El Primer ministro canadiense anunció ayer, día de Reyes, que tras casi una década en el poder, abandonará su cargo de primer ministro, en el que permanecerá hasta que su Partido, el Liberal, elija un nuevo jefe.
Redacción (07/01/2025, Gaudium Press) Ciertamente la Iglesia en Canadá respirará con alivio después de la partida de Justin Trudeau del gobierno de Canadá. Trudeau anunció ayer, día de Reyes, que tras casi una década en el poder, abandonará su cargo de primer ministro, en el que permanecerá hasta que su Partido, el Liberal, elija un nuevo jefe; pero esto antes de la revocatoria del Parlamento, que ocurrirá el 24 de marzo.
De hecho, como destaca BBC News, al ministro ya se le preguntaba a menudo cuando iba a renunciar, pero no lo contradictores, sino personas de su propia bancada. Él mismo, en su conversación ayer con periodistas, expresó que “si tengo que librar batallas internas, no puedo ser la mejor opción en estas elecciones” venideras. Aumento del costo de vida, inflación, muchas promesas incumplidas, descontento con sus políticas de inmigración de puertas abiertas, algunos escándalos más de tipo personal, son diversos los factores apuntados por los analistas para explicar el significativo descenso de popularidad de Trudeau y su partido, que terminó por enrarecer el ambiente en sus propias filas pues es el propio partido el que ve comprometido su futuro.
Pero si alguien puede decir que no lamentará la despedida del Primer Ministro, es la Iglesia en Canadá.
“Durante sus nueve años de mandato como primer ministro canadiense, Justin Trudeau ha defendido causas que contradicen directamente las enseñanzas católicas fundamentales con respecto a la vida humana y ha emprendido otras acciones que han perjudicado a la Iglesia local”, afirma sin tapujos el articulista del National Catholic Register.
De hecho, en materia de vida y familia, son muchos los que afirman que Canadá es abanderada, pero en la que Juan Pablo II llamó la Cultura de la Muerte, particularmente en lo referente a legislación sobre eutansia, suicidio asistido y promoción del aborto. Pero también la Iglesia quedó herida, y no poco, en un tema que ya es histórico, el asunto de las inexistentes “fosas comunes” donde supuestamente yacerían cientos de niños indígenas, enterrados de forma subrepticia en terrenos de las escuelas residenciales católicas. Todo esto, por lo demás, un perfecto bulo, pero una falsedad con consecuencias de terrorismo, si se piensa en las decenas de templos quemados a lo largo y ancho del país, como consecuencia del odio desatado por las ‘siniestras’ fosas comunes.
Eutanasia y suicidio asistido
“El sufrimiento y la muerte son realmente aterradores y el instinto de retroceder ante el dolor es universal. Pero la eutanasia y el suicidio asistido no son la respuesta”, escribió el arzobispo de Winnipeg, Mons. Richard Gagnon de Winnipeg, en carta de 2020 a Trudeau cuando el gobierno impulsaba expandir aún más el suicidio médicamente asistido. “En este punto de la historia de Canadá, deberíamos preguntarnos, con integridad y honestidad, qué tipo de cultura estamos dejando a las generaciones futuras”, afirmaba el prelado.
Fue en el año 2016, que el Parlamento Canadiense con el pleno apoyo de Trudeau, aprobó la ley MAID (Medical Assistance in Dying – Asistencia Médica en el Morir), tras un dictamen de la corte suprema del país, que establecía que las leyes que prohibían el suicidio asistido eran inconstitucionales. Y aunque Trudeau se vanagloriaba que se había conseguido una ley responsable y equilibrada, la verdad es que ella lo que hizo fue promover la práctica del suicidio asistido, que de 2016 a 2022 se disparó, aumentando una media cada año del 31%. “La protección de los canadienses vulnerables” de la que se enorgullecía el Primer Ministro con la ley, se había transformado en aceleramiento del fin de la vida de muchos de esos débiles.
Entre tanto, la cosa no paró con la MAID de 2016, sino que esta fue ampliada en el 2021, para incluir a las personas con enfermedades incurables, aunque no terminales. En el 2023, el suicidio asistido médicamente ya representaba 1 de cada 20 muertes en Canadá. Y siguen los empeños para ampliar la ley a personas que padecen enfermedades mentales: Todo un programa que recuerda fallidos pero sangrientos intentos de ‘depuración de raza’ de otro tiempos. Este caminar también le ha pasado factura al prestigio de Trudeau, tanto que el líder conservador Pierre Poilievre, se opone a este último intento de ampliación de la ley de suicidio asistido, y dice que “para los muchos que sufren depresión y están perdiendo la esperanza”, lo que hay que hacer es “convertir su dolor en esperanza”.
Aborto
En materia de aborto, el gobierno de Trudeau también fue campeón, un sombrío adalid, aunque no tiene la exclusividad del mérito, pues al parecer el aborto goza lamentablemente de amplio apoyo en la opinión.
A lo largo de su mandato, el primer ministro canadiense ha atacado a los centros de maternidad por ofrecer lo que ha llamado “asesoramiento deshonesto”. Y en noviembre, presentó una legislación que modificaría la legislación fiscal canadiense para obligar a los centros de maternidad a revelar si ofrecen servicios de aborto o control de la natalidad, so pena de arriesgarse a perder su condición de organizaciones benéficas exentas de impuestos.
Trudeau, también hizo que su voz pro-aborto traspasase las fronteras, cuando en la Cumbre Global Citizens de 2023 en Nueva York, lamentó los esfuerzos pro vida tras la caída del caso Roe v. Wade, que en el año 73 había abierto las puertas del aborto en los EE.UU. “¿Cuándo vamos a dejar de tener que volver a litigar sobre esto?”, preguntaba. “Las mujeres siguen teniendo que defender derechos básicos que deberían haber sido y han sido reconocidos hace mucho tiempo”.
Ya desde el inicio de su reino, los obispos católicos reprochaban al primer ministro su promoción ‘imperialista’ del aborto, allende las fronteras. Mons. Douglas Crosby, entonces presidente de ese episcopado, escribía una carta a Trudeau en el 2017, diciéndole que “esa política es un ejemplo reprensible del imperialismo cultural occidental y un intento de imponer ‘valores’ canadienses equivocados pero llamados ‘valores’ a otras naciones y pueblos”, le dijo el obispo Crosby a Trudeau en la carta de marzo de 2017. “Eso explota a las mujeres cuando más necesitan atención y apoyo”, decía, “y subvierte trágicamente la verdadera atención sanitaria prenatal”.
Las “fosas comunes inexistentes”
En el año 2021 la Primera Nación Indígena del sur de la Columbia Británica anunciaba que se habían descubierto más de 200 tumbas sin marcar de niños indígenas en un antiguo internado católico, lo que motivó que una avalancha de medios de comunicación publicaran historias hablando de varias “fosas comunes” de niños, que habían sido enterrados de forma encubierta junto a esas escuelas, las cuales funcionaron durante más de un siglo en Canadá. Ya pasaron varios años, sin que se haya encontrado una sola prueba que confirme la existencia de tales “fosas”.
Pero la seriedad en la investigación no primó particularmente en el gobierno del primer ministro Trudeau, quien prendió motores y ventiladores de críticas a la Iglesia
Además de ordenar que las banderas ondearan a media asta en todo el país, el primer ministro pidió “como católico” que el Papa Francisco viniera a Canadá para disculparse con los “canadienses indígenas en suelo indígena” por lo que había ocurrido en los internados del país. Trudeau, ya en actitudes dramático-teatrales, hizo una visita muy publicitada a un cementerio indígena, durante la cual fue fotografiado arrodillado y con aspecto desamparado sobre una tumba con un osito de peluche en la mano.
Puestas las causas, vienen las consecuencias, quien siembra vientos, recoge huracanes: Aumentaron en más del 260% de los crímenes de odio anticatólicos en Canadá en 2021. Más de 120 iglesias católicas han sido vandalizadas, incendiadas o quemadas hasta los cimientos desde que estalló la controversia. Para Trudeau, aunque esas acciones eran “inaceptables”, eran también “totalmente comprensibles”. Menudo hijo de la Iglesia.
Ya va siendo hora, ante la total falta de evidencias, que el gobierno Trudeau en cabeza de su ministro saliente, se disculpe con la Iglesia, algo que hasta ahora no ha ocurrido. Aún hay tiempo, corto, pero lo hay. En cualquier caso las esperanzas no son muchas.
La Canadá actual en buena medida fue ‘hecha’ por la Iglesia. Tras la quema de decenas de templos, quedó en no pocos la sensación de que se estaba quemando la casa de la madre. Ya va siendo hora de reconciliarse con ella.
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