El tema elegido destaca cómo la soledad es, lamentablemente, la amarga compañera en la vida de muchas personas mayores, que a menudo son víctimas de la cultura del descarte.
Redacción (16/02/2024, Gaudium Press) Ayer jueves 15, el Dicasterio para los Laicos, la Vida y la Familia ha anunciado el tema de la cuarta edición de la Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores, que se celebrará el 28 de julio de este año 2024. En los próximos meses estará disponible un kit de preparación pastoral específico en el sitio web www.laityfamilylife.va
El tema fue tomado del Salmo 71, versículo 9, en el que está escrito: ‘En la vejez no me abandones’. Según el Dicasterio, el objetivo de esta elección era “poner de relieve cómo la soledad es, lamentablemente, la amarga compañera en la vida de muchas personas mayores, a menudo víctimas de la cultura del descarte”.
Las personas mayores son víctimas de la ‘cultura del descarte’
Comentando el tema elegido, el prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el cardenal Kevin Farrell, afirmó que ésta “es la ‘oración de un anciano’, que nos recuerda que la soledad es una realidad desgraciadamente extendida, que aflige a muchos ancianos personas, a menudo víctimas de la cultura del descarte y consideradas una carga para la sociedad”.
El cardenal también destacó que la soledad es “una condición inherente a la existencia humana, que se manifiesta de manera particular en la vejez, pero no sólo. Por tanto, la oración del salmista es la oración de cada uno de nosotros, la oración del corazón de todo cristiano que se dirige al Padre y confía en su consuelo”.
Súplica de un anciano
En este año de preparación al Jubileo 2025, en el que el Papa decidió dedicarse a la oración, el tema elegido para la celebración de la IV Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores, que refleja la súplica de un anciano que narra su historia de amistad con Dios, adquiere un significado aún más profundo y amplio, invitándonos a construir el “nosotros” más amplio de la comunión.
“Es precisamente esta familiaridad, arraigada en el amor de Dios, la que supera toda forma de cultura del descarte y de la soledad. Nuestras comunidades, con su ternura y atención afectuosa que no olvida a sus miembros más frágiles, están llamadas a manifestar el amor de Dios, que nunca abandona a nadie”, concluyó el cardenal Farrell. (EPC)
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