La religiosa creó el proyecto de “Los Ángeles de la Alegría”, que ayuda a niños cuyos padres murieron en la guerra de invasión rusa.
Redacción (14/05/2024, Gaudium Press) Esta es la historia de la Hermana Viktoriya Andrushchyshyna, ucraniana, de la Congregación de las Hermanas de los Ángeles, fundada en 1889, cuando la Iglesia era duramente perseguida por el Zar ruso.
Su tía hacía en su casa el relato de cómo eran la religiosas, siempre elogioso: “Cuando mi tía nos visitaba, daba un excelente testimonio y así decidí seguir sus pasos”.
En el 2005 hizo los primeros votos y después estudió pedagogía, pues siempre se encantaba con los niños; ya en casa cuidaba de sus 4 hermanos menores: “Trabajar con niños es mi pasión, es una tarea de gran responsabilidad”.
Cuando comenzó la guerra, “durante la primera semana de bombardeos, nos quedábamos en el subsuelo asustadas, y yo pensaba en cómo ayudar a nuestros hijos”, dice.
Comenzó a cuidar de hijos de desplazados que llegaban a la ciudad de Vinnytsia, al sur de Kiev. Reunió a un grupo de voluntarios y comenzó a organizar juegos: “Quería sacar a los niños de la tristeza en que se encontraban bloqueados”, unos niños que no podían ir a la escuela y casi ni salir a jugar en la calle.
Poco después se unió al Servicio Cristiano de Emergencia, con el fin de formalizar el naciente proyecto, que fue bautizado como “Los Ángeles de la Alegría”, haciendo honor también al nombre de su congregación.
Unas misiones angélicas
En la actualidad, la Hermana Viktoriya trabaja en Zhytomyr, pero con sus Ángeles de la alegría viaja continuamente por las regiones liberadas de los rusos. Ayuda sobre todo a niños desplazados de familias difíciles, cuyos padres murieron durante la guerra.
Las misiones de los Ángeles de la Alegría son sobre todo las “Aventuras angélicas”, en las que participan entre 50 y 70 niños.
“Llegamos temprano, decoramos la sala con globos, traemos la máquina de dulce de algodón y los perros calientes, y comenzamos a jugar”, dice. Cada uno de los niños recibe una aureola, y la religiosa con los voluntarios hablan con los niños más pequeños sobre los ángeles y su misión, y les dicen que cada uno puede ser un ángel para el prójimo.
Durante el juego, también hay una torta para los niños que celebran su cumpleaños: “Les devolvemos un sustituto de normalidad, pensamos en las pequeñas cosas que los padres ya no tienen fuerza para hacer”. Dice que se le parte el corazón cuando los niños reciben regalos sin la más mínima emoción en el rostro, sin una sonrisa.
“Es necesario mucho tiempo y paciencia para que la tristeza pase”, afirma. Se acuerda de las lágrimas de las madres cuando sus hijos vuelven a sonreír. Esta es la mayor recompensa para los “Ángeles de la alegría”.
Entre los voluntarios hay madres y padres que llevan a sus hijos para que participen en las aventuras angélicas. “Es un testimonio increíblemente edificante ver a los padres servir a los necesitados”, dice la Hermana Viktoriya.
Los ángeles necesitan ayuda
En el ámbito de su misión, las familias reciben paquetes con ayudas alimentarias y productos de higiene personal. “Vivimos de la Divina Providencia”, dice la Hermana Viktoriya. Ella va muchas veces al mercado y pide a los vendedores los productos necesarios.
A pesar de la difícil situación, hay una gran solidaridad. Cuando la caja menor está vacía, suceden milagros. Encuentra dinero en los libros donados, o una inesperada transferencia bancaria llega a su cuenta. En las aldeas fronterizas, organiza sesiones de cine con palomitas de maíz para los niños más pequeños.
“Los niños son el futuro, pero son los que más sufren en esta guerra; tenemos el deber de salvar su infancia”, dice. Hasta hoy no fue necesario cancelar ninguna expedición por motivos financieros. “Dios ayuda, envía ángeles buenos, gracias a los cuales podemos invertir en los niños”, declara.
Con información de Vatican News.
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