Anclado en esta vergüenza, / buscando ocultar mi rostro, / a vuestras pupilas de oro, / y a vuestro manto de estrellas.
Redacción (05/07/2023 20:37, Gaudium Press)
(Pecador)
Aquí a vuestros pies, Señora:
Anclado en esta vergüenza, / buscando ocultar mi rostro, / a vuestras pupilas de oro, / y a vuestro manto de estrellas.
Pero hay algo de irresistible, / en la bondad imperial / del brillo de vuestra mirada, / que nunca iguala el cristal.
Ayer olvidé las gracias, / tributo que debo prestar, / por habitar en tu hogar, / de inciensos y de esmeraldas.
Y entonces quise ir muy lejos. / Pecador, gritaba ‘victoria’, / y ebrio de libertad loca, / burlaba tus madres deseos.
Mas poco tiempo después, / mi alma moría de hastío, / mis huesos calaban ríos, / tristezas de un cielo frío, / Edén que no podía ser.
Y ahí me acordé de Vos, / de cuando corría en tus campos, / de santos y verdes rebaños, / de luces y blancos lirios, / de frutas y de candor.
Y añoré volver junto a Vos; / rociarme con vuestras lágrimas, / comparecer a tus plantas, / y solo pediros perdón.
Y ahora estoy junto a Vos, / temblando de suave temor, / no más que un malhechor, / que ansía el olor de tu savia.
(La Virgen)
Madre del Puro y sin mancha, / del Cordero sin pecado, / soy la Reina de la Creación, / y de todo el Género Humano.
Soy Madre del hijo pródigo, / que un día partió a lo lejos, / y al parecerse a los puercos, / recordó lo que Él nos dijo:
“Venid todos los cansados, / los heridos y agobiados, / que más ligera es mi carga, / mi yugo y mi esperanza”.
Siervos matad el becerro, / ha regresado otro Adán. / Vamos pues a celebrar, / abrid las puertas del hierro.
Y no olvides la ruda lección: / Refúgiate en mis enaguas, / que son de almidón y lino, / mas fuertes que las murallas.
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