Pero hoy por hoy es un tesoro escondido, es un tesoro oculto, un tesoro medio desconocido, un tesoro despreciado.
Redacción (08/07/2023 22:14, Gaudium Press) La gracia es el mayor tesoro que hay en el universo.
Pero hoy por hoy es un tesoro escondido, es un tesoro oculto, un tesoro medio desconocido, un tesoro despreciado.
Eso es algo que no es difícil de constatar.
Recordemos que la gracia es como un pedacito de la vida divina, es como si fuera un poco de sangre de Dios que comienza a circular por las venas espirituales de todo aquel que recibe… la gracia.
Hay muchos tipos de gracia, como piedras preciosas hay la tierra.
Está la esmeralda de la gracia santificante, que es la gracia más valiosa porque es la que se adhiere a la esencia del alma, justificándonos ante Dios, y haciendo que se nos abran las puertas del cielo. Esta gracia no es una adherencia pasajera sino permanente, que llega con el bautismo que nos legó Cristo, hasta el infeliz día que el hombre la expulsa con el pecado mortal (pero que podemos recuperar con la confesión).
Están también los diamantes de las gracias actuales, que a diferencia de las habituales o santificantes, son fugaces, son como destellos, pero que cumplen un papel esencial, que es el de poner en funcionamiento las virtudes y los dones del Espíritu Santo. En el caso del no bautizado, las gracias actuales mueven a que la persona busque el bautismo, y con el bautismo adquiera todo el maravilloso ‘mecanismo divino’ o sobrenatural, es decir, la suma de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza), los dones del Espíritu Santo (sabiduría, entendimiento o inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios), y la propia y misteriosa presencia de la Trinidad en el alma, en la que Dios así hace su morada.
La gracia nos eleva sobre la naturaleza angélica
La gracia eleva al hombre a un plano superior al de la mera naturaleza angélica, porque la gracia pertenece al piso divino, al plano sobrenatural (es claro que los ángeles buenos también viven de la gracia, que no así los malos).
La gracia ilumina la inteligencia, fortalece la voluntad y tiempla las facultades animales sensibles.
Así, la gracia coge nuestras potencias meramente humanas, y les da características divinas, forma divina, las deifica. Es como si a un perro, con inteligencia de perro, llegara un hada madrina y le diera inteligencia humana. Es como si a una planta, un genio de una lámpara mágica le ofreciera y diera efectivamente la capacidad de elección, la libertad que tiene el hombre. Todo por acción de la gracia. (Toda comparación es claudicante, es claro).
La gracia es eso y más.
Pero el hombre hoy no sabe lo que es la gracia, porque si no la buscaría más, la imploraría más.
La gracia nos viene principalmente a través de la oración y los sacramentos.
Entre tanto el hombre de hoy no reza, o los pocos que rezan lo hacen muy poco.
El hombre de hoy poco se confiesa; en muchos países que fueron cristianos, las iglesias están desiertas, la gente ya no va a misa. Si el hombre supiese lo que es la gracia, esto no ocurriría.
Es más, creo que hoy por hoy muchos ministros de Dios no valoran en toda su dimensión lo que es la gracia.
Porque si así fuera, habrían menos sermones de corte sociológico, o politológico, o psicólogico o de estilo coaching, habrían menos reingenierías y se hablaría más de la gracia, se trataría más de la necesidad necesarísima de frecuentar sacramentos, canal privilegiado de la gracia. De la oración para alcanzar la gracia.
La gracia, escudo contra el enemigo del alma
Nosotros tenemos un enemigo muy potente, muy astuto, de una naturaleza gigantescamente superior a la nuestra, que es satanás. Ese enemigo nos conoce, ha escudriñado nuestra psicología, nuestra personalidad, sabe de nuestras debilidades, conoce nuestros puntos flacos, muy probablemente ya tiene experiencia en engañarnos con eficacia. Así como cada uno tiene un ángel de la guarda que lo protege, se podría afirmar que hay por lo menos un demonio de la perdición que busca destruir a cada uno y llevarnos al infierno. Luchar contra ese enemigo con nuestras pobres fuerzas humanas, es una locura. Pues en buena medida el escudo contra la acción del maligno tiene nombre propio y se llama gracia. Si tuviéramos más presente eso, apreciaríamos muchísimo más la gracia.
El mundo sin gracia, es una fea y miedosa bola oscura, donde abundan los fantasmas. El mundo con gracia es un globo grande de navidad iluminado desde adentro, de múltiples colores cambiantes. La ausencia de la gracia es peor que un cuarto a oscuras, es más tenebroso y peligroso que un bosque en tinieblas, es más sin vida y frío que un cuerpo sin alma: la peor carencia es la carencia de la gracia.
Por más bonitas que fueran la edificaciones que dejó la antigüedad pagana, no nos hagamos ilusiones, ese mundo era un mundo de chacales, hasta que llegó la gracia cristiana.
Porque el gran tesoro que nos regaló Cristo fue la gracia: que falte la gracia es harto peor que la falta de comida, o que la falta de salud corporal, porque sin la gracia llega la muerte del alma, y aunque el hombre se vea rozagante por fuera, si no tiene gracia, no pasa de un cadáver maquillado. (Cuña: Las pandemias no deben ser ocasión para escamotear la gracia. Es claro que hay que usar el sentido común y los ministros de Dios no se deben exponer absurdamente, entre otras cosas porque son canales privilegiados de la gracia. Pero cuidado con obstaculizar innecesariamente el flujo de la gracia, porque serían como médicos que no sanan, como sol que no ilumina. Como decía un amigo, al final, cura es casi sinónimo de sacramentos…).
La gracia termina siendo el bastión de la ortodoxia, porque conociendo el valor y los efectos de la gracia el hombre tiene menos veleidades de querer acomodar o retorcer la doctrina cristiana a sus caprichos; él entiende que con la gracia es posible vivir el ideal cristiano.
La Virgen y la Gracia
Es la gracia la reina de la Historia y por eso la Madre de Dios es la Reina de la Historia.
La gracia es la reina del acontecer humano, porque las grandes obras de Dios, no las hace o las hizo la naturaleza debilitada del hombre, sino esa naturaleza mas fortalecida y elevada por la gracia: detrás de la resistencia de los mártires, tras la conquista del mundo romano por el cristianismo, animando las cruzadas, impulsando la epopéyica evangelización de América, lo que estaba era la gracia, la dulce y divina gracia de Dios.
Y como Dios le dio a la Virgen la administración de la gracia, Ella, con su gracia, termina gobernando la Historia.
Por eso concluimos estas líneas con palabras de esperanza marial: ahí está la Virgen, con su gracias, queriendo ofrecérnoslas. Ella quiere darlas: por eso se apareció como la Virgen de la Medalla Milagrosa, con anillos de donde salían rayos multicolores símbolos de la gracia, y también con anillos de donde no salían esos rayos, porque eran gracias que el hombre no pedía, pero que Ella quería dar.
Por eso debemos pedir:
Madre mía, dadme tus gracias, las que os pido, y las que no pido por ignorancia, o por descuido, pero que Vos me quereis dar. Dadme la conciencia, de que como decía Santa Teresita, todo es gracia. Dadme la insistencia del santo de Montfort que decía: ‘gracia, gracia, gracia, gracia, yo la quiero de todo corazón…’ Dad al mundo la mayor profusión de gracias de toda la Historia, las gracias mariales, que conquisten cuando antes el magnífico triunfo de vuestro Inmaculado Corazón.
Por Saúl Castiblanco
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