lunes, 25 de noviembre de 2024
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¿Donde está Dios?

¿De qué sirve ir a la iglesia si Dios es omnipresente? A menudo vemos católicos mudos ante preguntas como esta…

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Redacción (14/03/2023 12:39, Gaudium Press) En varias ocasiones, el salmista no deja de repetir las palabras de los paganos: “Tu Dios, ¿dónde está?”[1].

La presencia de Dios es realmente un misterio que suscita muchas preguntas en la mente de los católicos en particular. Por ejemplo:

¿Dios está en todas partes?

¿Así que Dios está en la luna y en otros planetas? ¿Y en el infierno?

¿Dentro de las personas también?

Si Dios está en todas partes, ¿por qué hay iglesias y Eucaristía?

Ya en el pasado San Agustín se preguntaba: “Por tanto, ¿cabes en el cielo y en la Tierra, puesto que los llenas con tu presencia? O, llenándolos, ¿queda todavía alguna parte de ti, porque no te contienen? ¿Dónde esparcirás lo que queda de ti, después de que el cielo y la tierra hayan sido llenados? ¿O no necesitas estar contenido en algo, tú que todo lo contienes, ya que las cosas que llenas las ocupas conteniéndolas?”[2]

Un dios omnipresente

En primer lugar, nos corresponde a nosotros saber si, de hecho, Dios está en todas partes o en un lugar determinado.

Santo Tomás, al respecto, concluye que “Dios está en todo lugar, es decir, en todas partes. Primero, Él está en todas las cosas en cuanto les da el ser, el poder de actuar y la acción. Así, las cosas localizadas están en un lugar mientras ocupan el lugar, pero Dios ocupa todo lugar. Pero no como si fuera un cuerpo, ya que se dice que el cuerpo ocupa el lugar en tanto que no lo comparte con otro. Pero, porque Dios ocupa un cierto lugar, no se excluye que otros estén allí; más aún, Él ocupa todos los lugares porque es Él quien da el ser a todas las cosas localizadas que, juntas, ocupan todos los lugares” [3].

La presencia de Dios

Sin embargo, Dios no está presente en el infierno de la misma manera que está presente en la tierra o en el cielo. Así, la teología distingue cinco presencias de Dios:[4]

Presencia personal e hipostática: presencia propia y exclusiva de Cristo Jesús hombre.

Presencia Eucarística – Dios está presente en la Eucaristía de una manera especial, que sólo ocurre en la Eucaristía. Es el ubi eucarístico.

Presencia de visión – Ocurre cuando Dios “se deja ver”, como en la visión beatífica, en el cielo.

Presencia de la Inmensidad – La inmensidad es uno de los atributos de Dios, por el cual Dios está realmente en todas partes, y no puede haber criatura o lugar donde Él no se encuentre. Y esto de tres maneras: 1) por esencia, dando ser a todo lo que existe. Por lo tanto, si Dios suspendiera su acción conservadora sobre cualquier ser, ese ser dejaría ipso facto de existir; 2) por presencia, Dios tiene continuamente a todos los seres creados delante sus ojos; 3) por potencia, Dios sujeta a todas las criaturas a su poder.

Presencia de InhabitaciónPresencia especial que Dios establece en el alma justificada por la gracia. Esta presencia se diferencia de la inmensidad por la paternidad y la amistad divinas.

¿Dónde encontrar a Dios?

Si Dios está tan cerca de los hombres, ¿por qué los “paganos” no lo encuentran? San Agustín responde con clarividencia:

¿Dónde, entonces, te encontré para conocerte? No estabas aún en mi memoria antes de conocerte. ¿Dónde, pues, te encontré para conocerte, sino en ti mismo, por encima de mí? Sin embargo, no hay espacio allí. Ya sea que nos alejemos de ti o nos acerquemos a ti, no hay espacio alguno allí. Oh Verdad, en todas partes asistes a los que te consultan, y respondes al mismo tiempo a todas estas diversas consultas. Tus respuestas son claras, pero no para todos. Los hombres te preguntan sobre lo que quieren, pero no siempre obtienen las respuestas que quieren. [5]

Por Fernando Mesquita

[1] Cfr. Sl. 41, 4.11; 78, 10.

[2] AGUSTÍN DE HIPONA. Confesiones, l. 1, no. 3.

[3] TOMÁS de Aquino. Summa Theologica, q.8, a.2, co. (trad. Loyola).

[4] Cfr. ROYO MARÍN, Antonio. Teologia da Perfeição Cristã. Trad. Flávio M. P. Gomes, Dalton César Zimmerman. 4. ed. Annapolis: Magnificat, 2020, pág. 62.

[5] AGUSTÍN DE HIPONA. Confesiones, l. 10, núm. 26

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