San Carlos era una especie de jefe de la casa real en la Uganda del S. XIX.
Redacción (03/06/2024, Gaudium Press) Hoy celebramos la memoria de San Carlos Lwanga y sus doce compañeros mártires.
Muertos en Uganda en 1886, era ellos jóvenes nobles o pertenecientes al cuerpo de guardia del rey Mwanga.
Por no querer ceder a los deseos impuros de ese monarca, fueron degollados o quemados vivos.
Estos eran sus nombres: Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Achilles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolius Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.
Apostolado de los Padres Blancos en el África
Los Padre Blancos, fundados por el Cardenal Lavigerie, habían llegado a Uganda alrededor de 1880, y su apostolado había sido pronto coronado por el éxito. Pero por no aceptar que se comerciase con esclavos, fueron expulsados en 1882. Sin embargo, el rey Mwanga los hizo volver: nadie imaginaría entonces que este tiranuelo sería el más cruel perseguidor de la fe católica.
Tenía el rey Mwanga un primer ministro que más que funcionario real era un hechicero. Y por tanto enemigo de la religión cristiana que destrona los poderes del demonio. Y además el rey tenía vicio del homosexualismo. También sería este hechicero Katikiro un protagonista siniestro de esta historia.
Cuando el jefe del personal de palacio José Makasa se convirtió a la Iglesia católica, le hizo saber a su amo el rey que sí, que el Dios de los cristianos y su Libro Sagrado es abundante en condenas del homosexualismo, y que los que cometen este pecado no irán a la gloria eterna (1 Cor 6, 10). Era un ataque directo a este rey que tenía esa desordenada inclinación. También el jefe de personal reprochaba a su rey el asesinato de dos misioneros.
El jefe de personal, el primer mártir
Mwanga movido por su vicio y por los espíritus inmundos que lo atormentaban ordenó matar a San José Makasa, el 15 de noviembre de 1885.
Pero no era San José el único católico en palacio. Cuando los demás católicos supieron de la muerte del jefe de personal de palacio, tampoco se acobardaron y mantuvieron firmes su fe.
El dinamismo del vicio es insaciable, y Mwanga un día quiso irrespetar a un joven llamado Muafa, quien le respondió con valentía que su cuerpo era templo del Espíritu Santo y que debía ser respetado, como enseña la doctrina cristiana. Enfurecido, el rey preguntó quien le había enseñado esas doctrinas, y le dijeron que había sido el jovencito Denis, otro mensajero del palacio. Mwanga lo mandó llamar, y le preguntó si era cristiano. – “Sí, soy cristiano, y lo seré hasta la muerte”, respuesta que le acarreó su condena y muerte. Es el segundo mártir de Uganda, San Denis.
También el nuevo jefe de personal, Carlos Lwanga
Pero la doctrina de Cristo, como en el tiempo de los primeros cristianos, circulaba como río límpido y ansiado por muchas de esas almas sedientas de Dios. Y he aquí que el nuevo jefe de los mensajeros, Carlos Lwanga, quien había reemplazado a San José Makasa, no solo también era cristiano sino que instruía a todos los mensajeros en la doctrina cristiana, doctrina que era recibida con ansia y alegría. Evidentemente entre lo que enseñaba, estaba también el horror hacia las acciones impuras con personas del mismo sexo. Les hablaba de lo que decía al respecto San Pablo, el castigo que Dios había infligido a Sodoma por esa causa, etc. Y terminaba sus catequesis recordando las palabras de Cristo: “Al que se declare a mi favor aquí, yo me declararé a su favor en el cielo”.
Esas conversiones “en masa” en el palacio real indignaron al máximo al primer ministro brujo Katikiro, que además veía con tristeza que los nuevos cristianos ya no lo seguían, no se engañaban con sus encantamientos, y los atribuían como eran realmente, a la acción del demonio. Se propuso pues este brujo, como intención primordial, suscitar el odio de Mwanga no contra uno u otro de los adeptos de Jesús sino contra todo el que se declarase cristiano. Al mejor estilo de emperadores romanos como Juliano el Apóstata.
Reunión fatídica en palacio
El rey Mwanga comenzó reuniendo a todos sus funcionarios y les dijo que desde ese día quedaba totalmente prohibido, bajo pena de muerte, ser cristiano. Por el contrario, quien abandonase la religión cristiana podría gozar de privilegios.
Con los funcionarios reunidos, comenzó en ese momento la persecución generalizada: Mwanga ordenó que los que quisieran seguir siendo cristianos, dieran un paso al frente.
En ese mismo instante, Carlos Luanga, el nuevo jefe de personal, dio el paso mortal hacia adelante. Y para sorpresa de todos, fue secundado por el más chico de los mensajeros de palacio, Kisito. En seguida, 22 muchachos más dieron el valiente y mortal paso, tras lo que fueron conducidos a golpes a prisión, para comenzar el corredor hacia el destino fatal.
Pero no todos los muchachos estaban bautizados, cosa que solucionó San Carlos Lwanga, bautizándolos en prisión, algo que es posible en ese tipo de circunstancias excepcionales. Antes del martirio, y después de haber pasado siete días encarcelados, Mwanga hizo un nuevo intento de hacerlos caer de su fe cristiana. -”¿Siguen decididos a ser cristianos”, preguntó. Con valentía todos respondieron que sí, por lo que fueron llevados a 60 kilómetros del reclusorio y allí asesinados por los guardias.
En el camino los asesinos tomaron otros dos prisioneros, ya adultos. Por eso, el total de los mártires católicos ese año fue de 26, de los cuáles 17 eran jóvenes.
Muere el brujo, es desterrado el rey
El siniestro ministro Katikiro fue luego fusilado en una revolución. El cruel reyezuelo Mwanga fue derrotado por sus enemigos y luego desterrado. Como dijo un prelado en días recientes, la Iglesia contempla siempre pasar delante de ella el féretro de sus perseguidores.
Y hoy el mundo católico sigue rezando: San Carlos Lwanga y compañeros mártires, defensores de la fe y de la pureza de costumbres, ¡rogad por nosotros!
Con información de EWTN
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