El matrimonio de la Virgen con el Patriarca es modelo para los matrimonios, pero también de fecundidad para la vida consagrada, expone una reputada autora.
Redacción (23/01/2024, Gaudium Press) Diversas voces se están haciendo escuchar para volver a instaurar en el calendario litúrgico la fiesta del esponsalicio de la Virgen Santísima con el Patriarca San José, que hasta 1961 se celebraba hoy 23 de enero.
Una de esas voces, no de poca importancia, es la de Luisella Scrosati, quien en La Nuova Bussola Quotidiana ha escrito con este fin la nota titulada Lo Sposalizio di Maria e Giuseppe, una festa da reintrodurre (Los esponsales de María y José, una fiesta a reintroducir). Entre otras razones para esta proposición, plantea que enviaría “un mensaje de extrema actualidad en tiempos de crisis del matrimonio”, pero también “de la vida consagrada”.
Retoma la filósofa italiana la argumentación expuesta en su momento por el otrora canciller de la Universidad de París, Jean Charlier de Gerson (1369-1420), a quien se le llamó Doctor Christianissimus, teólogo apasionado por la figura de San José, y quien “empleó numerosas energías para profundizar teológicamente la figura del padre putativo de Jesús y difundir su devoción. Él sostiene, por ejemplo, la santificación [de San José] en el vientre materno, de alguna manera análoga a aquella del Bautista”.
Pero su gran sueño era que “fuese reconocida y celebrada una fiesta litúrgica en honor de los esponsales del castísimo esposo con la Santísima Virgen”, y en este sentido escribió una epístola dirigida a todas las iglesias, una exhortación pública, un estudio titulado “Consideraciones sobre San José”, y hasta un poema de alrededor de 3.000 hexámetros latinos “y más de trescientas notas en dos volúmenes, que repasan los misterios de la vida de Cristo en relación con San José e introducen en la devoción católica la idea de una ‘trinidad’ terrenal, la de la Sagrada Familia”.
Es claro que Gerson recoge la doctrina Paulina (Ef 5, 25-32) sobre el matrimonio como signo del matrimonio místico de Cristo con su Iglesia: “Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella”, dice el Apóstol. “Pero es de particular relevancia que la expresión del Apóstol, [Gerson] se atribuya al matrimonio de María y José, casi como para resaltar en este último una ejemplaridad arquetípica de todo matrimonio”, comenta Luisella Scrosati.
En las consideraciones del antiguo Canciller de la Universidad de París, el matrimonio de María y José “se eleva sobre todos los demás en cuanto a su capacidad de significar la unión entre Dios y la Iglesia, no sólo por la santidad moral de sus miembros, sino también por su característica de matrimonio contraído entre un hombre y una mujer a quien Gerson afirmaba que se le había concedido el privilegio singular de la santificación en el seno materno, es decir, de nacer sin pecado original”. Recordemos que aún no se había definido el dogma de la Inmaculada Concepción, pero ya Gerson sostiene la altísima conveniencia de que San José haya nacido sin pecado original, pues él fue “predestinado a ser no solo el Precursor del Hijo de Dios, como San Juan Bautista, del cual conocemos con certeza su santificación en el seno materno, pero también el Padre Putativo, por ser esposo castísimo de la siempre Virgen María”, expresa Scrosati.
Un paso más allá
Entretanto, la filósofa italiana quiere ir “un paso más adelante” que el propio Gerson, y recuerda que Juan Pablo II en Redemptoris Custos (n. 7) dice que “he aquí que en el umbral del Nuevo Testamento, como ya al comienzo del Antiguo, hay una pareja. Pero, mientras la de Adán y Eva había sido fuente del mal que ha inundado al mundo, la de José y María constituye el vértice, por medio del cual la santidad se esparce por toda la tierra. El Salvador ha iniciado la obra de la salvación con esta unión virginal y santa, en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar y santificar la familia, santuario de amor y cuna de la vida”. Es decir, si Cristo era el nuevo Adán, y la Virgen la nueva Eva, también al inicio del Nuevo Testamento hubo una nueva pareja, con carácter típicamente esponsal, la de María y José. Luisella Scrosati, desarrollará estas ideas:
Una renovación, también en una pareja de relación esponsal
“El texto es notable, dice la filósofa italiana, porque retoma la gran idea teológica de la ‘recapitulación’ de san Ireneo de Lyon, pero esta vez intercalando el matrimonio de María y José. Recordemos que la recapitulación considera la redención de los hombres como una renovación del orden antiguo, desfigurado por el pecado. Y por tanto el primer Adán es recapitulado/renovado en el nuevo, Jesucristo, como la primera Eva lo es en la segunda, María Santísima, constituyendo así una nueva pareja (Jesús-María) que renueva y reemplaza a la antigua (Adán-Eva). La inclusión del matrimonio esponsal María-José llena, podríamos decir, un vacío en el paralelo [ndr. el paralelo de la recapitulación], porque la relación entre Jesús y María fue místicamente esponsal, pero en sus relaciones humanas fue la de madre e hijo. Era, pues, oportuno que una pareja verdaderamente nupcial a nivel humano inaugurara los nuevos tiempos, recapitulando y superando a la pareja antigua, que marcó el comienzo de los tiempos antiguos. El matrimonio de María y José inaugura una ‘nueva creación’: Dios conduce una vez más al hombre la nueva Eva (cf. Gn 2, 22), pero esta vez en una relación no sólo libre de toda concupiscencia, sino elevada a la virginidad perpetua que sella y garantiza la intervención directa de Dios tanto en la concepción como en la persona que nacerá”.
Arquetipo del celibato consagrado
Es claro que “el matrimonio de María y José significa así la unión de Cristo y la Iglesia más que cualquier otro matrimonio de la Nueva Alianza”, pero no solo “se convierte en el arquetipo tanto del matrimonio cuanto de la virginidad y el celibato consagrados. La falta de consumación no quita en absoluto la completa donación mutua de los esposos, que llegan a ser verdaderamente dueños del cuerpo del cónyuge, sino la salvaguarda de su integridad en el servicio de Dios; su unión mantiene así la nota de la custodia de la virginidad, característica de la relación entre Cristo y la Iglesia, sin sacrificar la verdadera fecundidad, que Dios concede de manera misteriosa, superior a la concebida en la creación. Por tanto, es en este matrimonio donde Dios puso los orígenes de la vida cristiana, expresada tanto en la forma de vida matrimonial como en la de virginidad para el Reino de los Cielos. En verdad, ‘¡grande es este misterio!’”. Por tanto, la relación de María y José, al mismo tiempo que casta, es fecunda, como debe ser la del célibe consagrado con la comunidad a la que sirve.
En estos tiempos, de “crisis radical tanto del matrimonio como de la vida consagrada, podría ser una gran gracia reintroducir esta fiesta en el calendario litúrgico”, gracia para la Iglesia Universal, concluye Scrosati.
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