Un día, poco antes de morir, el prof. Plinio Corrêa de Oliveira habló de ciertas cualidades del Brasil, y también de sus defectos…
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Redacción (09/02/2025, Gaudium Press) No es fácil que por ejemplo un europeo, entienda el encanto de América Latina. Sin embargo, son cada vez más los subyugados por él.
Un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira, poco antes de su fallecimiento, (1) habló de ciertas características del Brasil y también de los defectos del Brasil, que de algún modo son extrapolables a todo el conjunto de naciones americanas nacidas de España y Portugal.
“Fuimos dotados de una inteligencia más rápida e intuitiva [que los europeos] —decía el Dr. Plinio, un jeitinho para pensar (forma de solucionar un problema de manera no convencional, utilizando una creatividad no necesariamente aliada al esfuerzo, donde se alcanza el fin querido) mediante el cual, antes de llegar al raciocinio y a la demostración, vamos en seguida al fin”.
En esa misma reunión él daba un ejemplo de jeitinho, que podría ser dramatizado más o menos así:
Un día de mañana Ricardo, jefe de hogar, 45 años, se alista para ir a su trabajo, sube a su auto, pero este no enciende. Intenta varias veces, sin éxito, por lo que no insiste para no agotar la batería.
Alguno en esta situación ya estaría pensando en mecánico. Pero, no, Ricardo le suelta a su mujer, quien ya se había acercado a ver que ocurría:
—Mire yo creo que se rompió tal pieza, que ajusta tal otra. Vamos a mirar. Abre la capota, se mete por un lado, por otro, y efectivamente, comprueba que la pieza está quebrada. Pues bien, habrá que comprar el repuesto, dirá alguien. Pero esto implica no solo el repuesto, sino el dinero del mecánico, no hay tiempo, no hay tanto dinero, medita Ricardo.
—Ya sé. Tengo por ahí un alambre, que si retorcemos así, y asá, puede cumplir más o menos esa función…
—Sí, eso dice siempre, ya apareció el ingeniero Ricardo, susurra escéptica la mujer.
Pero él no se intimida con su incredulidad burlona, toma el alambre, lo retuerce, le da cierta forma, prueba, ve que le faltan ‘unos toques’, le agrega otro alambre más delgado, nuevos retorcijos, al final coloca todo el armazón en el lugar de la pieza dañada y, zas, encaja, la otra queda firme, y el carro enciende…
—¿Que no podía qué…?, grita exultante el neo-ingeniero de diseño, quien por allá en el fondo no deja de albergar el temor de que en cualquier recodo del camino todo se podría desajustar, con un daño aún peor.
—¡Quedó mejor que el original!, exclama insistente el hombre, contento no tanto porque el auto haya encendido, cuanto por el jeitinho que dio cierto.
Pero de hecho la mujer no debería criticarlo, pues ella también vive haciendo jeitinhos…
—Martina, le dice ella a la empleada doméstica, revíseme ahí en el Youtube, la receta para la paella negra…
—Pero señora Rosa, la paella negra es justamente eso, negra, porque se le pone tinta de calamar, y es lo que no tenemos…
—Mire mijita no se enrede hágame el favor, que le ponemos salsa de soya, algo de colores y listo, que si no nos sale negra nos sale marrón y punto.
A la hora del almuerzo, el marido aprovecha para sacarse la espinita de la burla escéptica por lo del carro: —¿Pero no que era paella negra? Esta es paella café con leche.
—¿Le gustó o no? Tranquilo, si no la quiere se la pasamos al portero y le preparamos salchichas… Él no responde, solo sonríe, pues la paella quedó deliciosa. Al final, todos comieron paella, y el carro permaneció con el alambrito por más de un mes, ya Ricardo lo había olvidado, hasta que un fatídico día yendo al trabajo cogió un hueco profundo, todo se desajustó, y tuvieron que llamar a la grúa…
Justo por esos días estaba de visita en la casa Frank, el joven médico alemán casado con la niña mayor de la casa. Frank había conocido a Claudia cuando hacían último año de medicina en la Universidad de Hamburgo (ella estaba de intercambio), y poco después de graduarse, ya estaba conociendo a sus suegros latinos. La verdad es que cualquier excusa le era buena para pasar unos días en su tierra adoptiva, y un congreso de pediatras había sido esta vez el motivo.
—Tú que dices, Frank, ¿estaba rica la paella o no?, pregunta su suegra Rosa, con las cartas marcadas porque en el plato del alemán no había quedado ni un grano de arroz.
—De rrrechupete, de rrrechupete, contesta, al tiempo que no deja de execrar, mentalmente, el ‘super-arreglo’ del carro que había hecho Ricardo esa mañana. —Yo en ese carro no me monto, ni loco, pensaba. Eso es de aborígenes.
Sin embargo, Frank, que había pronosticado que el ‘arreglo’ de Ricardo estaba destinado al fracaso, no dejó de sorprenderse cuando el carro encendió. Se consiguió el fin, de manera fácil y sorpresiva, eso lo tenía que admitir, y en el fondo admiraba.
Es claro que ese jeitinho latino, que en la cita de arriba el Dr. Plinio asocia a un tipo de intuición que llega rápido al fin, no es solo para ciertas escenas domésticas, sino para comprensión de realidades más amplias, como por ejemplo, percibir deseos o pensamientos internos de otras personas.
Se acerca Mariana, la otra hija de Ricardo, con un cierto desvío de ojos, y un toque en el caminar, que le hace decir al papá:
—Mariana me va a pedir dinero, pero no es para lo que va a decir, sino que va a otro sitio, le sopla Ricardo a su yerno alemán.
—¿Pero usted cómo sabe?, pregunta Frank, medio aturdido.
(“Cuando nos dicen: ‘¡Demuestre!’ ‘No sé demostrarlo, ni siquiera tengo ganas de hacerlo’, respondemos; es que los otros brasileños también ya vieron cómo es la cosa y no necesitan de demostración…”, explicaba en su reunión el Dr. Plinio).
Efectivamente, Mariana pide dinero a su padre, y cuando este la confronta, era para algo diferente a lo que había dicho al inicio, no se iban a estudiar, sino al cine con sus amigas. Es la intuición latina, que Frank había comprobado como certera una y mil veces, a veces equivocada, pero que no dejaba de sorprenderlo. Es más, Frank ya estaba cogiendo algo de esa habilidad…
Decía el Dr. Plinio que la comunicación latina es mucho más por captación de ‘efluvios’ de ‘estados temperamentales’, que por el intercambio de conceptos. Algo así como una percepción de las emociones del otro, y un intercambio de emociones. “Salvajismo, diría el alemán Frank, como los animales”. Pero no, vamos más lento en la crítica, diríamos nosotros.
Porque en el latino, más que en otros pueblos, las ideas y los deseos rápidamente generan emociones y se conectan con emociones, por lo que la percepción de emociones termina siendo un puente ágil para la percepción de ideas y deseos del otro, incluso aunque no estén tan manifiestos. De ahí derivamos otra conclusión, que va conformando la idea del encanto latino: la convivencia de los latinos, aunque privilegia lo emocional, termina siendo una convivencia con todo el ser del otro. La convivencia entre latinos es muy personal, por la facilidad del latino de alcanzar las minucias del ser del otro.
Sí, es como si fuera algo a la manera de un tipo de comunicación angélica…
Es claro, los problemas también existen.
Tal vez justamente por estas capacidades intuitivas de llegar al fin rápidamente, de alcanzar fines, el Dr. Plinio decía que el brasileño era perezoso. Perezoso en el pensar, y perezoso en la virtud.
La pereza de pensar “nos lleva a no dedicarnos al estudio profundo, a la lectura de muchos y buenos libros, a la formación de una escuela de pensamiento metódico”, afirmaba el Dr. Plinio.
Como no hay pensamiento metódico, el ‘edificio latino’ adolece con frecuencia de la debilidad e inseguridad de lo que no se ha construido con solidez. Además las grandes empresas normalmente son el resultado de una sesuda planeación. Pero para bien planear hay que estudiar, reflexionar, pensar. Pero esto al latino le da pereza.
Además, un cierto desprecio latino por el concepto, por ejemplo por la adquisición de riqueza de vocabulario, hace que su proceso cognoscitivo como que no se complete, no florezca, porque cuando uno es capaz de expresar una realidad en términos, vive mejor esa realidad, y es más humano, más racional. Pero ya se ve, que hay que adquirir una cosa, sin perder la otra.
Muchas cosas quedan en el tintero sobre la materia, algunas de las cuales trataremos en próxima ocasión con el favor de Dios.
Por Saúl Castiblanco
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1) Destinado a ser un grandísimo pueblo. Rev. Dr. Plinio. Editorial. Febrero 2025.
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