“Nuestras familias buscaban una educación que formara mentes y almas. Muchas escuelas católicas se han desviado hacia modelos seculares”.
Redacción (21/01/2025, Gaudium Press) Como párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, el padre Robert Sirico supervisó la refundación de la escuela parroquial, Academia del Sagrado Corazón (Sacred Heart Academy), al estilo de una academia católica clásica. Esta iniciativa le valió notoriedad nacional. Inspirado por esta transformación, el padre Sirico fundó el Instituto San John Henry Newman, centrado en la educación católica clásica y la liturgia reverente. Él también es presidente emérito y cofundador del Instituto Acton para el Estudio de la Religión y la Libertad, habiendo escrito y publicado más de doscientos artículos y varios libros.
En este artículo, escrito para The Wall Street Journal, el padre Sirico describe cómo la educación en el hogar (homeschooling) ha revitalizado la parroquia católica Sagrado Corazón de Jesús, destinada a desaparecer, y la ha convertido en un entorno propicio para el florecimiento de las vocaciones religiosas. Para él, el objetivo último de la educación católica no es preservar las instituciones, sino salvar almas:
“Cuando me convertí en párroco de la Iglesia Católica del Sagrado Corazón de Jesús en Grand Rapids, Michigan, en 2012, heredé una parroquia al borde del colapso. Fundada en 1904 por inmigrantes polacos, la parroquia había visto cómo su otrora próspera comunidad se trasladaba a los suburbios o abandonaba su fe. Lo que quedó fue una rectoría en ruinas, una iglesia abandonada y una escuela con 68 estudiantes, en lugar de los alrededor de 900 de mediados de los años 60’s.
“La parroquia estuvo a punto de fusionarse con otra y el obispo me dio la opción de cerrar el colegio. Decidí investigar antes de tomar cualquier decisión.
“A medida que conocí a los feligreses, descubrí una comunidad diversa y dinámica. Había miembros mayores, familias jóvenes, estudiantes universitarios y un grupo de padres que educaban a sus hijos en casa, muchos de los cuales participaban en la tradicional misa en latín.
“Una conversación fue especialmente formativa. Le pregunté a una madre si consideraría inscribir a sus hijos en nuestra escuela. “Padre”, dijo, “nuestros hijos son lo más preciado de nuestras vidas. Queremos que reciban la fe con la que crecimos. No sé si su escuela puede ofrecer eso”. Me pregunté: ¿Qué estábamos ofreciendo?
Misa diaria, uniformes tradicionales
“Nuestra renovación comenzó con un cambio de perspectiva. En mis homilías, animé a la parroquia a ver la escuela no solo como una institución, sino como parte de nuestra misión de difundir el Evangelio. Siguieron varios cambios. Pedí a estudiantes, padres y maestros que participaran juntos en la misa diaria. Introdujimos uniformes tradicionales y eliminamos el programa federal de almuerzos calientes para recuperar la independencia de las restricciones regulatorias. Los padres participaron más en la preparación de las comidas, fomentando un sentido de comunidad más fuerte.
“También innovamos al crear un programa híbrido. Los estudiantes que estudiaban en casa podían asistir dos días a la semana, asistir a misa, usar el uniforme e integrarse con los estudiantes de tiempo completo. Este modelo, combinado con un plan de estudios revisado, transformó la cultura de nuestra escuela. Entre otras renovaciones, el aumento del silencio y la reverencia en la misa y el uso de cánticos y arte clásico en todo el edificio crearon un ambiente más contemplativo que ayudó a los estudiantes a mantener la conciencia y el respeto mutuo.
“Con el tiempo, muchas familias que educaban [a sus hijos] en casa comenzaron a confiar en la escuela y se matricularon a tiempo completo. Trajeron consigo una identidad católica más profunda y un sentido renovado de misión y participación de los padres. Su ejemplo atrajo a más familias, locales y de fuera del estado.
“Nuestras familias buscaban una educación que formara mentes y almas. Muchas escuelas católicas se han desviado hacia modelos seculares, utilizando planes de estudio de escuelas públicas que presentan una comprensión fragmentada del mundo en lugar de una visión del todo y de la forma en que la belleza, la razón, la oración, la ciencia y otras disciplinas se integran en la búsqueda de la verdad. Elegimos la última opción y también destituimos a los profesores de escuelas públicas financiadas por el estado cuyos trabajos requerían que quitáramos los símbolos religiosos de las aulas. Esta fue una decisión costosa, pero necesaria para preservar nuestra identidad cristocéntrica.
“Nuestros estudiantes juegan un papel muy importante en el futuro de la iglesia. Según un análisis reciente realizado por Pillar, un sitio web de noticias católico, puede haber al menos un niño católico educado en casa por cada tres en una escuela católica. Entre los primeros están aumentando las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Según los datos disponibles, los educados en el hogar tienen “tres o cuatro veces más probabilidades de seguir una vocación que la población católica en general”.
“Hoy, la Academia del Sagrado Corazón tiene casi 400 estudiantes, con listas de espera para muchos grados. El éxito de la refundación de nuestro colegio surgió de escuchar a las familias y adaptarnos a sus necesidades espirituales y educativas.
“Sin embargo, en muchas parroquias continúa la resistencia a la educación en el hogar. Algunos progresistas se oponen a las formas tradicionales de catolicismo que construyeron el sistema educativo más notable de Estados Unidos. En San Diego, el obispo recientemente impidió que los grupos católicos de educación en el hogar usaran las instalaciones de la diócesis con la teoría de que “dicho uso podría dañar la estabilidad de las escuelas católicas cercanas”. No importó el hecho de que grupos no católicos sí tuvieran acceso.
“Muchos líderes y educadores de la Iglesia también son víctimas de la falacia del costo irrecuperable, redoblando su apuesta por instituciones fallidas en lugar de considerar alternativas exitosas. Se aferran a inversiones a largo plazo en instituciones en lugar de centrarse en formar almas.
“La transformación del Sagrado Corazón fue una labor de amor. Requirió el talento, el compromiso y los sacrificios de muchas personas, que trabajaron bajo estrictas limitaciones financieras. No sólo salvamos una escuela, sino que revitalizamos una parroquia, un vecindario y mi propio sacerdocio.
“El objetivo final de la educación católica no es preservar las instituciones, sino salvar almas. Cuando prioricemos la fe y la formación integral de la persona, nuestras instituciones nos seguirán. El renacimiento del Sagrado Corazón es una prueba de que cuando escuchamos a las familias y les ofrecemos lo que el mundo no puede ofrecer –una educación verdaderamente católica– no sólo preservamos nuestras escuelas: los transformamos en faros de fe para las generaciones futuras”.
(Artículo publicado en The Wall Street Journal, el 10 de enero de 2025, por el Padre Robert Sirico).
Deje su Comentario