La Iglesia en España celebró el Congreso de Vocaciones “¿Para quién soy?”, un encuentro de reflexión sobre el llamado divino y el servicio al prójimo, destacando la urgencia de vivir la vocación con alegría y generosidad.
Foto: Diócesis de Palencia
Redacción (11/02/2025, Gaudium Press) Entre el 7 y el 9 de febrero pasados se realizó el prestigioso Congreso de Vocaciones de España, el cual tuvo como lema “¿Para quién soy?”. El evento, al que asistieron más de 3.000 personas, ocurrió en el Pabellón Madrid-Arena; allí se congregaron laicos, sacerdotes, consagrados y obispos que vivieron en esos días “una fiesta del Espíritu porque hemos experimentado que toda vocación cristiana, asumida y entregada, es un mensaje de alegría para la Iglesia y para el mundo que en ocasiones muestra un rostro a-vocacional o incluso anti-vocacional”.
Testimonios
Algunos ilustres participantes del congreso vocacional compartieron sus impresiones y reflexiones sobre el mismo, y la importancia de la vocación en la vida cristiana y en la Iglesia. Los testimonios brindan una perspectiva de cómo cada vocación en sus distintas formas, es un llamado a la santidad y a la generosidad, reflejando el impulso de seguir a Cristo y responder con amor y compromiso a su llamado.
Mons. Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo: “Estamos aquí en el Congreso Vocacional organizado desde la Conferencia Episcopal Española en Madrid. Es un congreso magnífico de participación, una gracia para toda la Iglesia española, que como se ha dicho, está en fiesta. La pregunta esencial es ¿para quién soy? Y estamos descubriendo esa llamada profunda a seguir a Cristo, ya sea desde la vocación sacerdotal, consagrada o matrimonial, una vocación a la santidad”.
Mons. Carlos Manuel Escribano Subías, Arzobispo de Zaragoza: “Este Congreso está siendo un gran acontecimiento eclesial de comunión entre diócesis, congregaciones, movimientos y asociaciones laicales. Nos está ayudando a recordar que somos un pueblo convocado para ser enviados a anunciar el Evangelio”.
Madre Cristina, de la Diócesis de Leiría: “Han habido tres cosas que me han gustado mucho. La primera, que Dios estaba en el centro. Era muy bonito ver los momentos de celebración y oración juntos. La segunda, cómo ha sido una experiencia de Iglesia y comunión, que nos ha enriquecido a todos. Y la tercera, una reflexión de Consuelo Isaac, de las Cruzadas de Santa María, que nos invitó a no tener miedo a presentar con radicalidad la persona de Cristo, que siempre es apasionante, y la radicalidad del Evangelio”.
Ponencia final
Durante el encuentro se destacó que la vocación no es una elección personal basada en intereses propios, sino un don gratuito que se recibe con humildad, como María al aceptar la voluntad de Dios. La vocación, además, debe vivirse con los mismos sentimentos del corazón de Cristo, y asimismo compartirse generosamente con los demás.
La pregunta esencial del Congreso fue: “¿Para quién soy?”, de la cual emerge la respuesta: “tu vida para los demás”.
La vocación: un don que se recibe y se entrega
“Dios llama por amor y su llamada envía a extender el amor. En esencia la misión no es otra cosa que inundar el mundo de fe, amor y esperanza”, manifiesta la ponencia final del Congreso.
Conociendo a Jesús, descubriendo nuestra vocación
La relación con Cristo es el fundamento de toda vocación cristiana, transformando nuestra vida y ayudándonos a vivir en comunión con los demás. En el texto final, estas palabras de Jesús, del Evangelio de San Juan: “Ya no os llamo siervos, sino amigos” (Jn 15,15). Esta amistad se vive especialmente en la oración, descrita por Santa Teresa de Ávila como un “tratar de amistad con quien sabemos que nos ama”.
La vocación en el seno de la iglesia
La Iglesia es una gran familia vocacional, en la que coexisten diversos llamados: laical, sacerdotal y consagrados, cada uno con su riqueza y determinación, pero todos unidos por el mismo Espíritu. Cada vocación tiene su riqueza y contribuye a la misión común de anunciar el Reino de Dios.
La relación con Cristo es el fundamento de toda vocación cristiana, transformando nuestra vida y ayudándonos a vivir en comunión con los demás. Todos, cada uno según su propia vocación, hemos sido llamados por el Espíritu a la plenitud de la vida cristiana: la santidad.
De los sueños a los retos
El Congreso dio a conocer la importancia de pasar de los sueños a los retos concretos en la pastoral vocacional para promover una cultura vocacional y dar un nuevo impulso a la pastoral vocacional, de cómo pedir a Dios nuevas vocaciones y reavivar la conciencia misionera en la Iglesia, promoviendo una pastoral integrada que refleje la vocación en todas las áreas de la vida.
Entre los principales retos identificados están:
-Pedir al dueño de la mies que suscite nuevas vocaciones.
-Reavivar la conciencia vocacional y misionera en la Iglesia.
-Vivir gozosamente la propia vocación, agradeciendo y celebrando la diversidad vocacional.
-Fomentar una pastoral integrada que tenga un «alma vocacional» en todas sus dimensiones: familiar, juvenil, educativa y cultural.
La urgencia vocacional y misionera
El Congreso evidenció la urgencia de promover las vocaciones en un contexto de crisis vocacional. El llamado es a vivir la vocación con alegría y generosidad, dando el testimonio del amor de Dios y llevando este compromiso a nuestras familias, parroquias y comunidades. El Papa Francisco invita a no rendirse ni refugiarse en el pasado, sino a lanzarse con valentía al mar de la evangelización y la misión.
Foto: Diócesis de Palencia
Finalmente, el Congreso de Vocaciones «¿Para quién soy?» invitó a vivir la vocación cristiana como un fuego que tiene el poder de transformar el mundo. Jesús, al bautizar en el Espíritu Santo y en el fuego, envía a ser portadores de su luz.
Eucaristía de clausura presidida por Mons. Argüello y envío al Pueblo de Dios
“Acordémonos de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde somos convocados”: Con esta frase Mons. Luis Argüello, presidente del episcopado español, marcó su intervención. En su homilía, invitó a los presentes a vivir una alabanza que permita “levantar las manos, estrecharlas y ofrecerlas”. Recordó el sacrificio y resurrección de Jesucristo, subrayando que “Jesucristo ha muerto por nosotros, según las Escrituras”.
Mons. Argüello, dirigiendose a la comunidade asistente destacó la unidad del pueblo de Dios y la importancia de cada vocación: “Este pueblo tiene la forma de un cuerpo, el cuerpo de Cristo”, dijo a los laicos; a la vida consagrada, señaló que ofrecen “ensayos de alabanza, fraternidad y acogida”. A los matrimonios, recordó su papel en mostrar el amor de Cristo por la Iglesia.
El arzobispo convocó a acoger la invitación del Señor que dice, “Duc in altum”, “rema mar adentro” para hacer su voluntad. Con tres referencias concretas:
La primer referencia fue, rema mar adentro para configurarte cada día más y mejor con Jesucristo, cuerpo entregado y sangre derramada.
La segunda “Duc in altum”, entra en lo profundo de este misterio de comunión que es la Iglesia. Navega en tu lugar concreto, en tu parroquia concreta, en tu comunidad, en tu asociación, en tu diócesis. Navega la comunión. Vete mar adentro en la hondura de la comunión, de este misterio de belleza, de comunión que es la Iglesia y rema adentro.
Y por último vete a la espesura de la historia, atraviesa las dificultades, anuncia el reino de Dios en tu ambiente, en tu trabajo, que las diversas redes que cada uno de nosotros tenemos, según la vocación en la que hemos sido llamados, nos permita navegar más adentro en la espesura de la historia.
El presidente del episcopado finalizó con una reflexión: “Viviremos una presencia en la que la comunión y el encuentro superará las polarizaciones. Viviremos una presencia en el que el curar las llagas de los pobres nos curará nuestras propias heridas como Iglesia, nuestros propios pecados de los que hemos de pedir perdón”. Y concluyó diciendo: “Acordémonos de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde somos convocados”.
Con información de InfoCatólica
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