jueves, 19 de diciembre de 2024
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Pedir al Divino Niño que nos limpie, por intercesión de su Madre

¡Qué parecido es el mundo de hoy al de la primera Navidad! Todo pareció desmoronarse; sin embargo, las almas esparcidas por la tierra esperaban una restauración. ¿No llegará también para nosotros un acontecimiento que nos liberará del horror en el que nos encontramos?

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Redacción (19/12/2024 09:13, Gaudium Press) ¡Un niño está a punto de nacer en Belén! ¿Qué decir de este evento?

Cuando el Verbo se encarnó y habitó entre nosotros, ¿cuál era la situación de la humanidad? Sin duda, muy similar a la actual.

El mundo de hoy agoniza como agonizó el mundo en vísperas del nacimiento de Nuestro Señor. Todo es desconcertante, locura y delirio. Cada uno busca aquello que cada vez más se le escapa, como el bienestar, la vida egoísta, el goce infame, las treinta monedas con que cada uno vende al Divino Maestro, que implora la defensa y el entusiasmo de aquellos a quienes ha redimido.

Es muy probable que en estas condiciones, a través de la inmensidad de la tierra, haya algún hombre que gime al presenciar el mundo desmoronarse; es el hundimiento de la Cristiandad o, tremendo, la terrible crisis de la inmortal Santa Iglesia, fundada y asistida por Nuestro Señor Jesucristo, en tal decadencia que, si supiéramos que es mortal, podríamos llegar a decir que está muerta.

Me pregunto: ¿no nos llegará un gran acontecimiento, tal vez uno de los más grandes de la historia –aunque infinitamente pequeño en comparación con la Santa Navidad–, que también nos liberará de todo el horror en el que nos encontramos?

¿Qué regalar y pedir al Niño Jesús?

Al pie del pesebre, si Dios quiere, celebraremos la Santa Navidad, y debemos llevar nuestros regalos al Niño Dios, como lo hicieron los Reyes Magos y los pastores. Mientras tanto, ¿qué darle? ¡El mejor regalo que Él quiere de nosotros es nuestra propia alma, nuestro corazón! El Divino Niño no desea de nosotros otro regalo que éste.

Alguien dirá: “¡Qué regalo tan mísero entregarme a Él!” ¡No es cierto! Si Jesús nos recibe en sus divinas manos, nos convertirá en vino como lo hizo con el agua en las Bodas de Caná, y seremos diferentes. Digámosle: “¡Señor, cámbiame! “Purifícame con el hisopo y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve” (Sal 50, 9). Tu don, Señor, es la criatura que te pide: ¡rocíame, purifícame!”.

Ahora bien, debemos ofrecer este don por intercesión de Nuestra Señora, porque ¿cómo atrevernos a ofrecer algo por nosotros mismos, sino a través de Ella? Y si todo lo hacemos por ti, ¿por qué no pedirle a Nuestro Señor un don también por medio de su Madre? Sin duda, el don fundamental que debemos implorar es el siguiente: “¡Señor, cambia el mundo! O, si no hay otra manera, ¡acorta los días cumpliendo las promesas y amenazas de Fátima! Pero, para perseverar al menos a los que aún perseveran, Señor, ten piedad de ellos, acorta los días de aflicción y haz realidad lo antes posible el Reino de tu Madre”.

Mientras cantamos “Stille Nacht, Heilige Nacht” y los demás cantos sagrados de Navidad, debemos tener en cuenta lo siguiente. Es muy hermoso y muy bueno el recuerdo del acontecimiento ocurrido hace dos mil años, sobre todo porque estamos convencidos de que Nuestro Señor continúa presente en su Santa Iglesia y en la Sagrada Eucaristía, y que su Madre nos ayuda desde el Cielo. tierra, sin embargo, debemos pedir una presencia real y victoriosa del Divino Infante!

Incluso podemos darle otra formulación a esta petición: “¡Ut inimicos Sanctæ Matris Ecclesiæ humiliare digneris, te rogamus audi nos! Señor recién nacido, que descansas en los brazos de tu Madre como en el trono más espléndido que jamás hubo ni habrá para un rey en la tierra, te rogamos: dígnate humillar, degradar y castigar a los enemigos de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, empezando por los más terribles; ¡Y estos no son los externos, sino los internos! Quitarles influencia, prestigio, cantidad y capacidad de hacer daño”.

En definitiva, pidamos la forma más exquisita de la victoria de Nuestro Señor: ¡el aplastamiento de sus adversarios y la victoria de su Santa Madre!

Plinio Correa de Oliveira

(Texto extraído, con adaptaciones, de Revista Dr. Plinio n. 285, diciembre. 2021.)

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