Normalmente no veo ese tipo de filmes; pero agradezco mucho al que me insistió…
Redacción (24/09/2023 12:27, Gaudium Press)
—Ud. va a escribir mi historia, le dice el prisionero al psiquiatra.
— ¿Y por qué yo haría eso?
— Porque yo quiero que lo haga… Bien, no tengo certeza de que lo hará, pero lo hará pronto.
— ¿Cómo puede tener tanta certeza? ¿Ud. es, humm, usted es… Dios?
— No juegue conmigo James, usted sigue haciéndome preguntas estúpidas, y voy a encerrar esta sesión. (…)
— ¿Ud. cree que eso me asusta?, retoma luego el prisionero, valorando su real posibilidad de terminar en la silla eléctrica.
— Debería, responde el psiquiatra. (…)
— La muerte no me asusta, James.
— ¿Y eso por qué?
— Porque yo no puedo morir. Vea James, yo soy un demonio…
Es el anterior uno de los diálogos iniciales de la película Nefarious, que trata sobre un condenado a muerte que debe ser sometido a una evaluación psiquiátrica antes de que se ejecute la condena, pero que inicia un sugestivo y muy bien elaborado diálogo con un ateo profesional de la mente, el Dr. James Ansel Martin, advirtiéndole desde el inicio que no es con el prisionero con quien está tratando, sino que lo hace con un “lord” de la oscuridad.
Recomendadísima. Con los cuidados que siempre hay que tener cuando se entra en estos mundos (la vi con una imagen de la Virgen en la mano). No para menores, aunque sí la permitiríamos para adolescentes de quince años hacia arriba, con una buena asesoría después. Basada en dos novelas, que afirman estar basadas en hechos realmente ocurridos. Sus directores y guionistas son dos cristianos, y tuvo como asesor teológico a un sacerdote, el P. Darrin Merlino, CMF.
Estrenada en abril en los EE.UU., se espera su première en Europa para el próximo octubre, así como en algunos países de América Latina, aunque ya está disponible en algunos servicios streaming.
Después de verla, le dije a algunos amigos que esa hora y treinta minutos fueron para mí como un potente retiro espiritual elucidativo y preventivo contra la acción del maligno.
Soy reacio a los filmes de esas temáticas, entre otras razones porque considero que tales asuntos deben ser tratados con mucha seriedad, algo de lo que normalmente carece el estilo sensacionalista Hollywood. He escuchado y leído ya bastantes cosas sobre la acción del maligno, para tener la certeza profunda de que con eso, y con él, no se juega.
Pero la insistencia de alguien que me es muy llegado me llevó a la pantalla, lo que ahora le agradezco enormemente.
El eje de la película son los diálogos entre el prisionero, Edward Wayne Brady, y el joven pero ya reputado psiquiatra Martin. Aunque en realidad no es el prisionero quien toma la vocería principal, sino una “entidad” dentro de él, que le exige al psiquiatra, como condición para que no le diga ‘James’ sino ‘Dr. Martin’, que se refiera a él como “Lord Alto Príncipe”, y que en varios momentos de los diálogos se declara servidor de un otro “Maestro”.
Los diálogos son más que reveladores de la elevada inteligencia, el orgullo, la astucia, la ‘racionabilidad’, la persistencia, el odio, el estilo, en fin de toda la psicología de un elevado exponente de las huestes de satanás, y con él de todo el conjunto de los ejércitos infernales.
Una de las consecuencias del filme, en mi caso, benéfica, es ratificarme cómo con frecuencia soy un tonto… algo que, por demás, varias veces le dice el maligno al cada vez más sorprendido psiquiatra co-protagonista.
Un bobo, en la línea de cretino, por con mucha frecuencia abstraer, hacer caso omiso de esa realidad ampliada que es la de la existencia no solo de lo que vemos y sentimos, sino de esos tejidos no visibles pero muy reales de legiones de ángeles y de demonios que sobrevuelan nuestras esferas, las esferas de nuestros seres, de nuestras vidas y acciones, las de todos los hombres. Esferas superiores angélicas donde ciertamente se deciden buena parte de las cosas que pasan con nosotros, aunque creamos ilusamente que somos solo nosotros, los meros hombres…
Es claro, al final todo debe pasar por el libre albedrío de los hijos de Adán, pues es cada uno el que escoge su camino hacia la eternidad, pero lo idiota consiste en no vivir con la presencia permanente de lo que nos enseña la fe, de que ese libre albedrío está poderosísimamente condicionado por la acción angélica, por la acción de los ángeles de Dios y también de los ángeles de satanás.
La película no muestra, porque no cabría en el formato diseñado, los recursos a nuestro alcance para luchar contra la acción de los espíritus malignos. Pero es claro que para un alma de fe, ese filme es la ocasión de valorar la oración, los sacramentos, el pedir la protección del ángel de la guarda, el buscar establecer una alianza continua con él, con todos los ángeles.
Porque uno de los méritos más grandes de Nefarious — que lo hace de manera muy natural, clara, y conforme a la doctrina católica — es tornar patente que la capacidad de los ángeles de la oscuridad es grandísima, muy superior a la humana, contra la cual nuestros pobres recursos naturales son menos que miseria. Que vencer en una partida de ajedrez contra Kasparov; o ganar un ‘picadito’ de fútbol contra el mejor Pelé, eso es menos idiota que querer ganarle la partida de la vida al ángel oscuro, sin la asistencia de los ángeles de luz, de los santos, de la Virgen, de Dios. Porque de nada sirve saber cuánto es malo el bicho, si no sabemos lo bueno que es Dios que nos puso tanta defensa a nuestro alcance.
En fin, si me pidieran una frase promo para la película, ya la tengo, sin ninguna duda: Nefarious, para dejar de ser idiota.
Por Saúl Castiblanco
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