viernes, 22 de noviembre de 2024
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Las espadas de la Reina (sobre los dolores de la Virgen)

Siete espadas ¡Oh Reina! / se ciernen en tu Corazón Inmaculado, / laminas para el sacrificio supremo, / que con esmero el Padre ha preparado.

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Redacción (28/03/2024, Gaudium Press)

Las espadas de la Reina

Siete espadas ¡Oh Reina!/ se ciernen en tu Corazón Inmaculado, / laminas para el sacrificio supremo, / que con esmero el Padre ha preparado. / Desde la eternidad, en su amor infinito, / mayores insignias no ha encontrado.

En previsión del momento álgido, / tantas cristalinas lágrimas han surcado, / tu purísimo y maternal rostro, / que no queda ya más que diamante y oro, / para derramar a los pies del Crucificado.

Pero en cuanto no llega el rojo final / en tu lívida faz se ha clavado, / para consolar el Señor de los tormentos, / una sonrisa serena, fortaleciendo así el amado.

Ese amor sin límites, cuyo dolor ha velado, / en apacible y celestial mirada transparece. / ¡Ay! No puede ocultar al hijo que bien conoce, / el corazón que agoniza, por divino y frío acero… /traspasado.

Para mayor gloria darte, así lo ha querido, / quien de ningún dolor se ha privado, / y en su espíritu, el mayor ha consumado: / Saber que su madre adorada vive y muere, / en cada golpe, humillación, pecado, / con que Él es victimizado.

Bien convenía para redimir la humanidad, / que junto al nuevo Adán, nueva Eva estuviera, / y teniendo los dos un único corazón, / ¡Generosidad ilimitada! / Toda su sangre vertieran.

En el Golgota cual espada de marfil se yergue, / junto a la Cruz de pie está la Reina, / recogiendo rubíes, regando diamantes, / siendo antorcha de la fe, el mundo sustenta, / unida a Dios en la mortal refriega.

Aunque si bien eres madre ¡Oh Virgen!, / también eres Señora de la guerra. / Blanca espada en que se inscribe un Fiat, / Inmaculada luz que derrota las tinieblas, / ¡Triunfas para siempre María! / Y con cuanta gloria en tu pecho llevas / Siete espadas ¡Oh Reina!

Por J.V. Irwing

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