Rafael Sánchez Saus, catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Cádiz, director de la Cátedra Alfonso X el Sabio y de la Fundación Cultural Herrera Oria.
Redacción (25/03/2025, Gaudium Press) Javier Navascués entrevistó para Infocatólica a Rafael Sánchez Saus, catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Cádiz, director de la Cátedra Alfonso X el Sabio y de la Fundación Cultural Herrera Oria. Sánchez Saus ha sido rector de la Universidad CEU-San Pablo, de la que actualmente es rector honorario. Autor de una larga sucesión de títulos, acaba de publicar “Historia de la nación española. Una huella milenaria”.
¿Por qué decidió escribir un libro sobre la nación española?
El sentimiento nacional es uno de los más potentes que existen. Sin embargo, pese a su fuerza histórica, el concepto de nación es más bien endeble y relativo. El caso de España no es una excepción y la nación se encuentra bajo una crisis que lleva a muchos a cuestionar su existencia en la historia. Este libro trata de mostrar el largo camino en la configuración de la nación. Si termina en la Constitución de 1812 es porque hay práctica unanimidad en que para entonces la nación española es un hecho histórico, cultural y político incontrovertible. Pero la Constitución fue posible porque la nación ya era una realidad previa completamente formada.
¿Cual fue la huella de Roma en la formación de España?
Una huella totalmente decisiva. Roma dio unidad a Hispania, le reconoció una personalidad administrativa, le dio cuatrocientos años de paz, le dejó la lengua y el derecho, y además en su tiempo se produjo la evangelización. No afirmamos la existencia de una nación española desde tiempos tan remotos, pero desde entonces Hispania (España) ha poseído una identidad que los tiempos posteriores fueron confirmando a pesar de tantas tribulaciones históricas.
¿Cual fue el papel del reino visigodo en la génesis de España como patria y nación?
Aunque el recuerdo de Roma y del Imperio fuera muy potente, los hispanos de aquellos siglos sienten ya a Hispania (Spania, como también se escribía) como su patria. El bellísimo elogio de España que hace san Isidoro (“Laus Hispaniae”) no deja lugar a dudas. Todavía, evidentemente, no existe una nación, que es un fenómeno históricamente muy posterior en toda Europa, pero los godos aportan tres elementos decisivos a la memoria que acabará dando paso al sentimiento nacional: por primera vez existió un Estado soberano, no dependiente de ninguna potencia exterior, que abarcó toda la vieja Hispania; ese Estado se organizó como una monarquía, que ha sido la expresión política natural de la nación española, y esa monarquía trabó una estrecha alianza con la Iglesia católica, algo que ha definido al Estado y a la nación hasta ayer mismo. Son elementos de enorme importancia ideológica que cimentarán la progresiva aparición de la nación como realidad cultural e histórica.
¿Cuándo empieza a ser reconocible la identidad española?
Es complicado decir desde cuando existe la nación española porque no hay acuerdo entre los estudiosos sobre qué es una nación. Pero se puede afirmar que, cualquiera que sea el rasgo que decidamos privilegiar para definir una nación, España lo posee, a menudo desde hace siglos. Es más, siempre ha estado entre las primeras en alumbrar y desarrollar dichos rasgos definitorios. Es sintomático que el gentilicio “español” aparezca ya en el siglo XII y fuera de España, en Francia. Es indudable, pues, que había ya una identidad común que era reconocida más allá de los Pirineos y que se extendía a todos los habitantes de los reinos cristianos de la Península.
¿Tiene España una esencia católica y europea, como defendieron grandes historiadores como el maestro D. Claudio Sánchez Albornoz o D. Ramón Menéndez Pidal?
Las naciones no poseen esencia, son productos de la historia, lo que no las rebaja en absoluto, más bien lo contrario. Históricamente España ha sido una nación cristiana inserta en la civilización europea, con rasgos e identidad propios como han tenido todas las demás naciones europeas. La existencia de esos rasgos e identidades propios es lo que justifica la compleja realidad nacional europea, tan poco reducible a proyectos de integración más allá de ciertos límites.
¿Cómo la reconquista sirvió para reforzar esta identidad?
El libro presta mucha atención a ese período porque aquí, como en toda Europa, es cuando se forjan las diferentes naciones europeas, aunque su proceso de maduración sea diferente en cada caso. La Reconquista, y el fenómeno paralelo de la repoblación, permitió crear las nuevas bases poblacionales, sociales y culturales de la nación española, que se irán desarrollando poco a poco. Y ello se hizo merced a la enorme influencia de una ideología muy potente que reivindicaba para los reyes cristianos, especialmente para los de León y Castilla, la herencia del reino godo, destruido por el Islam. Con sus altibajos, pues hubo momentos de mayor carga ideológica que otros, esas ideas restauradoras de una España ideal, cristiana, unida y soberana sobre toda la Península, me parece que fueron decisivas para hacer posible el enorme esfuerzo militar, político y social que significó la Reconquista.
¿Qué importancia tuvieron los Reyes Católicos y lo que se llama la Unión de Reinos?
Los Reyes Católicos coronan un largo proceso de búsqueda pacífica de la unidad dinástica (en 1137 la unión de Aragón y los condados catalanes; en 1230 la de Castilla y León), que no siempre salió bien (en 1385 se fracasó en el intento de unir Castilla y Portugal, seguramente porque se quiso realizar mediante las armas, al contrario que en los casos anteriores).
Esa búsqueda estaba motivada por intereses dinásticos concretos más que por un deseo abstracto de unidad de los reinos, pero es cierto que ese deseo se va imponiendo y en siglo XV hay una gran corriente intelectual que la reclama y la considera un gran bien para todos. Los Reyes Católicos están también convencidos de ello y su matrimonio y acción de gobierno colma esa aspiración de muchos.
La unión sería imperfecta desde los criterios modernos y actuales, pero no desde los de aquella época. Los reyes eran, en aquel tiempo, la expresión de la soberanía y los exponentes de un poder que se consideraba vicario del de Dios. Nada daba más unidad a los distintos territorios de un país que obedecer al mismo rey. Y a partir de ahí se activaron muy rápidamente otros componentes sociales, culturales e históricos que estaban presentes o en formación desde mucho antes. Sin unidad dinástica no habría habido unidad nacional, pero no bastaba con la unidad dinástica. Era necesario también el cemento previo.
¿Qué importancia tuvo el descubrimiento, la conquista y evangelización de América y la génesis de la Hispanidad?
Dada la complejidad de la historia española, es sorprendente la continuidad que se observa en los sentimientos de una patria común a lo largo de los siglos hasta dar lugar a una nación que, inmediatamente, protagonizó un fenómeno expansivo sin paralelo en la historia. Mi tesis es que lo que pasó en América fue el resultado inmediato, explosivo, de la aparición de la nación española en la historia ya de un modo patente. La Corona no fue la protagonista de las grandes exploraciones, conquistas y fundaciones, aunque las avaló y luego organizó su resultado.
Los españoles en América toman conciencia definitiva de lo que son al tener que enfrentarse a un mundo colosal lleno de gentes diferentes y casi siempre hostiles, dominarlo y organizarlo. Es una tarea casi inconcebible que solo los españoles podían hacer en aquel tiempo. Para ello echaron mano de su enorme acervo religioso, político y cultural, forjado en la Edad Media hispánica, y de su experiencia del “Otro”, del trato con los que no eran de la misma fe ni lengua ni costumbres. “Otro” al que se combate cuando es hostil, pero no se trata de exterminar sino de incorporar, aunque sea en situación inferior. Nadie ha actuado así en la historia. Eso es lo que permite la Hispanidad.
¿Cómo sale España airosa ante las acusaciones de la Leyenda Negra?
El conocimiento de la historia es lo que pone las cosas en su sitio. El problema es que, absurdamente, muchos españoles han asimilado los contenidos de la leyenda negra, operación de propaganda de guerra creada por los enemigos de España, cuando era una gran potencia, para debilitarla. No se puede reprochar a los enemigos, que eran inferiores militarmente, que trataran de debilitar a su rival. Lo asombroso es que los españoles, aun sabiendo que la leyenda negra es una gran patraña, la hayan asimilado y actúen con ese complejo característico.
Para terminar, ¿por qué es España hoy una nación cuestionada, amenazada en su unidad y en verdadera crisis?
El libro señala las circunstancias adversas para la formación de la nación española, que pudieron ser superadas pero han dejado una profunda huella condicionante hasta hoy. La grave desestructuración ocasionada en el siglo VIII (invasión árabe), permitió la aparición de identidades particulares, expresadas en los distintos reinos y principados cristianos, que, pese a la gran corriente de unidad detectable desde los siglos medievales, ha generado movimientos cíclicos contra la identidad común. El modelo de estado bajo el que fraguó esa unidad, la Monarquía hispánica, no se planteó la necesidad de una mayor integración en los siglos modernos. Por último, las graves dificultades del periodo 1790-1840 hicieron muy difícil la construcción de un Estado nacional sólido e irreversible. También en nuestra crisis nacional somos hijos y producto de los avatares históricos.
Por Javier Navascués
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