En un momento en que el gran San Atanasio, el gran luchador contra el arrianismo, era perseguido, en la sede de San Maximino encontró refugio.
Redacción (29/05/2024, Gaudium Press) Tréveris fue la sede, en la entonces Galia belga, que le completó el nombre a San Maximino. Hoy, entre otros santos, la Iglesia conmemora a este Obispo porque un 29 de mayo sus restos mortales fueron regresados a Tréveris, Alemania. Recorramos algunos hitos de su luminosa vida.
Todo indica que Maximino nació en Poitiers –al centro oeste de Francia– en los albores del S. IV. Pero desde temprano habría partido a Tréveris, atraído por la fama de santidad del obispo de allí, Agricio. Con él recibió lecciones de religión y de ciencias profanas, y no fue necesario mucho inquérito para que Agricio se diese cuenta de quien tenía al frente. Lo hizo sacerdote, y Maximino en su ministerio fue eximio y creciente en santidad.
Muerto Agricio, casi que se imponía el sucesor, siendo escogido Maximino como nuevo obispo, en el 332.
Asolaba a la Iglesia la siniestra y astuta herejía arriana, que básicamente negaba la divinidad de Jesús, Dios hecho hombre. Decía esa heterodoxia que Él era tal vez Dios pero no por naturaleza, sino por adopción, usando para inocular ese veneno los mil subterfugios ya habituales de las herejías, que para algunos podrían parecer verdad. Pero Maximino no se llamó a engaños y siempre se opuso.
La herejía arriana era como todas las herejías, atentatoria de todo el conjunto de la doctrina católica, que forma un grupo íntima e intrínsecamente coheso: si Cristo-Hombre en el fondo no es Dios, pues su Pasión no tenía verdadera fuerza redentora y salvadora, porque no hubiera podido saldar la deuda infinita que solo podía saldar todo un Dios, y así, su mediación salvífica no era realmente eficaz con los hombres. Y de ahí el resto del derrumbe.
Sin embargo, a despecho de toda lógica verdadera, la herejía arriana o semi arriana encontró muchos adeptos, incluso en el clero.
Protector del gran San Atanasio
Pero ocurrió para gloria de Dios y salvación de la Iglesia, que la Virgen suscitó un gigantesco hombre, el gran Atanasio de Alejandría, campeón luchador contra los poderosos arrianos, que sí tenían mucha influencia, incluso junto a Constantino Emperador.
Es claro, su enfrentamiento contra la herejía mundana de la época, no fue sin heridas, sin venganza del demonio:
Sufrió San Atanasio, cinco destierros por cuenta de su ortodoxia, siendo su primero por obra del semiarriano jerarca Constantino; pero quiso la Providencia mitigar su dolor encontrando refugio en Tréveris, con San Maximino. Estuvo allí dos años y rápido reconoció que lo había hospedado un gran hombre de Dios. San Maximino también alojó a Pablo obispo de Constantinopla, igualmente perseguido por arrianos. Transformó pues su sede de Tréveris en un receptáculo pro-ortodoxia, en el bastión de la resistencia.
Participó Maximino en el Concilio de Milán, en el 345, y ciertamente su presencia fue determinante para que allí se condenasen las doctrinas arrianas. Hombre de gran porte y brillo de alma, adquirió la confianza del entonces emperador, sucesor de Constantino y con su influencia impidió que los arrianos lo atrajesen a su secta, consiguiendo que a San Atanasio lo restableciesen en su sede alejandrina.
De regreso a su sede de Tréveris, sigue santificándose, santificando al pueblo, socorriendo a los pobres. Un día va a visitar a su familia en Poitiers, pero allí muere, en el año 349. Parece que fue escritor prolífico, pero no se conserva ninguno de sus escritos.
Con información de EWTN
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