En la Edad Media, la Iglesia promovió el mestizaje orgánico entre los distintos pueblos de Europa.
Redacción (21/06/2024, Gaudium Press) En la Edad Media, la Iglesia promovió el mestizaje orgánico entre los distintos pueblos de Europa.
“Tal síntesis constituía la figura global del europeo en su realidad psicológica y cultural más importante, e incluso temperamental, porque la Iglesia estaba creando un temperamento que era más importante que las particularidades locales.
“Es como si alguien mirara un vitral y viera cómo toda la policromía, en cierto modo, vale más que cada trozo de vidrio.
“Así era la Europa cristiana en su totalidad. Los defectos de las distintas razas no tenían ciudadanía, porque estaban unidos por cualidades, formando el europeo total”. [1]
Rey de Francia encarcelado en la Torre de Londres
Ese vitral fue roto por un inmenso pecado –cometido por una persona de altísima vocación– que, entre otros desastres, provocó la Guerra de los Cien Años.
El rey de Inglaterra Eduardo III, nieto de Felipe el Hermoso, heredó regiones del norte y suroeste de Francia; era, por tanto, súbdito del rey de aquella nación, Felipe VI de Valois.
Impulsado por el orgullo, Eduardo III se rebeló contra su señor e invadió Francia, con el objetivo de anexarla a su reino, dando lugar a la Guerra de los Cien Años.
Aunque el número de soldados ingleses era menor que el de los franceses, estos sufrieron derrotas sorprendentes. En 1340, en una batalla en el Canal de la Mancha, murieron 16.000 soldados y marineros franceses.
La gravedad de la situación de la Hija primogénita de la Iglesia llegó a tal punto que, tras la Batalla de Poitiers, en 1356, el rey de Francia Juan II el Bueno, hijo de Felipe VI, fue llevado a Inglaterra y encarcelado en la Torre de Londres, durante tres años. Sólo fue liberado después de pagar un enorme rescate y ceder aproximadamente un tercio del territorio francés a Eduardo III.
Bertrand du Guesclin
Pero un hombre heroico, Bertrand du Guesclin, obtuvo brillantes victorias contra los ingleses, cuyo poder se redujo a unos pocos puertos en Francia. En 1370, el rey Carlos V el Sabio le concedió el título nobiliario de Condestable, es decir, jefe supremo del ejército.
Diez años después, este gran luchador murió de fiebre mientras organizaba el asedio de un castillo dominado por los ingleses. Recibió la distinguida gloria de ser enterrado en la Basílica de Saint-Denis, cerca de París, donde se encuentran los restos de varios Reyes de Francia.
Y Eduardo III, que además del orgullo, se había dejado esclavizar por la sensualidad, murió en 1377, con su concubina a su lado; tan pronto como el rey expiró, ella retiró todos los anillos y otras piezas valiosas del cadáver y huyó…[2]
Pero la Guerra de los Cien Años continuó, en distintos intervalos, hasta 1453.
Peste negra y jacquerie
No sorprende que Daniel-Rops escribiera: La larga crisis provocada por esta guerra estuvo “evidentemente regida por el determinismo histórico”.[3]
Ahora bien, aquí determinismo significa fatalismo que niega la omnipotencia de Dios y la libertad humana. De hecho, todo esto ocurrió como castigo del Creador por los pecados cometidos.
Otro castigo terrible fue la peste negra que, entre 1347 y 1352, mató a la mitad de la población de Europa.
Una vez terminada la peste, estalló en Francia la jacquerie, una revuelta campesina encabezada por agitadores que, con el apoyo de mucha burguesía, invadieron castillos y asesinaron a un gran número de nobles. También destruyeron iglesias y monasterios.
En 1358, la jacquerie, que había causado 20.000 muertes, fue derrotada por las fuerzas reales.
Wyclif defendió el panteísmo
En esta época apareció en Inglaterra John Wyclif, un sacerdote que se rebeló contra la Iglesia y fue precursor de Lutero. Originario de una familia de pequeña nobleza, enseñó Teología en la Universidad de Oxford.
Escribió obras en las que negaba varios dogmas católicos, entre ellos la Transubstanciación, es decir, “la conversión de toda la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, dejando sólo las especies del pan y del vino, que tiene lugar en el Sacrificio de la Misa, en el momento en que el sacerdote, representando a Jesucristo, investido del poder divino recibido en el Sacramento del Orden, pronuncia las palabras de Consagración sobre el pan y el vino: ‘Este es mi cuerpo, esta es mi sangre’”. [4]
Afirmó que la Revelación divina está contenida sólo en la Biblia, negando así la Tradición que es la “palabra de Dios no escrita, sino transmitida por la voz de la Iglesia en sus enseñanzas, oraciones y disciplina”. [5]
También declaró: “nadie que esté en pecado mortal puede ejercer la autoridad eclesiástica o civil”. En una obra que contiene el núcleo de su doctrina, defendió el panteísmo y el fatalismo.
“Toda la Creación es una emanación; todo lo que es y sucede, es y sucede por necesidad, incluso el mal porque Dios lo quiere. (…) Dios quiere el pecado para que de él resulte el bien. Algunos están destinados a la bienaventuranza y otros a la condenación.”[6]
Restos quemados y arrojados a un río
En resumen, los errores de Wyclif “arruinan toda libertad humana, toda jerarquía social, todos los derechos de propiedad y conducen al desorden y al despilfarro moral”. [7]
En sus sermones comenzó a atacar a los clérigos fieles, llamándolos anticristos. Y quería restablecer, como los fraticelli, la iglesia de los pobres y la comunidad de bienes.
Con el apoyo del rey de Inglaterra, encabezó un movimiento contra el Papa. Gregorio XI lo convocó a Roma, pero él se rebeló y empezó a llamar al pontífice el Anticristo.
En 1382, la hermana de Wenceslao IV, rey de Bohemia (hoy Checoslovaquia), llegó a Inglaterra para casarse con el hijo de Eduardo III. Los miembros de su séquito conocieron las obras de Wyclif y llevaron copias de ellas a su país, lo que influyó en Jan Huss, otro precursor de Lutero.
En diciembre de 1384, Wyclif murió y fue enterrado en la iglesia de la que era párroco. Pero en 1427, por orden de Martín V, sus restos fueron retirados, quemados y arrojados al pequeño río que pasa cerca de la parroquia.
En 1378 se inició el “Gran Cisma de Occidente”, que sacudió profundamente al papado y fue una de las causas de la Revolución Protestante.
Que Nuestra Señora nos obtenga la gracia de combatir el mal desde los primeros síntomas, ya que la más mínima concesión conduce a los mayores horrores en la vida de cada persona, así como en las sociedades espirituales y temporales.
Por Paulo Francisco Martos
Nociones de Historia de la Iglesia
___
[1] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Cristandade: manifestação do esplendor da Igreja na sociedade temporal. In Dr. Plinio. São Paulo Ano 27, n. 311 (fevereiro 2024), p. 33.
[2] Cf. DARRAS, Joseph Epiphane. Histoire Génerale de l’Église. Paris: Louis Vivès. 1882, v. 30, p. 488.
[3] DANIEL-ROPS, Henri. A Igreja da Renascença e da Reforma (I). São Paulo: Quadrante. 1996, v. IV, p. 66.
[4] LOURENÇO, José. Dicionário da Doutrina Católica. Porto: Empresa Guedes. 1945, p. 233.
[5] Idem, ibidem, p, 232-233.
[6] WEISS, Johann Baptist. Historia Universal. Barcelona: La Educación. 1929, v. VII, p. 560.
[7] VACANT, A; MANGENOT, E. Dictionnaire de théologie catholique. Paris: Letouzey et Ané. v. 7-I, coluna 336.
Deje su Comentario