El Padre Rosini se lamenta por las pocas vocaciones en la Ciudad Eterna. Pero su diagnóstico parece muy acertado.
Redacción (05/05/2023 09:09, Gaudium Press) En días recientes Gaudium Press noticiaba la ordenación de 11 nuevos sacerdotes para la diócesis de Roma, que fueron formados en el Pontificio Seminario Mayor Romano y en el Colegio Diocesano Redemptoris Mater.
Sin embargo, y a pocas horas de la ordenación de estos presbíteros, que ocurrió el pasado 29 de abril, el P. Fabio Rosini, responsable de la pastoral vocaciones del Vicariato de Roma, decía que “hay poco de qué alegrarse”, refiriéndose al terreno de su diócesis, donde “la mies es abundante, pero los obreros son pocos”.
El P. Rosini afirma que el asunto de las vocaciones al sacerdocio es un “desafío”, al que se enfrenta de múltiples formas desde hace mucho tiempo.
El sacerdote pone el problema blanco sobre negro: Si en Roma, corazón de la cristiandad católica, una ciudad de más de tres millones de habitantes dividida en unas 340 parroquias, sólo se ordenan once sacerdotes en un año, considerando el aumento de la edad sacerdotal media y de todos los sacerdotes que alcanzan la edad de 75 años al completar su servicio, “significa que dentro de unos años ya no tendremos suficientes sacerdotes para las parroquias”.
Esa falta de “vocaciones romanas muestra el estado de una Iglesia estéril”, dice.
Dice que en la Ciudad Eterna no es que falten los peces para pescar, sino que falta la propia agua en la que el pez debe nadar.
“Cuando asumí la responsabilidad de este servicio, en el 2011, traté de entender los números reales y descubrí que en las parroquias los grupos de jóvenes estaban compuestos, en promedio, por no más de una docena de jóvenes – dice el director del Servicio para las Vocaciones del Vicariato de Roma. Es evidente que no son las vocaciones las que faltan, no son los seminaristas los que faltan, sino que los grandes ausentes son los cristianos en general”.
Así que no son tanto las vocaciones las que faltan sino el propio pueblo de Dios. Y el no tener claro ese diagnóstico, comportaba el riesgo de “seguir haciendo una pastoral vocacional que buscaba especializar una materia inexistente y no cuidábamos de hacer crecer al pueblo de Dios, seguimos dando por sentada la fe y la consecuencia es que no hay vocaciones. Necesitamos anunciar el Evangelio, formar cristianos”, afirma.
Es un tema más de cristianos formados en familia
Por tanto, el análisis que es sencillo, no deja de ser luminoso: las vocaciones son la consecuencia natural de familias cristianas verdaderamente cristianas. Son como la floración natural de un cristianismo verdaderamente impregnado en la sociedad.
Las familias son “los verdaderos seminarios”, dice.
“Es necesario realizar una pastoral familiar ad hoc porque si los muchachos provienen de familias verdaderamente cristianas en las que rezan, se entrenan en el servicio y en el perdón, entonces sí tendremos excelentes sacerdotes. Pero si no partimos de un encuentro personal con Cristo no tendremos cristianos y por lo tanto tendremos cada vez menos sacerdotes”, concluye.
Con información de Agensir.it
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