sábado, 23 de noviembre de 2024
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San Antonio Abad, busca a Dios en el desierto y se convierte en el ideal del monje

Era hijo de familia acaudalada. Pero un día escuchó en un templo “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres…”

san antonio abad 2

Redacción (17/01/2024, Gaudium Press) Hoy celebramos la vida de uno de esos santos que marcaron con su personalidad la vida de la Iglesia para los siglos futuros, San Antonio Abad, cuya historia es conocida entre otras razones porque de ella escribió el gran San Atanasio, que era discípulo y admirador suyo.

San Antonio era egipcio, de familia acaudalada.

Pero sus padres mueren cuando él tenía 18 o 20 años y poco después de este deceso, un día se conmueve con las palabras evangélicas “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres…”: Y así lo hizo, reservando solo un poco para una hermana, a la que parece entregó al cuidado de vírgenes consagradas.

Él estaba en un templo cuando se sintió tocado por las palabras evangélicas que convocaban a la pobreza. Cuando entrega sus bienes, volvió a la iglesia y escucha unas palabras de Cristo: “No os agobiésis por el mañana”.

Va al desierto

Primero llevó una vida aislada en su aldea, pero pronto se marchó al desierto, donde vivió como eremita al lado de Pablo, anciano experto en la vida solitaria.

Tenía total seguridad en la asistencia de Cristo, por lo que no temió vivir entre antiguas tumbas de un cementerio, que los propios cristianos creían que estaba plagado de demonios. Pero Dios lo ha redimido todo, Él triunfó con su resurrección, y todo es de Él, también los cementerios, y por eso el santo no temió.

Trabajaba con sus propias manos, oraba constantemente.

A pesar de buscar la soledad, su fama creció, y se le fueron uniendo otros que lo querían imitar. A estos organizó en comunidades de oración y trabajo. Pero organizados estos, buscó una soledad más estricta, y se internó más en el desierto.

Sin embargo, Dios quería que su obra tuviese repercusiones directas en los hombres, y por eso tuvo que dirigir espiritualmente a un monasterio cercano, y debía viajar a Alejandría, donde se desarrollaban las polémicas entre arrianos y católicos, en las que tomó parte.

La tradición ha conservado sus “apotegmas”, que son breves sentencias donde se revela su espiritualidad. También se conservan algunas de sus cartas.

Muere muy anciano, al parecer en el año 356 en las laderas del monte Colzim, cerca al mar rojo. Se convirtió en leyenda, en la encarnación del ideal monástico que los que quisieran esa vida debían seguir.

Con información de Aciprensa

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