San Eloy o San Eligio, nace cerca de Limoges al final del S. VI. Flandes debe en buena medida su conversión a él.
Redacción (01/12/2024, Gaudium Press) San Eloy de Noyon, o San Eligio, Obispo, nace en Chaptelat, cerca de Limoges, por vuelta del año 588.
Aprendió con su padre el arte del grabado en metal, y estando en París el rey Clotario II le encomendó un trono adornado de oro y piedras preciosas.
El monarca admirado del trabajo del joven, lo tomó para su casa y lo nombra jefe de la casa de moneda. Pero aún en medio de los peligros de la vida de corte, su comportamiento siguió virtuoso, distinguiéndose por la caridad hacia los pobres.
San Eligio rescató muchos esclavos, y varios permanecieron a su servicio toda la vida, siendo de esa manera fieles a su generosidad.
El rey Dagoberto I amó como su padre al santo. Le regaló las tierras de Solignac del Limousin, donde San Eligio fundó un monasterio. El rey también regaló al santo una casa en París, para que fuera convento de religiosas.
Pero como le faltaba un poco de terreno para completar esa construcción, pidió al rey que se lo diese. Sin embargo, el santo tomó un poco de terreno de más, y cuando se dio cuenta, fue a pedirle perdón al rey. “Algunos de mis súbditos no tienen el menor escrúpulo en robarme posesiones enteras, en tanto que Eligio se angustia por haber tomado unas pulgadas de tierra que no le pertenecen”, decía admirado el rey.
Finalmente fue elegido obispo de Noyon y Tournai.
Su objetivo fue la conversión de los paganos, que eran muchos en su región. Buena parte de Flandes debe su conversión al santo obispo.
Su caridad vencía la obstinación de los paganos
La caridad del santo, que atendía profusamente a los enfermos y protegía los derechos de todos, terminaba venciendo la obstinación en el paganismo de muchos.
En sus prédicas se inspiraba en los sermones de San Cesario de Arlés. Combatió con celo infatigable las prácticas supersticiosas de los paganos, invitando a la oración al único Dios verdadero, a la comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo, a la recepción de todos los sacramentos.
También en Noyon fundó un monasterio de religiosas.
Poco antes de morir, fue consejero de la reina regente Batilde, que mucho lo tenía en consideración.
Hizo que el Concilio de Chalon prohibiera la venta de esclavos fuera del reino, un avance hacia su emancipación.
Después de 9 años de gobernar su diócesis, vio proféticamente su muerte y se lo dijo a su clero.
Tiempo después contrajo una fiebre y a los seis días entra en agonía. Como vio a su clero llorar, él tampoco pudo contener las lágrimas, y encomienda a todos a Dios. Eso ocurrió el 1 de diciembre de 660.
La reina Batilde, que quería verlo aún con vida, solo llega un día después de su muerte. Quiso llevarse sus restos a un monasterio que el santo había fundado en Chelles, pero el pueblo se opuso, y fue sepultado en Noyon.
Con información de las Vidas de los Santos de Butler.
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