Por más larga que parezca nuestra vida, comparada con la eternidad, no es ni un abrir y cerrar de ojos. ¿En qué dedicamos nuestro tiempo?
Redacción (14/09/2023 16:50, Gaudium Press) “Miren a este hombre, sentado todo el día y toda la noche en el puesto de juego; ¿No es esto una pérdida de tiempo? Si le preguntas a qué se dedica, responderá: “Es para pasar el tiempo”. Mirad a ese otro ocioso que se divierte durante horas, observando a los transeúntes, o entreteniéndose con cosas inapropiadas o inútiles; Pregúntale también a él y no dudará en responder: “Es para matar el tiempo”. ¡Pobres ciegos que pierden tantos días preciosos que no volverán jamás!
Cuando llega la muerte no se puede hacer nada: lo hecho, hecho está. Dios mío, si un hombre supiera de pronto que dentro de unos días su vida y su fortuna se verían envueltas en un proceso legal, ¿cómo se apresuraría a buscar un abogado hábil, que hiciera prevalecer su defensa ante los jueces, y tratara por todos los medios de salir a flote? ¡Conseguir una sentencia favorable para él!
¿Y qué hacemos? Sabemos con certeza que, pronto, el más grave de nuestros asuntos, el de nuestra eternidad, será juzgado, ¡y hemos perdido el tiempo!
¡Cosa asombrosa! Por muy larga que sea nuestra vida, el diablo la considera tan corta que no pierde un momento sin tentarnos: El diablo os ha atacado lleno de ira, porque sabe que le queda poco tiempo (Apocalipsis 12,12).
La venerable Madre Juana de la Santísima Trinidad, carmelita descalza, decía: En el lenguaje de los santos se desconoce la palabra mañana; esta palabra pertenece al lenguaje de los pecadores; Siempre tienen estas palabras en la boca: ‘Más tarde, más tarde’.
Así dicen y así retrasan hasta la muerte su conversión: ahora es el tiempo favorable (2 Cor 6,2): Si oís hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón.
Extraído de: ALFONSO DE LIGORIO. Máximas eternas. São Paulo: Cultor de livros, 2016, p. 109
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