viernes, 22 de noviembre de 2024
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James Bond vs. San Pío X: la lucha de los tipos humanos

Hace unos días leía un interesante manual de creación literaria…”

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Redacción (27/10/2023, Gaudium Press) Hablemos de tipos humanos, uno de los más poderosos vehículos para promover la Revolución y también la Contra Revolución.

Hace unos días leía un interesante manual de creación literaria, donde el autor defendía la tesis de que lo principal en el oficio era trabajar bien los personajes, pues al final lo que “nos termina interesando es la gente”, a lo que podría haber agregado que ‘lo que más nos influye es la gente’.

De hecho, el refranero popular está lleno de esta sabiduría: “La palabra conmueve pero el ejemplo arrastra”, resaltando así que nada influye más que las actitudes de quien observamos. “Dime con quien andas y te diré quien eres”, declarándose de esta manera que uno puede verse reflejado en sus semejantes cercanos, o que la cercanía de los semejantes termina haciendo que nos parezcamos a ellos. O el más popular, de que “el que entre la miel anda, algo se le pega”…

La tendencia pues del ser humano es no solo a entrar en contacto con sus semejantes sino a compartir su tipo humano con el tipo humano de sus semejantes; claro, los que él haya escogido consciente o subconscientemente como afines, o como imitables o admirables, o como prestigioso seguir.

Pero resulta que el tipo humano es reflejo de una mentalidad, es decir, de un grupo de ideas-clave que nortean la vida de cada persona. Entonces, el tipo humano refleja una mentalidad y esparce una mentalidad.

Vayamos a los ejemplos.

La foto de arriba, ciertamente extraña para las nuevas generaciones, es de Roger Moore interpretando al legendario James Bond en una de las tantas películas de la saga, For your eyes only, de 1981.

¿Cuál es la mentalidad de este personaje?

Combinemos la aproximación con un intento de descripción.

Vestido para una ocasión solemne o de gala, este Bond es aún un muy gentleman inglés, pero no del tipo del que prefiera vivir recluido en su manor en las afueras de Londres, sino de alguien que de vez en cuando o más bien frecuentemente requiere de acción.

Este James está, con un tono de picardía, bien interesado en quien le observa, no es alguien que viva recluido en el mundo de las ideas, el gusta estar en contacto con la realidad física, se interesa por la realidad y desea ser tenido en cuenta por la realidad, influir en la realidad. Más que un hombre de reflexión es un hombre de acción, aunque no podemos decir que es irreflexivo, como lo sería por ejemplo un héroe a lo cowboy, más americano.

Este Bond no gusta mezclarse promiscuamente con la realidad, sino que quiere la realidad reconozca su superioridad de gentleman, pues además considera que tales facultades superiores le permiten mejor influir y actuar sobre ella.

¿Este James Bond reza? No. ¿Para qué? No lo necesita, él no necesita de Dios, pues tiene en sí todos los recursos para alcanzar el éxito en sus fines.

¿Este Bond va a misa, o al culto anglicano? Solo cuando lo requieran las circunstancias y los formalismos sociales. Presentándose la ocasión, cumple con corrección los deberes de asistencia religiosa, pero solo como quien participa de una acción teatral junto a otros semejantes, pero de aprovechar la ocasión para pedir a Dios o pensar en Dios, nada: él no necesita de Dios.

¿Este Bond es padre de familia o está pensando en ‘sentar cabeza’ y formar un hogar? Evidentemente no: a lo máximo un idilio tal vez un poco más prolongado que una noche de verano pero finalmente pasajero, por ejemplo con alguna chica Bond con quien haya compartido alguna aventura pseudo-heroica, y que sea en algo o en mucho su versión femenina.

Y así podríamos intentar seguir escudriñando o desvendando a este James y su mentalidad.

Pero no hay escape: quien ama al personaje termina adquiriendo rasgos del personaje, incluyendo en este caso concreto su naturalismo fatuo, ateo, con algo de refinado y mucho de playboyesco.

Contrapongámoslo a este otro, el gran San Pío X.

Papa San Pio X

No tiene ese tonus gentleman del anterior; de hecho el Papa Sarto hundía sus orígenes en una familia campesina, que se sigue revelando en sus trazos.

Entre tanto, cuanta dignidad y consciencia de su dignidad, nada teatral; él no está queriendo representar un papel, él simplemente es.

Dignidad con seriedad. Su mirada observa con detención al transeúnte, con seriedad, pero una seriedad que no traspasa, que no contunde, pues está recubierta por un terciopelo de bondad: es el perfecto pastor, siempre buscando hacer bien a las almas, a cualquiera, también a la que pasa en frente de él.

Su actitud es distendida, erecta pero no tiesa, es un hombre que ya se ha habituado al porte de quien trata frecuentemente con elevadas personalidades.

Su bondad no es la de un viejo bonachón: es un león tranquilo y sereno, pero con él no se juega. La mayor autoridad de la Tierra es consciente de lo que es, y no dudará en ejercerla, de forma drástica y perentoria si lo es necesario. Sin embargo, él no habita en el reino del decreto fulminante, sino en una terraza a medio camino entre el cielo y la tierra, donde habita la bondad del Sagrado Corazón de Jesús, la dulzura del Niño Dios, y también el Dios de Noé y de Moisés: él se sabe representante y vicario en la Tierra de todos ellos.

San Pío X, un coloso.

Si amamos el personaje, terminamos adquiriendo algo de los rasgos del personaje.

Y tú, católico de nuestros días, llamado a ser fiel en medio del caos y de la descreencia, rodeado de innúmeros tipos humanos errados, que traen y difunden el veneno de su mentalidad oculta: ¿cuáles son tus personajes entrañados, los que pueden influirte rumbo al cielo o al infierno?

¿Los virtuosos o los venenosos?

Los venenosos están al alcance de la mano. Los virtuosos hay que buscarlos, pero también están ahí.

Toca examinarse, y hacer examen de conciencia.

Por Saúl Castiblanco

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