“Un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira dio un pellizco paterno a un grupo de discípulos…”
Redacción (03/06/2024, Gaudium Press) Un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira dio un pellizco paterno a un grupo de discípulos de un país “x”, que terminó siendo una ‘explicitación’ genial, pues sirvió para que él desvelara una siniestra técnica usada por el maligno para enredar la convivencia de muchas almas.
Es cierto que en un mantel de lino blanco una mancha de café resalta más per se, pues contrasta más con la blancura del tejido. Por lo que ya hay una tendencia natural a focalizar solo la mancha, e incluso a creer que el mantel es solo la mancha. Pero si además hay un comensal (el maligno) que empieza, exaltado, a decir “miren la mancha”, “ahí está esa mancha”, “¡qué cosa más fea la mancha!”, pues es fácil que el resto de comensales crea que el mantel es solo mancha.
Pero el mantel no es solo ese pedacito oscuro, y solucionar el problema de la mancha puede ser muy sencillo. Si lo que un día se regó es ya indeleble, se puede recortar ese pedazo manchado y zurcir ahí otro límpido, que con un buen bordado relucirá ahí cual bello adorno; o se puede poner encima un individual, o simplemente esperar que llegue el turno de lavado y aplicar sobre la mancha los productos necesarios. Pero en el momento en que se apunta la mancha, se puede tener la tendencia a creer que el mantel es todo mancha, cuando de un millón de hilos de lino solo diez están tocados.
Así con las personas.
No existe el ser humano perfecto. Tal vez por un buen movimiento de alma, tendemos a mistificar especialmente a aquellos que apreciamos, considerándolos como si no tuvieran pecado original. Pero resulta que sin pecado original solo la Virgen, tal vez San José y probablemente el Bautista, después de inmediata limpieza sobrenatural. Hasta los más altos santos tuvieron que luchar contra sus propias inclinaciones manchadas originales.
En ese sentido, es bonito recordar que ese santo de la dulzura, de la acogida y la ponderación que es San Francisco de Sales, tenía tal inclinación a la ira que sentía deseos de partir en dos a los autores de injusticias, incluso leves, cosa que si alguien percibiera, podría desdorar en su mente la gran figura del hijo del Conde de Sales. Pero resulta que Francisco Buenaventura de Sales y Boisy, incluso con esa ‘mancha’, tenía todas las potencialidades que con la ayuda de la gracia darían luego en una de las mayores joyas de la Santa Iglesia Romana.
Por esto, erraría crasamente quien considerara a Francisco solo por su terrible mal genio. No, a él, como a todos, había que considerarlo en una amplia visión de conjunto, donde, claro, se encontraba esa mala inclinación, pero al lado de sus muchas cualidades y de las potencialidades que debían fructificar bajo la acción de la gracia.
Porque al final todos somos semillas, que viven a veces bajo tierra rodeadas de gusanos, que con la acción del agua de la gracia y sus nutrientes florecerán en los más bellos lirios. Todos somos como esmeraldas en bruto, cubiertas de tierra y sin brillo, que talladas por la acción de la gracia bien pueden figurar en el centro de la corona de una majestuosa reina.
Entonces una forma de exorcizar esa ‘angustia de las manchas negras’ es justamente favorecer la visión de conjunto. Cuando nos sintamos tomados o indignados por un punto oscuro, buscar la visión panorámica de toda la realidad, que incluya también la visión de como puede evolucionar la cosa, colocando en esa visión el primordial elemento de la gracia, sin la cual somos poco, pero con la cual somos príncipes, porque todos somos llamados a ser príncipes en el Reino de los Cielos.
La vida puede hasta definirse como un adquirir visiones de conjunto, de acuerdo a la luz primordial de cada uno, como un rombo que se amplia para después ir percibiendo que el rombo se cierra en Dios.
Y así como de las visiones fragmentadas con frecuencia nace la angustia, de las visiones de conjunto nace la bondad, la paz.
Visión de conjunto, que es en el fondo sabiduría, porque Dios más que crear elementos aislados creó conjuntos que lo reflejan más a Él; pidamos la sabiduría al Trono de la Sabiduría, la Virgen, que por su fidelidad a Dios tenía la más alta visión de todas las cosas, comprendía las razones elevadas del movimiento de todo el Universo y guardaba todo esto en su Corazón para ahí mejor glorificar a Dios.
Por Saúl Castiblanco
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