En la madrugada del 30 de mayo de 1431, el obispo Cauchon fue a la prisión donde estaba recluida Santa Juana de Arco y le dijo: “¡Puedes ver que tus voces eran falsas porque no vinieron a salvarte de nuestras manos!”
Redacción (13/11/2024 11:25, Gaudium Press) Mientras Jesús estaba en la Cruz, los príncipes de los sacerdotes y los escribas gritaron: “A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse”. (Mt 27, 42). El obispo Cauchon fue a la prisión donde estaba Santa Juana de Arco y le dijo: “¡Puedes ver que tus voces eran falsas porque no vinieron a salvarte de nuestras manos!” Es otra similitud más con lo que le sucedió a Jesús.
A las ocho horas, Santa Juana de Arco fue llevada en una carreta a la plaza del Mercado Viejo de Ruan, donde se dispuso leña para la hoguera. Mientras el vehículo circulaba, dos sacerdotes hicieron múltiples intentos para que ella abjurara de “las voces”, pero ella los ignoró, confirmando así que no se había retractado de la farsa llevada a cabo en el cementerio la semana anterior.
Suprema hazaña de heroísmo
Cuando el vehículo llegó cerca de la pila de leña, un miembro del tribunal que la había condenado colocó un gorro en la cabeza de la virgen, con figuras de dos demonios y las palabras: “hereje, negligente, apóstata, idólatra”. Y un sacerdote dominico predicó contra ella.
Al bajarse de la carreta pidió a los frailes de la parroquia cercana que le trajeran la cruz procesional, y ellos la atendieron. Ella la abrazó y permaneció así hasta que la amarraron. Pidió agua bendita, pero no le dieron…
Una vez prendido el fuego, comenzó a sentir los estertores de la muerte, pero “no dio un gemido de dolor, pidiendo clemencia. Al contrario, […] como Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz, gritó con voce magna, con gran voz, que ciertamente se escuchó en toda la plaza: ‘¡Las voces no mintieron! ¡Las voces no mintieron!’ Fue otra manifestación más de convicción en la santidad de su causa”.
Con esa proclama, ella como que estimulaba a los franceses: “Seguid luchando porque las voces en cuyo nombre os conduje a la victoria vienen del cielo. Por tanto, el cielo os dará la victoria total”.
“Este testimonio, dado en el momento de la muerte, es una hazaña suprema de heroísmo que vale más que la entrada triunfal en Reims, junto al rey que iba a ser coronado, la entrada gloriosa y heroica en Orleans, o cualquier otra cosa de lo que ella realizó”. [1]
El Papa no hizo nada para defender a Santa Juana de Arco
Justo cuando expiraba, varias personas vieron una paloma blanca salir de las llamas. Su corazón quedó intacto. “Esto también significaba una manera de decir: ‘Muero, pero mi corazón vela y proclama: Las voces vinieron del Cielo’”.
El Cardenal de Winchester, que presidió los trabajos para quemar a la Santa, ordenó que sus restos y su corazón ileso fueran arrojados al río Sena, para que no quedaran reliquias de ella.
Poco después de la muerte de la heroica virgen, innumerables personas dijeron que se había cometido un gran crimen y pidieron a Dios que castigara a los culpables.
El obispo Pierre Cauchon, once años después, murió de apoplejía mientras se afeitaba. El juez principal que aprobó su ejecución fue encontrado muerto en una presa. El sacerdote dominico que predicó contra ella en la Plaza del Mercado Viejo quedó leproso.
Terriblemente perseguida por un cardenal, un arzobispo, algunos obispos y varios sacerdotes, apeló al Papa. Sin embargo, Martín V –que reinó desde el 11 de noviembre de 1417 al 20 de febrero de 1431– no hizo nada para defenderla.
Arzobispo de Reims: traidor nombrado cardenal
En 1456 se llevó a cabo un proceso de rehabilitación de Santa Juana de Arco, liderado por profesores de la Sorbona. De hecho, ellos deberían estar sentados en el banquillo…
Este proceso tuvo, sobre todo, el objetivo de absolver al cuerpo docente de esa universidad, cuyos integrantes, casi todos, trabajaron por la muerte de la Santa; y también el obispo Cauchon, que fue nombrado obispo de Lisieux un año después de condenar a muerte a la virgen inocente.
Pero este prelado dependía del arzobispo de Reims, Regnault de Chartres, responsable de la desaparición de las actas del proceso celebrado en la ciudad de Poitiers, en marzo de 1429, en el que ella fue declarada inocente.
Como canciller del reino, Regnault boicoteó sus operaciones militares y la entregó a los ingleses en Compiègne, un año después, a través de Cauchon que recibió 10.000 libras en pago… Eugenio IV, en 1439, lo nombró cardenal. [2]
Quien de hecho la rehabilitó fue San Pío X, beatificándola el 13 de diciembre de 1908.
Ella regresará nimbada de esplendor y potencia
Lleno de veneración por esta virgen heroica, Monseñor João Clá escribió:
“La figura de La Pucelle –La Doncella– emerge como una centella divina capaz de encender fuegos de gracia y mover epopeyas sacrosantas. En este aspecto representa a la Virgen Fiel, terrible como un ejército en orden de batalla, que aplasta perpetuamente la cabeza de la serpiente.
“Su audaz e incansable pugnacidad, combinada con la más inmaculada virginidad, la convierte en un símbolo, una luz, una gloria para la Historia. Con ella se inaugura un nuevo camino de santificación femenina, en el que la dulzura propia de la mujer se armoniza con el espíritu guerrero y la integridad de una pureza sin mancha.
“Santa Juana de Arco es uno de los tesoros de beligerancia contra el mal escondido en el Inmaculado Corazón de María, que debía manifestarse cuando se hicieran evidentes los signos de descomposición de la Civilización Cristiana. Ella es el canto del cisne de la Caballería, de la castidad unida a la combatividad, de la fidelidad a Dios y al rey; en definitiva, del elixir más preciado de la Edad Media.
“Pero no sólo eso. Ella es una profecía para el futuro porque, a través de su amada hija, Nuestra Señora derramará gracias de fortaleza, esplendor y triunfo sobre los soldados de Cristo”. […]
Ella “entregó su alma a Dios en medio de las llamas, proclamando su fidelidad a la inspiración divina: ‘¡Las voces no mintieron!’. De esta manera venció los intentos de los jueces malvados que querían hacerla negar las apariciones. Semejantes palabras constituyen un grito de confianza más heroico que los mil riesgos que afrontó en la batalla.
“Su martirio a manos de los ingleses simboliza la exhalación al cielo de un ideal imperecedero, del que los hombres se habían vuelto indignos. Sin embargo, aquellos que tienen fe sólo necesitan escuchar su nombre para darse cuenta de que ella regresará de manera misteriosa, llena de esplendor y poder, para animar a las huestes del bien contra las insidias de la raza de las serpiente y conducirlas a la victoria más resonante.
“En Santa Juana de Arco brillan la excepcionalidad de la vocación, la confianza ante el absurdo, la virginidad intocable, la combatividad incansable y la magnificencia de las victorias combinada con el estruendo de los fracasos”. [3]
Canonizada por Benedicto XV el 16 de mayo de 1920, su memoria se celebra el 30 de mayo.
Por Paulo Francisco Martos
Nociones de Historia de la Iglesia
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[1] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A epopeia de Santa Joana d’Arc. In Dr. Plinio. São Paulo. Ano XV, n. 170 (maio 2012), p. 20-21.
[2] SEQUEIROS, Marie de la Sagesse, Santa Juana de Arco. Buenos Airez: Katejon. 2018. BOULANGER, Charles. 7 juillet 1456, enterrement de l’afffaire Jeanne d’Arc, triomphe de l’Université de Paris. Rouen : Ed. Maugard. 1956.
[3] CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens. São Paulo: Arautos do Evangelho. 2020, v. III. p. 91-92.
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