domingo, 24 de noviembre de 2024
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San José de Arimatea y San Nicodemo, del sanedrín, pero discípulos ocultos del Señor

Hoy celebramos la vida de estos dos hombres ilustres, a los que Cristo atrajo a sí, y que demostraron valentía tras la muerte de Jesús.

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Redacción (31/08/2023 07:00, Gaudium Press) Hoy la Iglesia celebra, entre otros santos, a los que algunos llaman los “discípulos secretos del Señor”, José de Arimatea y Nicodemo.

José de Arimatea era miembro del sanedrín, que era la Corte suprema de la ley judía. Era por tanto un erudito, conocedor de las leyes y probablemente interpretador de la ley.

Dice San Mateo que era un hombre rico, e “ilustre” según San Marcos. San Lucas afirma que era una persona “buena y honrada”. Cuenta el Evangelio que tenía acceso al gobernador romano de Judea, Poncio Pilatos, y que le pidió a este que le dejara sepultar a Jesús. Concedido el permiso, es erudito tiene la honra inmerecida de, junto com Nicodemo, desclavar el cuerpo del Señor de la cruz redentora,

Mateo confirma que este hombre ilustre era “discípulo de Jesús”, “pero clandestino, por miedo a las autoridades judías”, según expresa San Juan. Tenía miedo de la persecución que sabía se tramaba contra Jesús y los cristianos. Pero a pesar de sus miedos, “armándose de valor” (San Marcos), reclamó el cuerpo del Señor. Se destaca su valentía, en el momento en que apóstoles y discípulos del Señor habían huido y estaban escondidos.

Nicodemo

Por su parte Nicodemo era un fariseo de buena fe, era también maestro, perteneciente al sanedrín, conocedor de la ley al estilo farisaico, pero la doctrina del Señor lo conmueve, y va hasta Él, aunque con reservas.

Él va a hablar con Cristo de noche, tal vez también por los temores de que sus compañeros lo viesen mal. También tenía sus dudas acerca de la mesianidad de Cristo, entonces quería verificar. Pero había quedado impresionado con los milagros de Jesús: “Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, pues nadie hace los prodigios que tú haces si Dios no está con él”, dijo a Cristo. Él sabe que viene de Dios, pero aún no sabe si es el Mesías.

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Nicodemo

En la conversación, el Señor va rápidamente a lo profundo, y sabiendo que era un hombre de estudios, le dice (Jn 3):

«Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios.»

Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?».

Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.

Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu.

No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen que renacer de lo alto».

El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu».

«¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo.

Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?

Te aseguro que nosotros hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.

Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?

Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.

Es decir, Cristo quiere que abandone el hombre viejo fariseo, y se convierta en el hombre nuevo cristiano, renacido en las aguas del bautismo regenerador. Parece que, por lo menos en parte, Nicodemo se convirtió, o por lo menos inició ese camino.

Luego en una discusión en el sanedrín, en una discusión que se había levantado sobre Jesús, él defendería al Señor: “¿Es que nuestra ley juzga a un hombre sin haber oído antes y conocer lo que ha hecho?”

Al final, estos discípulos temerosos, demostraron valentía no temiendo que los relacionasen con Cristo.

Con información de Catholic.net

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