No es todos los días que una religiosa cumple 100 años. Menos cuando esta religiosa es una española misionera en África.
Foto: Archidiócesis Valladolid
Redacción (06/02/2025 08:52, Gaudium Press) Un pequeño pueblo en Castilla la vio nacer
María Purificación Lorenzo García, nació en un pequeño pueblo de Castilla y León, Olmedo, en España.
Desde joven, María sintió en su corazón el llamado a algo más grande de lo normal. En los grupos de enseñanza de la Acción Católica de su comunidad, fue guiada por la figura de Sor María Teresa Ortega, mujer intrépida, valiente y dedicada a Cristo. “Me fascinaba su modo de descubrir el Evangelio”, recuerda. “Y descubriéndolo y viviéndolo con ella”, confirmó también que su fe la llevaría “más lejos”. A su lado, entendió que esta fe no era solo un refugio, sino una fuerza que la empujaría a darlo todo, también en los momentos difíciles.
Terminó uniéndose a las monjas dominicas, y tomó el nombre de Sor Belén, comprometiéndose a servir en una misión que nunca había imaginado.
Su primer destino fue Puerto Rico, donde en 1964 fundó un monasterio. Pero aquella primera misión duró poco tiempo por motivos de salud, lamenta sor María Belén, quien volvería a ser “llamada por la gracia de Dios” a un nuevo emprendimiento, pero en otra parte, lejana. El nuevo reto la esperaba, en 1972, en la ciudad angoleña de Benguela. Su particular “obra de arte”, reconoce orgullosa medio siglo después.
Misión en medio de la guerra
A su llegada a Angola, se encontró con un lugar afectado por la pobreza, pero algo dentro de ella la nutría de esperanza. Este destino le tenía preparados más desafíos. Apenas tres años después de su llegada, estalla una guerra civil devastadora, conflicto que se prolongaría durante más de 25 años. Pero eso impidió que Sor Belén y sus hermanas decidieran quedarse, comprometidas a vivir su vocación en medio del caos y la violencia.
Cada amanecer traía consigo un acto de valentía. Las bombas y los ruidos de los combates eran una realidad concreta y cotidiana, pero ellas nunca se rendían. Sor Belén se aferraba cada vez más a la fe.
En su monasterio en Benguela creó una comunidad de oración, que fue refugio de paz en medio de la desesperación. Los años pasaron, la guerra parecía no tener fin, pero la presencia de las dominicas en Angola germinó en obras y comenzaron a verse los frutos. Surgieron y se formaron nuevas vocaciones; el monasterio se extendió a otros lugares, como Cuito Bie, también en Angola y Lamego en Portugal.
Foto El Español
El amor que vive en su corazón, Olmedo
Hoy, a sus 100 años de edad, Sor Belén continua en Angola, y asegura sentirse ya “una africana” con el deber de hacer, a través de su testimonio vital, “misión en Castilla, en el Olmedo de mi alma”. Ha vivido más de media vida en tierras lejanas, pero su corazón nunca ha dejado de latir por su tierra natal.
Con un siglo de vida Sor Belén sorprende; su voz clara y vital viaja hasta su pueblo de origen, agradeciendo y recordando a todos sus paisanos, a quien con su fe y oraciones nunca ha dejado de acompañarlos. A sus coterráneos suplica también “que oréis por mí, como yo lo estoy haciendo por vosotros con muchísimo gusto”. Y, como si de un deseo al soplar las velas sobre la tarta se tratara, pide una única cosa: “Me gustaría que sepamos descubrir la Fe que recibimos en el Bautismo”. Porque “si la despertamos poco a poco”, advierte, “nos va iluminando”. “La Fe, concluye, nos va descubriendo la realidad”.
Un Centenario de Fe y Amor que Trasciende Fronteras
Sor Belén pide a la Virgen de la Soterraña que todos los olmedanos conozcan más a Jesús y que celebren su vida con la misma alegría que ella siente por ellos, a pesar de la distancia.
La religiosa vive cada día como un regalo, un don, una gracia infinita. Con estas palabras, reflexiona sobre su vida, bromeando: “No sé cuántas gracias llevo encima, ni cómo puedo seguir caminando”. El pasado 3 de febrero, esta religiosa celebró su centenario, justo un día después de que la Iglesia Católica conmemorara la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
El 3 de febrero, Olmedo celebró también su vida, pero lo hizo con la certeza de que la fe de Sor Belén no conoce fronteras, y que, aunque ella esté lejos, su amor por el Evangelio y por la gente de su pueblo sigue vivo en cada uno de los corazones que tocó.
Con información de El Español y Archidiócesis de Valladolid
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