sábado, 23 de noviembre de 2024
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I domingo de Cuaresma: el sufrimiento, ¿una opción?

¿A qué hombre le gusta sufrir? Muchos incluso cuestionan su finalidad. Otros, finalmente, intentan evitarlo lo más que pueden…

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Redacción (18/02/2024, Gaudium Press) Nuestro Señor, en este 1er domingo de Cuaresma, nos invita a una conversión:

El tiempo ya ha llegado a su fin y el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15).

¿Qué significa esta conversión solicitada por Nuestro Señor? La conversión, entre muchos aspectos, requiere un cambio en nuestra forma de pensar y actuar y, por tanto, una completa adaptación de nuestra voluntad a la Divina Voluntad de Nuestro Señor. Ahora bien, ¿cuál es su plan a nuestro respecto?

El que quiera ser mi discípulo debe negarse a sí mismo, tomar cada día su cruz y seguirme. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará” (Lucas 9, 23-24)

¿Cómo debemos entender estas palabras?

El sufrimiento, instrumento de santificación

Habiendo nuestros primeros padres, Adán y Eva, pecado en el paraíso, entre los castigos que heredaron para ellos y su posteridad, tal vez el mayor fue la pérdida del don de la integridad, del cual el hombre, que hasta entonces no había sufrido, pasaría a sufrir:

Comerás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado” (Génesis 3,19).

Una vez promulgada la sentencia, la humanidad viviría diariamente el sufrimiento, como medio para pagar, en parte, la inmensa deuda que había contraído con Dios, pero también como medio para santificarse cada día. De ahí las palabras de Jesús: “Toma cada día tu cruz” (cf. Lc 9,23).

Por tanto, es necesario considerar que, siendo el sufrimiento algo previsto por Dios, debemos tener la convicción de que es, por tanto, algo beneficioso y, por tanto, no debemos soportarlo como masoquistas –lo que sería altamente perjudicial para nosotros–, sino con alegría, ofreciendo estos sufrimientos a nuestro Redentor, sabiendo que lo que nos sucede es su voluntad.

No debemos, de ninguna manera, rehuir el sufrimiento, ya que éste persigue a quienes huyen de él. San Luis Grignion de Montfort dijo una vez que el sufrimiento es como la propia sombra…

Conformidad a la Voluntad Divina

Una vez le preguntaron a San Maximiliano María Kolbe cómo ser santo, a lo que el santo respondió con la fórmula v=V, explicando que la santidad consiste en conformar nuestra voluntad (v) con la Voluntad Divina (V).[1]

Ahora bien, la clave para aceptar la cruz cada día está precisamente en conformarnos a la Divina Voluntad de Nuestro Señor. Estas cruces pueden aparecer de diferentes maneras, ya sea a través de lo que los teólogos llaman la “voluntad manifiesta de Dios”, que se nos aparece a través de una regla que debemos cumplir, o también a través de la voluntad de un superior, que, legítimamente constituido, hace las veces de Dios. Pero también está el “benepláctio divino”, es decir, cuando expresa su voluntad de una manera que no siempre es clara, como, por ejemplo, permitiéndonos sufrir una enfermedad más dolorosa.

Sea como fuere, la conformidad con el sufrimiento nos lleva a la santidad, si es bien aceptada.

Una vez, un ciego se presentó ante la tumba de San Antonio de Padua, para suplicarle que le devolviera la vista, la cual de hecho obtuvo. Ahora, volviendo en sí, muy probablemente por una acción de Gracia, se cuestionó si eso estaba o no de acuerdo con la Voluntad Divina. Como persistía en la duda, suplicó al santo que, si no era la Voluntad de Dios que viera, volviera a quedar ciego. Y así se hizo…

Jesús quería sufrir

Dado que todo hombre tiene una necesidad intrínseca de guiarse por un modelo, no podemos olvidar a quien para nosotros es el ejemplo perfecto de cómo se debe sufrir: Nuestro Señor Jesucristo.

Por eso, cuando Jesús se encarnó, quiso ser semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado (cf. Heb 4,15). Él, que no necesitaba sufrir para redimir los pecados de los hombres —ya que para ello bastaría un simple acto de su voluntad—, sin embargo, eligió este camino, tal vez para enseñarnos el valor del sufrimiento y también cómo soportarlo. Así, a excepción de la concupiscencia, Jesús tuvo todos los sufrimientos que puede tener un hombre: se sintió cansado y durmió en la barca, lloró por Jerusalén y la muerte de Lázaro, tuvo sed y pidió agua a la cananea, etc. .

Sin embargo, el máximo ejemplo de su sufrimiento fue su Sacrosanta Pasión, en la que no ahorró ni una sola gota de sangre.

Fortaleza cristiana en medio del sufrimiento

Dios sabe qué es lo mejor para nosotros y lo que necesitamos, mucho antes de que lo pidamos. Por eso, aunque algo nos presente apariencia de desgracia, debemos mantener la calma y hacer un acto de confianza en Dios y en la Virgen, estando seguros de que ambos se beneficiarán de ello. He aquí, pues, una manera de escuchar la invitación a la conversión que tantas veces nos es hecho.

Pidamos a Nuestro Señor, por medio de Nuestra Señora, obtener plena conformidad con su Divina Voluntad y que nos enseñe a soportar con fortaleza cristiana todos los sufrimientos de nuestra vida.

Por Guillermo Maia

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[1] Cf. LORIT, Sérgio C. 16670, quem era? São Paulo: Cidade Nova, 1966, p. 126.

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