Que era previsible la gran repercusión de las fáciles afirmaciones de Mons. Alves Aguiar, es evidente.
Redacción (14/07/2023 15:24, Gaudium Press) Que era previsible la gran repercusión de las fáciles afirmaciones de Mons. Alves Aguiar, cuando dijo a un programa de Tv que no era intención en la próxima Jornada Mundial de la Juventud llevar a los jóvenes ni a Cristo ni a la Iglesia, es algo evidente.
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Primero por ser el encargado ejecutivo de conducir ese gran evento a feliz término; segundo por estar en foco al ser el nuevo cardenal portugués, que llegará a esa dignidad ‘saltándose’ a prelados de su tierra que podrían primero aspirarla, como los obispos de Braga o de Porto.
No obstante, creemos que la hiper repercusión gigantescamente negativa de sus afirmaciones, es también porque se están convirtiendo en paradigmáticas, y la polémica en torno de ellas también (paradigma: dícese de aquello que es ejemplo o ejemplar).
Ya ha reaccionado el muy conocido Mons. Robert Barron al asunto, reconociendo primero que Mons. Aguiar “se ha retractado bastante de sus declaraciones”, para afirmar luego que las palabras posteriores aclaratorias del obispo portugués siguen “sin explicar su directa afirmación de que no quiere convertir a los jóvenes a Cristo o a la Iglesia católica”. Constata el Obispo americano que “muchos católicos de todo el mundo se han sentido, por decirlo suavemente, desconcertados por las reflexiones del cardenal electo”.
Es así.
Esta mañana en el desayuno mi mamá me preguntaba:
– ¿Qué fue lo que pasó hijo con el Obispo de la JMJ?
– Ya lo publicó Gaudium Press y te lo envié al whatsapp, no lo leíste…, respondí. Pero ¿por qué lo preguntas?
– Es que me encontré con fulanita en la iglesia, y me dijo que cómo así, que estaban diciendo que en la JMJ no se iba a hablar de Cristo, y que ella estaba preocupada porque había ayudado a financiar la ida de varios seminaristas…
Es decir, en pocas horas, el tema bajó hasta las menudas capilaridades de la Iglesia de Cristo, la que se prepara para el evento en Portugal.
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Concuerdo 200% con Mons. Barron, cuando dice que las declaraciones de Mons. Aguiar – retractaciones incluidas – se enmarcan en un contexto actual de cierto “lenguaje de tolerancia, aceptación y ausencia de prejuicios respecto a la religión”, que manifiesta “la profunda convicción de que la verdad religiosa no está a nuestro alcance y que, en definitiva, no importa lo que uno crea siempre que suscriba ciertos principios éticos. Siempre que uno sea una persona decente, ¿a quién le importa si es cristiano, budista, judío, musulmán o no creyente? Y si es así, ¿por qué no ver la variedad de religiones como algo positivo, una expresión más de la diversidad que tanto seduce a la cultura contemporánea? Y dado este indiferentismo epistemológico, ¿no sería cualquier intento de «conversión» nada más que una agresión arrogante?”. Aunque Mons. Barron no lo afirme así, las declaraciones del prelado portugués son hijas legítimas de esas fuentes ideológicas, de esos marcos teóricos hodiernos.
Es más, creemos que Mons. Alves Aguiar puede tener lo que no técnicamente llamaríamos un ‘subconsciente dividido’: una parte de su subconsciente piensa así, y produjo sus declaraciones bastante discutidas, y la otra parte, la del sucesor de los apóstoles, le recordó que el ser humano nació para estar unido a Cristo, que esta es la “conversión” máximamente apetecible para todo hijo de Adán, y que este debe ser el deseo primero de todos aquellos que se honran del título de católicos, y más de él como obispo.
Entre tanto, creemos que esta división interna que suponemos en el Obispo sí escala a lo paradigmático, pues es la situación de muchos católicos: influidos por el contexto actual, una parte del subconsciente colectivo cristiano va creyendo que es lo mismo lo blanco que lo negro, la verdad y el error, Cristo o no Cristo, el orden y el caos, y que hay que aceptar cualquiera y todo tipo de ‘diversidad’. Y la otra parte de ese subconciente – que aún se mantiene cristiana y que está cada vez más asustada con el caos en que nos sumergimos – permanece en la idea y hasta la refuerza, de que en Cristo está la única salvación, pues Él sigue siendo el Camino, la Verdad y la Vida, y lo será hasta el fin de los tiempos.
Si esto es así, lo ocurrido con Mons. Aguiar no terminará siendo algo molestamente anecdótico, un lapsus intelectual de un prelado que seguramente debía estar muy cansado por los preparativos de la JMJ, sino un ejemplo característico de la gran disyuntiva, no solo del mundo, sino particularmente de los católicos de hoy:
O se renuncia a Cristo presionado por el caos pseudo-fraterno que propone el mundo, o nos anclamos indisolublemente a Cristo para no dejarnos deglutir por su locura y sinrazón, la misma propuesta por un ángel al inicio de los tiempos cuando dijo ‘Non serviam, prefiero mi caos’.
Dios y la Virgen nos ayuden a tomar el partido de Miguel.
Por Carlos Castro
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