sábado, 23 de noviembre de 2024
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Asunción de María, quien no conoció la corrupción del sepulcro

¿Sabía Ud. que Nuestra Señora después del transcurso de esta vida terrena subió a los cielos en cuerpo y alma?

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Redacción (15/08/2024, Gaudium Press) ¿Sabía Ud. que Nuestra Señora después del transcurso de esta vida terrenal subió a los Cielos en cuerpo y alma?

El Dogma de fe

Después de una vida marcada por la Cruz de su Hijo Divino, llegó la hora de la alegría y el triunfo. Por singular privilegio, la Santa Madre de Dios subía a los Cielos en cuerpo y alma. Con la constitución apostólica Munificentissimus Deus, el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 definió este dogma de fe.

¿Nuestra Señora murió o no?

El Papa Pío XII en la fórmula dogmática del documento no define si Nuestra Señora murió o no, o sea, si fue elevada al Cielo después de haber resucitado, o si fue trasladada en cuerpo y alma al Cielo sin pasar por el trance de la muerte.

Las Sagradas Escrituras nos afirman que en términos generales todos los hombres mueren. Sin embargo, no nos afirman que todos los hombres murieron. Por el contrario, exceptúan algunos, como San Elías, que fue arrebatado en un carro de fuego, San Enoc, que fue llevado por el Espíritu de Dios antes de que llegase la muerte, o aún San Juan Evangelista, como creen muchos santos Doctores, que es probable que no murió, según la palabra de Dios (Jn 21,22).

Preguntamos ahora: ¿no se puede considerar lo mismo sobre Nuestra Señora? De una manera u otra, lo que la tradición cristiana y los Padres de la Iglesia garantizan es que el sagrado cuerpo de la Santísima Madre no sufrió la corrupción del sepulcro. El Tabernáculo bendito del Verbo Divino no fue reducido a polvo. La Iglesia aún no se ha pronunciado infaliblemente sobre este punto, y así, nosotros también prescindiremos de tratarlo aquí. Trataremos de hacerle comprender lo que llevó al Espíritu Santo a exclamar: ¿Quién es ésta que sube del desierto y apoyada en su amado? (Cant 8,5)?

¡La muerte de Nuestra Señora fue un sueño de amor puro por su Hijo!

Para resolver la cuestión, los santos Padres utilizan un hermoso término sobre la muerte de la Virgen Madre. Hablan de la “dormición” de Nuestra Señora. Su muerte fue semejante al declinar de una hermosa tarde, como un dulce y apacible sueño que no era tanto el fin de una vida, pero la aurora de una existencia superior. Para designarla, la Iglesia usa este término encantador: sueño o dormición de la Virgen. Si ella murió, el amor de su Hijo la resucitó y la elevó a los Cielos; si simplemente fue un sueño de amor, entonces el amor de Jesús la elevó a los Cielos de igual forma. Este es el motivo de nuestra fiesta, de nuestra gran alegría, en la que participan todos los santos y ángeles de la Iglesia militante y triunfante.

La Virgen María, ejemplo de amor divino, murió de amor por su Hijo, porque el último efecto del amor afectivo es la muerte de aquellos que se aman. Fue en esta plenitud de gracia que Nuestra Señora subió a los Cielos.

Contemplemos entonces qué tipo de sueño de amor fue ese o qué causa de muerte fue esa.

Nuestra Senora de la Asuncion 2

El Santo Simeón ya había profetizado esta muerte, cuando estuvo con Jesús Niño en los brazos: una espada traspasará tu alma (Lc 2,35). No dijo: una espada traspasará tu cuerpo, sino tu alma. Jesús había dicho: Yo no he venido a traer la paz, pero la espada (Mt 10,34), es decir: He venido a traer el fuego (Lc 12,49), he venido a traer el amor! ¡Esta es la Espada del amor que manejan las almas de fuego, o entonces, la espada de fuego que manejan las almas de amor! Y por eso, sobre la Asunción aún canta el Espíritu Santo: ¿Quién es ésta que se levanta como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército en orden de batalla (Cant. 6,9)? ¿Cómo podemos entender esta palabra? Sube como la aurora porque de ella nace un nuevo reino, el Reino de María. Es hermosa como la luna, porque tiene la belleza de la simplicidad y la humildad. Es brillante como el sol, porque fue revestida (Ap. 12,1) con la luz de la sabiduría divina, y es terrible como un ejército en orden de batalla, porque tiene un conjunto de hijos e hijas devotos y bien ordenados. Ordenados, porque están unidos y unidos porque tienen los mismos santos ideales, guardan la ley de Dios, luchan contra el pecado y buscan en todo la mayor gloria de Nuestro Señor y de su Madre Santísima.

Pero ¿qué fuego de amor, qué espada de amor fue ésta que traspasó el alma de la Santísima Madre y la elevó a los Cielos? Pensemos en la fuerza que el divino amor ejercía en su corazón virginal y el vehemente deseo de estar con su Hijo. Su tesoro (Mt 6,21), es decir, su Hijo estaba en el Cielo, hueso de sus huesos, carne de su carne (Gén. 2,23), y al Cielo volaba aquella Santísima Águila (Mt 14, 28). Donde esté el cuerpo, allí se reunirán las águilas. Su corazón, su alma, su vida, toda Ella estaba en el Cielo. ¿Por qué había de quedarse en la tierra? Esta dulce Madre amaba a Jesús más que nadie y su corazón maternal fue atravesado por la espada de dolor de su Pasión. Las Sagradas Escrituras y todos los santos Doctores nos dicen que Ella murió entre llamas de caridad y en holocausto perfecto por todos los pecados de la tierra. Por eso es Corredentora de la humanidad.

Llena de gracias y de méritos, es elevada a lo más alto de los Cielos

Después de la entrada triunfante de Jesucristo en el Cielo la entrada de su Madre fue la más esplendida y magnifica de todas. La Reina de Sabá había ido a ver al Rey Salomón, admirar su sabiduría, el orden admirable de su corte (1 Reyes 10,10) y le ofreció una enorme cantidad de oro, perfumes, piedras preciosas … riquezas que nunca se habían visto en Jerusalén. Oh, así también la Santísima Virgen, cuando subió a la cohorte celestial de su Hijo, el Nuevo Salomón, llevó el oro de su amor, los perfumes de su devoción, las piedras preciosas de su paciencia y resignación. ¿Qué alma subió a tan alta perfección? ¿Qué alma ha sido tan rica en dones, virtudes y privilegios? En la Jerusalén celestial nunca se había visto nada igual.

La revelación de José de Egipto, figura profética de María, nos ayuda a entender cómo subió a lo más alto del paraíso. El rey de Egipto honró tanto a José, que cuando su padre llegó para verlo le dijo: tu padre y tus hermanos vinieron a verte. El país de Egipto está a tu disposición. Haz que tu padre y tus hermanos ocupen el mejor lugar (Gn 47,5-6). Jesús dió a su Madre el lugar según su amor, la exaltó sobre todos los santos, Querubines y Serafines.

Nuestra Señora Asunta en nuestras almas, apoyada en los corazones de sus hijos muy amados

Pedimos hoy que la Santa Iglesia sea exaltada en la tierra como la familia de José, y a ella sea dado ocupar el mejor terreno (Gn 47,5-6) del mundo, porque nos vino a ver hoy con la mirada de la gracia y ternura de su Madre asunta. Que la Iglesia ocupe el mejor terreno del mundo, es decir, nuestros corazones. Y suba inebriada de delicias apoyada (Cant 8,5) en sus amados y fieles hijos.

Terminamos con San Luis G. de Monfort: “…entonces, cosas maravillosas han de ocurrir en este mundo, donde el Espíritu Santo, encontrando a su querida Esposa, como que reproducida en las almas, a ellas descenderá abundantemente y llenándolas de sus dones, particularmente del don de la Sabiduría, para hacer maravillas de la gracia. Mi querido hermano, ¿cuándo llegará ese feliz tiempo, ese siglo de María, en que innumerables almas escogidas, perdiéndose en el abismo de su interior, se convertirán en copias vivas de María, para amar y glorificar a Jesucristo? Este tiempo sólo llegará cuando se conozca y practique la devoción que enseño” (Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen p.217)

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