Mariana Mazzucato dijo que una pregunta de un periodista católico le parecía triste y un retroceso.
Redacción (14/02/2024, Gaudium Press) Cuando a la Pontificia Academia para la Vida entró una economista atea y abortista… Fue lo que ocurrió para conmoción de no pocos católicos, en octubre de 2022, con el ingreso a ese pontificio instituto de la cada vez más conocida Mariana Mazzucato, suscitando las declaraciones de muchos, en el sentido de que la Pontificia Academia regentada por Mons. Vincenzo Paglia había perdido el rumbo definido por el Papa polaco, que era el de valorar la vida, promocionar la vida, promover mecanismos de defensa para la vida. Recibir a una abortista, por más buena economista que fuera, era como poner al gavilán a cuidar a los pollitos, según les parecía a muchos.
Además, algunos cuestionaron que era muy difícil tener una visión económica acorde con la doctrina social de la Iglesia, si esa visión económica se colindaba o nutría con principios que permitían la muerte procurada del bebé no nacido.
Pero Mons. Paglia quiso entonces bajarle la temperatura a la polémica diciendo que “es importante que entren en la Pontificia Academia para la Vida mujeres y hombres con competencias en varias disciplinas y procedentes de diferentes contextos, para un constante y fructífero diálogo interdisciplinar, intercultural e interreligioso”: es decir, la PAV ya no era un bastión, era un salón de té o un café de buenas conversaciones, con el que llegue, con todos. Es claro, no es así como lo veían las directivas de la PAV, sino más bien como “un organismo de estudio e investigación. Por lo tanto, el debate y el diálogo tienen lugar entre personas de diferentes orígenes”.
Pero en algunos el principio de no contradicción –aquello de que lo blanco es blanco y que lo negro pues es negro– como que todavía llora cuando contundido y les sigue chocando eso de ver mezclado y en el mismo saco lo de Pontificia Academia para la Vida y economista abortista.
Tal fue ciertamente lo que le ocurrió al corresponsal de LifeSite en la rueda de prensa en estos días, con ocasión de la asamblea del organismo, rueda de prensa donde la economista Mazzucato figuraba en preeminencia. El corresponsal Michael Haynes se atrevió a preguntar sobre la posible contradicción de una abortista en una academia para la vida de una institución eminentemente anti-abortista, y también quiso indagar sobre su ateísmo.
“Soy académica, economista, nunca he escrito un artículo de opinión, un blog, un artículo en una revista o un libro que contenga siquiera la palabra ‘aborto’ o ‘religión’”, declaró con nota de indignación Mazzucato.
Molestia que se tornó patente cuando dijo que en una ocasión había retuiteado una caricatura que, en su opinión, ilustraba la hipocresía que rodea a los debates sobre el aborto, y se quejó por la pregunta del periodista: “el hecho de que un retuit en una conferencia académica como ésta sea destacado por un periodista que debería estar interactuando con lo que acabamos de decir, y cuál es nuestra experiencia, y de lo que hablaremos en esta conferencia; me parece triste”. Del ateísmo no quiso hablar.
Eso sí, ella fue más allá de las argumentaciones de Mons. Paglia, basadas en el ‘diálogo’ para justificar su presencia en la Pontificia Academia para la Vida, y dijo que esta se debería a su “trabajo diario” con sus estudiantes, sus investigaciones, y junto a políticos, en la línea de “rediseñar la economía, por lo que es bueno para la humanidad, para la gente de todas partes del mundo, no sólo en el norte global”. Es pues una economista de buenas intenciones, que quiere que su trabajo y el ejercicio económico mundial beneficie a todos, no a algunos, también al sur. No se duda de su sinceridad.
Cabría preguntarle –como propuso un analista, sin ánimo de ofender y sin el deseo de que sus nervios se conmocionen– como se podría hacer para incluir dentro de ese mundo que se quiere beneficiar económicamente a los millones y millones de niños por nacer que mueren cada año sin conocer la luz del sol, sin ver sus proyectos de vida desarrollados, sin oportunidades de ningún tipo. Tal vez no le guste la pregunta. Pero tal vez sería mejor que no lo manifestara, pues si algo no gusta el mundo periodístico es que le digan qué preguntas son buenas y cuáles no, qué preguntar y qué no preguntar. (CCM)
Con información de Infocatólica.
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