viernes, 18 de abril de 2025
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Revolución Tendencial soterrada (II) o cuando el rock desbocó los caballos del buen seminarista Juan

“Juan en la capilla, después de una oración interior inicial, en la que ha entregado a Jesús Sacramentado las labores del día, sus estudios y trabajos…”

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Foto: Mateus Campos / Unplash

Redacción (16/04/2025 15:34, Gaudium Press) En nota anterior, nos introdujimos en el importante terreno de la Revolución en las Tendencias, pensándolo como uno de los principales factores para que no cuajen las vocaciones religiosas. Sigamos profundizando en la materia, ilustrando el asunto con un ejemplo.

Leer también: Revolución Tendencial soterrada (I) y la religiosa que se quejaba de la falta de vocaciones

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Imaginémonos en la casa de formación de una comunidad religiosa, una que aún conserve el deseo de fidelidad al espíritu del fundador y notable lealtad a los excelentes doctores que a lo largo de su historia engendró.

Llega el novicio puntual a la media hora de adoración matutina comunitaria, y se sienta en el cuarto banco de la capilla, una reciente pero en estilo antiguo, delante de un Santísimo expuesto en bella y tradicional custodia. El novicio (pongámosle nombre) Juan, que desde chico se embebió de piedad cristiana en el hogar y abrevó la fe en la leche materna, fue monaguillo en su parroquia y ha tenido buenos profesores. Su doctrina para el sacerdocio se ha estado construyendo firme, como casa sobre la roca; ya tiene como uno de sus autores favoritos a ese gran dominico que fue Royo Marín.

Juan en la capilla, después de una oración interior inicial, en la que ha entregado a Jesús Sacramentado las labores del día, sus estudios y trabajos, pide perdón al Señor por las faltas cometidas e implora el vigor necesario. A medida que pasan los segundos, él siente de forma casi sensible la propia ‘fuerza’ que emana del Santísimo, una mezcla cuasi paradójica de fortaleza y sosiego de espíritu, que lo llena de ‘energía’ y al mismo tiempo le proporciona confianza.

Son los reflejos dorados de esa custodia semejante al sol y sus rayos, que parecerían proyectarse por todo el recinto; es el sagrario también dorado en forma de capillita que se encuentra abierto, y que Juan siente de forma viva como el ‘castillito de Jesús’, que lo invita a habitar ahí, junto a Él y su Madre.

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Santa Dorotea de Zurbarán – Foto: Wikipedia

O tal vez la sensación de suave éxtasis venga de la consideración de los óleos de las paredes laterales, copias de Zurbarán, como esa Santa Dorotea con rostro inocente, ojos negros y traje de seda roja enmarcado en fino manto verde, que parece llevar al Santísimo cual don para el desayuno los primeros frutos de una huerta que ella misma cosechó. O será la de esa obsequiosa Santa Lucía, coronada con diadema y recubierta en pudoroso manto de tono durazno, que pretende ofrecer apacible al Rey de Reyes sus mismos ojos codiciados, en ofrenda expiatoria por las vanidades y las concupiscencias de los hombres. Lo cierto es que esa media hora de Juan en la capilla le pareció el cielo, fue su cielo, y su humildad, pureza y deseo de servir a Dios se acrecentaron.

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Una de las Santa Lucía de Zurbarán – Foto: Wikipedia

Leer también: No hace la Contra-Revolución total quien no sabe de Contra-Revolución tendencial

En esos minutos ciertamente no solo actuó la gracia, la fuerza principal, sino que esta fue secundada por las fuerzas propias de un bello ambiente, en acción típica de Contra-Revolución tendencial, enemiga del orgullo y la concupiscencia, las dos tendencias más dinámicas hacia el mal.

Pero llega luego el desayuno, un desayuno en silencio donde se lee un texto formativo, después comienzan los trabajos, y Juan tiene que compartir sus labores de ordenador en la misma sala con otro novicio, mayor, que gusta colocar música ‘ambiental’ para todo el recinto. Solo que la banda sonora para los trabajos es rock, rock suave, claro, no exageremos, pero rock, supuestamente para animar el trabajo.

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Foto: Hugo Clément / Unplash

Es forzoso:

Juan, que traía una inercia medio monacal, contemplativa, con deseo de acción pero serena, con templanza, poco a poco va acompasando su espíritu al ritmo agitado del rock. Las vibraciones de su alma irán siendo fácilmente vibraciones-rock; los caballos del coche de su alma, que venían preparados para la carrera en un trote animado pero acompasado, empiezan a querer galopar, y en determinado momento a correr a velocidad tormenta, sin obedecer ya las indicaciones de la rienda del auriga. Ya se han despertado las serpientes de la cueva, el orgullo igualitario que odia toda superioridad, y la sensualidad animal que detesta las normas morales puestas por Dios para sus criaturas.

De forma típica, el ambiente ha ejercido una labor de Revolución Tendencial.

Pero, ¿por qué ocurre esto?

Explica el prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su ensayo Revolución y Contra Revolución, que como “Dios estableció misteriosas y admirables relaciones entre ciertas formas, colores, sonidos, perfumes, sabores, y ciertos estados de alma, es claro que por estos medios se puede influir a fondo en las mentalidades e inducir a personas, familias y pueblos a la formación de un estado de espíritu profundamente revolucionario. Basta recordar la analogía entre el espíritu de la Revolución Francesa y las modas que durante ella surgieron. O entre las efervescencias revolucionarias de hoy y las presentes extravagancias de las modas y de las escuelas artísticas llamadas avanzadas”.

“En cuanto a los ambientes, en la medida en que favorecen costumbres buenas o malas, pueden oponer a la Revolución las admirables barreras de reacción, o por lo menos de inercia, de todo cuanto es sanamente consuetudinario; o pueden comunicar a las almas las toxinas y las energías tremendas del espíritu revolucionario”.

Las horas de esfuerzo y dedicación de un juicioso maestro de novicios, pueden terminar en el tacho de la basura, por la acción eficaz de ambientes a lo ‘rock’, de ambientes Revolución Tendencial.

—Demasiada imaginación, dirá alguno, tras leer las anteriores líneas.

Profundizaremos en la materia, con la ayuda de Dios, más adelante.

Porque no es mentira… Porque también hay que cuidar la música en la sala, los muebles en la sala, el ambiente de la sala, los colores de la sala, los sonidos de la sala, los sabores de la sala. Porque no es lo mismo la música que calma, que la música que enerva. No es lo mismo lo blanco que lo negro.

Por Saúl Castiblanco

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