barco, denso como un muro, y luego envolvió al cuerpo del mártir, pero sin tocarlo. Policarpo permaneció en las llamas, no como carne quemada, sino como pan que se hornea para ofrenda, o como oro refinado. Y todos percibimos un aroma fragante, como el del incienso o el de preciosas especias.

Al ver que el cuerpo no fue consumido por el fuego, esos hombres crueles ordenaron a un verdugo que atravesara a Policarpo con una espada. Cuando lo hizo, una paloma salió de la herida y brotó tanta sangre que apagó el fuego.

Seguramente era uno de los elegidos de Dios. Policarpo, maestro apostólico y guía profético de nuestro tiempo, santo obispo de la Iglesia católica en Esmirna”.

Con información de Arautos.org

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