jueves, 21 de noviembre de 2024
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Cardenal Brandmuller sobre ordenación de mujeres: igualdad de derechos no es igualdad absoluta

Habló en Kath.net el purpurado, quien es uno de los mayores historiadores de la Iglesia.

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Foto: Aciprensa

Redacción (28/10/2024 09:31, Gaudium Press) Uno de los puntos que más han resaltado los medios, del Documento final del sínodo, al que ya el Papa le ha dado valor de documento pontificio, ha sido el de que “la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal también sigue abierta” y que “es necesario seguir discerniendo a este respecto”.

Relacionado con este tema, ha hablado el Cardenal Walter Brandmuller, uno de los mayores historiadores de la Iglesia, en Kath.net.

Resalta el purpurado alemán que los intentos de ordenación de mujeres “en el mundo de habla alemana, esto ocurrió —hasta donde podemos recordar— en el Sínodo de Würzburg de 1971-1976, un objetivo que todavía se persigue hoy, independientemente de la decisión doctrinal final de Juan Pablo II en la Sacerdotalis ordinatio de 1994”. Se refiere el Cardenal Brandmuller a la Carta Apostólica del Papa polaco “Ordenación sacerdotal”, que lleva como subtítulo “sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres”. Ahí, Juan Pablo II establecía que “con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. (n.4)

Entre tanto, el Cardenal Brandmuller no deja de constatar que “ya se han producido varias veces imitaciones sacrílegas de tales ordenaciones. La discusión parece no tener fin. Sin embargo, recientemente, al margen del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad, un grupo internacional de feministas no dudó en organizar imitaciones blasfemas de la ordenación de mujeres obispos y sacerdotes en un barco en el Tíber”.

“Hombres y mujeres son iguales sin restricciones —apunta el Cardenal—, iguales en derechos, pero no son iguales en absoluto. La biología también nos enseña que existe una diferencia genética fundamental entre los dos sexos, cuando nos damos cuenta de que el organismo femenino tiene dos cromosomas x, mientras que el organismo masculino tiene un cromosoma x y un cromosoma y. Esto significa que cada célula puede identificarse sin ambigüedades como masculina o femenina. Esto también corresponde a la diferencia entre la parte masculina y femenina en la transmisión de la vida, la paternidad o la maternidad. Asimismo, la misión del hombre y de la mujer en la sociedad y, por supuesto, en la Iglesia es diferente –aunque las feministas lo nieguen. Sin embargo, la esencia y misión del sacerdocio en la Iglesia es que la persona ordenada actúa in persona Christi en virtud del carácter sacramental, es decir, representa a Jesucristo. El hecho de que esto sólo puede ser hecho de manera significativa por un hombre ordenado nunca ha sido cuestionado desde el comienzo de la Iglesia”.

Recuerda el Cardenal que aunque Jesús tenía un especial afecto a algunas mujeres, como Marta y María, y que incluía a mujeres entre sus seguidoras, sus ministros fueron hombres.

“La voluntad del Dios-hombre fundador de la Iglesia —y por tanto su inviolable ley fundamental— es reconocible en su tradición ininterrumpida de dos mil años. Esto no puede ser cuestionado por las aberraciones culturales y sociopolíticas. Por tanto, sería un error ver esta afirmación como una expresión de arrogancia clerical. En realidad, no son las capacidades, el valor y la dignidad de hombres y mujeres lo que está en cuestión, sino más bien su naturaleza y misión única prevista por el Creador. En definitiva: hombre y mujer tienen el mismo valor, la misma dignidad, pero no son iguales en absoluto. Asimismo, cada uno de los dos sexos tiene la misma importancia en la transmisión de la vida, pero no el mismo papel. Por eso su posición en la sociedad y en la Iglesia es igualmente importante, pero no igual”.

De hecho, ya en Sacerdotalis ordinatio, Juan Pablo II mostraba que “el hecho de que María Santísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial, muestra claramente que la no admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal no puede significar una menor dignidad ni una discriminación hacia ellas, sino la observancia fiel de una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del universo”.

El Papa Wojtyla sin embargo no era ciego, y veía que la doctrina de que solo pueden ser ordenados hombres, “en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación”, y por esto definía de modo solemne que las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes, y que eso debía ser considerado como definitivo.

El Cardenal Brandmuller estima que para ciertos modernos, “el dogma y la estructura de la Iglesia también están sujetos a la ley del cambio constante”, de la “evolución”. Sin embargo, fue el propio Cristo quien estableció “de una vez por todas” la forma de “su Iglesia”.

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