Esa sería la consecuencia, si se aprueba un proyecto de ley que cursa en el Congreso. El problema es que hay malos y buenos de la película.
Redacción (08/05/2024, Gaudium Press) Más que descabellado.
Así lo han calificado diversos analistas.
Se trata del proyecto de ley H.R. 6090, que cursa en el Congreso de los EE.UU. y que otorgaría “autoridad legal a la Oficina de Derechos Civiles del Departamento de Educación para que tome en consideración la definición de trabajo de antisemitismo de la IHRA al revisar o investigar quejas de discriminación por motivos de raza, color u origen nacional en los programas o actividades que reciben asistencia financiera federal. Según la definición de trabajo de la IHRA [Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto], el antisemitismo es una cierta percepción de los judíos, que puede expresarse como odio hacia los judíos”.
Solo que para la organización IHRA, antisemitismo es “entre otros: (…) usar los símbolos e imágenes asociados con el antisemitismo clásico (por ejemplo, afirmaciones de que los judíos mataron a Jesús…) para caracterizar a Israel o a los israelíes”.
Es claro pues que de aprobarse el proyecto, la propia Biblia quedaría proscrita como discriminatoria.
De hecho, el Libro sagrado muestra, según palabras de Álvaro Fernández Texeira Nunes en Religión en Libertad, cómo “el rey Herodes y los fariseos que determinaron en última instancia la muerte de Jesús eran hebreos. También eran hebreos los agitadores que pidieron la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús”.
Muchos buenos, y muchos malos de la película
Pero también las Sagradas Escrituras evidencian que “los hebreos no fueron los únicos ‘malos de la película’. Porque Pilatos era romano; los soldados que flagelaron a Nuestro Señor eran romanos; quienes lo coronaron de espinas eran romanos; quienes lo hicieron cargar la cruz eran romanos; quienes lo crucificaron y colocaron la cruz en su lugar eran romanos; y quien al encontrarlo muerto en la cruz le clavó la lanza en el costado era un centurión romano”.
Pero es claro que la Biblia o el Nuevo Testamento no puede ser declarado antisemita, pues fueron judíos Jesús y los 12 apóstoles ahí exaltados, judíos los discípulos, y judíos los que conformaron mayoritariamente la Iglesia primitiva. Judío José de Arimatea y Nicodemo, judía la Magdalena y judía la Verónica, judío Simón de Cirene, y también el apóstol virgen que quedó al lado de Jesús y María en el Calvario. Es decir, ahí se expone tanto a judíos buenos de la película cuanto malos de la película.
En cambio, en cuanto a la Crucifixión se refiere, malos sí eran casi todos los romanos. ¿Italia debería también promover una ley anti-odio latino que terminara proscribiendo la Biblia?
Pero es que si se siguieran a rajatabla los criterios de la IHRA, y ojalá no los criterios de una futura ley ahí inspirada, hasta el Antiguo Testamento judaico debería ser proscrito por antisemita. Pues ¿no revela que el propio jefe de gobierno, “el Rey David ordenó a sus hombres llevar a la muerte a Urías para quedarse con Betsabee?; ¿o contar la historia de José, vendido por sus hermanos a unos mercaderes?; ¿o la historia de Abraham, que estuvo a punto de matar a su hijo como si de un carnero se tratase? Todo eso –junto con muchas cosas más– está en el Antiguo Testamento”.
Es claro que ningún pueblo merece un odio gratuito, por el mero hecho de serlo. Y si un pueblo ha sido especialmente perseguido o sufrido, merece el justo reconocimiento de las demás naciones.
Pero “si se grita a cada rato y por cualquier cosa que viene el lobo, al final nadie lo cree. De modo análogo, si cualquier expresión que ofenda a un hebreo puede ser considerada antisemitismo, si nadie puede discrepar con un miembro del pueblo judío, o si se considera al Nuevo Testamento antisemita por contar hechos históricos que no dejan bien paradas a las autoridades religiosas de la Judea de los tiempos de Jesús, tarde o temprano el mundo dejará de justipreciar la gravedad del antisemitismo. A eso, lamentable y paradójicamente, puede contribuir este proyecto de ley”.
“Por la libertad de expresión del pueblo estadounidense en general y de los cristianos en particular, y para que el antisemitismo no se vuelva algo banal, esperamos que los senadores de Estados Unidos no aprueben este proyecto y frenen esta barbaridad. Porque, además, del ridículo no se vuelve”, concluye el articulista de Religión En Libertad.
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