Introduzcámonos en el túnel del tiempo y situémonos en la ciudad alemana de Dresde, a mediados del siglo XV.
Redacción (23/12/2024, Gaudium Press) Imaginemos cuán paradisíaca debía ser la convivencia de la Sagrada Familia en el seno de la humilde casa de Nazaret y qué hacía el pequeñito Niño Dios cuando al estar con hambre le pedía a su Madre algún alimento.
¿Qué le daría Ella a Jesús? ¿Un pedazo de pan? Si era esto, se trataría, evidentemente, de un manjar de primerísima categoría. Porque si “el aroma del pan es la honestidad del panadero”, conforme se suele decir, ¿cómo sería el olor de una iguaria preparada por la Reina del Cielo y de la tierra?
Intentando imaginar e imitar un pan hecho por la Virgen María para el Niño Jesús, podemos usar una receta de los habitantes de Dresde (Alemania) que preparaban durante el Adviento un pan llamado Stollen: un pan levemente fermentado y dulce, que contiene mucha mantequilla, especias, frutos secos y fruta confitada, entre otros ingredientes.
Introduzcámonos en el túnel del tiempo y situémonos en la ciudad alemana de Dresde, a mediados del siglo XV. En aquella época todavía estaba vigente en la Iglesia la llamada Butter-Verbot (prohibición de la mantequilla), que prohibía el consumo de mantequilla durante los períodos de abstinencia. Por este motivo, los habitantes de Dresde preparaban durante el Adviento un pan llamado Stollen, elaborado únicamente con agua, levadura, harina y aceite vegetal. Su sabor disgustó tanto a Ernesto de Sajonia y a su hermano Alberto que decidieron pedir permiso al Papa Nicolás V para incluir mantequilla en su preparación, al menos en las comidas que se consumían en la corte. La petición, sin embargo, fue rechazada por el Pontífice. Perseverantes en su propósito, los príncipes siguieron insistiendo a cada uno de los Papas que le sucedieron hasta que, finalmente, Inocencio VIII se los concedió.
Al principio sólo los nobles se beneficiaban del privilegio, pero pronto se extendió a todo el pueblo. Y, con el tiempo, la preparación del Stollen se fue enriqueciendo hasta llegar a la receta actual: un pan ligeramente leudado y dulce, que contiene mucha mantequilla, especias, frutos secos y confitados, entre otros ingredientes.
Dependiendo de quien lo hace, adquiere un sabor propio. Las variantes se multiplicaron de generación en generación y no faltan los que mantienen en secreto la forma de prepararlo.
Pero se trata siempre de un pan típico de la época de Navidad, cuyo formato alargado y blanca cobertura recuerda a los alemanes la silueta del Niño Jesús envuelto en pañales.
El Stollen también tiene otra característica que evoca al Niño Jesús. Los habitantes de Dresde dicen que, para estar en el punto ideal, se debe empezar a elaborar seis meses antes de las vacaciones de Navidad, lo que lo convierte de alguna manera en un símbolo del propio Adviento.
“Nada grande sucede de repente”, dice el adagio latino… La Santísima Virgen tuvo que esperar nueve meses para dar a luz a su Hijo Unigénito, tiempo durante el cual creció en sublime intimidad y relación amorosa con Él. Y la Santa Iglesia, en su sabiduría, estableció un tiempo de meditación y espera para afinar nuestras almas con vistas a la Solemnidad de Navidad.
Así que, mientras el Stollen reposa en el taller del panadero alemán, o en la despensa de nuestro hogar, y María se prepara para la llegada del Niño Jesús, preparemos nuestro espíritu para este gran acontecimiento. Ofrezcamos nuestro corazón al Redentor como un acogedor refugio, para que, instalado afectuosamente, reine sobre cada uno de nosotros.
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