San Lorenzo era uno de los 7 diáconos de Roma, es decir hombre de confianza del Papa. De su cuerpo asado se expedía un perfume magnífico.
Redacción (10/08/2023 07:48, Gaudium Press) San Lorenzo mártir, uno de los más populares, es el santo del día de hoy.
San Lorenzo era uno de los 7 diáconos de Roma, es decir hombre de confianza del Papa.
Cuando la persecución del emperador Valeriano, en el año 258, la Iglesia de Roma rápidamente sufrió en demasía. A inicios de agosto de ese año, sale el decreto que quería extirpar de la faz del Imperio a todo lo que fuera clero cristiano. Establecía el decreto que había que ajusticiar a todo obispo, cura y diáconos (“episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur”).
Capturado el Papa, este promete al diácono que lo seguiría poco después
El 6 de agosto fue capturado el Papa Sixto II y casi inmediatamente ejecutado. Narra la tradición que San Lorenzo se sintió triste pues quería acompañar a su señor a recibir la palma de los que mueren por Cristo. Sin embargo, Sixto le diría: “Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás”.
En efecto, cuatro días más tarde, San Lorenzo sería martirizado.
Pero antes ocurriría un hecho pintoresco y sublime.
Sabía el santo diácono de la codicia de los agentes del imperio, por lo que hizo que todos los tesoros de la Iglesia fueran vendidos y su dinero repartido a los pobres. Cuando esto ya había ocurrido, el alcalde, sin saberlo, llamó al diácono y le espetó: “Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candelabros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar”.
Tres días de plazo para mostrar los tesoros de la Iglesia
El diácono Lorenzo le pidió tres días de plazo. En ellos, convocó a pobres, lisiados, mendigos, mutilados, ciegos, leprosos y congéneres y llegado el tiempo, mandó decir al alcalde, que ya tenía lo que le pedía, y que encontraría los más bellos tesoros del imperio para ofrecérselos a su amo.
Cuando el alcalde, codicioso, contempló el espectáculo de los tullidos-tesoros de la Iglesia, prometió a Lorenzo no solo el martirio, sino uno bastante cruel y lento.
Preparó el alcalde una parrilla, y allí acostó al diácono Lorenzo. A medida que el hombre iba siendo martirizado una luz se encendía su rostro y un suave aroma se expedía de él. La luz y el aroma eran solo percibidos por los cristianos, que no así por los paganos.
“La carne ya está lista”
Narra la tradición que cuando ya estaba avanzado el suplicio, San Lorenzo dijo a sus verdugos: “Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo”, y así ocurrió. Cuando ya su cuerpo estaba ‘listo’, profirió una sentencia auge: “La carne ya está lista, pueden comer”.
Dice Prudencio que ante la vista del mártir, varios principales de la ciudad eterna se convirtieron, y que desde ese entonces la idolatría comenzó a disminuir en la urbe.
También se afirma que eran muchos los milagros obtenidos por la intercesión del santo, que los que se encomendaban a él obtenían lo que pedían.
Ya Constantino emperador construyó un oratorio en el lugar de su martirio. Este fue siendo ampliado por Pontífices sucesivos.
Con información de EWTN
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