lunes, 21 de abril de 2025
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Se encontró un Rosario y su vida cambio: la conversión de Iman Hijaze

Iman Hijaze, criada como chií y atea convencida, encontró la fe cristiana tras tocar un rosario. Su vida cambió para siempre en medio del conflicto, los sueños místicos y la guerra.

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Foto: Alexey Gotovskiy/EWTN Oficina del Vaticano

Redacción (21/04/2025 11:18, Gaudium Press) Iman Hijaze, fue criada en una familia chií —seguidores del islam— del sur del Líbano, en un entorno profundamente religioso. Sin embargo, durante años se consideró una atea convencida, y hasta burlona frente a cualquier manifestación de fe. Su sorprendente conversión al cristianismo comenzó con lo que describe como una experiencia mística relacionada con un rosario. Ella vivió una transformación definida por el rechazo familiar, una intensa batalla espiritual y el estallido de la guerra en su país en 2024.

El despertar de una nueva fe

Su historia empieza en 2017, Hijaze trabajaba en la oficina del Programa Mundial de Alimentos, en el edificio Azarieh del centro de Beirut. Pero un día, se encontró un rosario tirado en el suelo, a lo que ella lo recogió. Era de su compañero Alex Imad, un exmusulmán chií convertido al cristianismo.

“Cuando lo toqué, sentí una descarga eléctrica en todo el cuerpo”, recuerda Hijaze. En lugar de devolvérselo, se lo guardó en el bolsillo.

Imad, al revisar las cámaras de seguridad, se dio cuenta de lo que había pasado. Lejos de reprenderla, el dueño de rosario la abrazó con delicadeza y trazó una cruz sobre su espalda. “Sentí otra descarga eléctrica. Fue la primera vez que experimenté algo religioso”, confesó Iman.

Aunque creció en una familia chií tradicional, Iman asegura que su postura era totalmente escéptica. “Me burlaba de los creyentes”, reconoció. Pero ese suceso cambió algo en su interior. Pronto pidió a Imad que la llevara a una iglesia. Quería ver cómo rezaban los cristianos. Al día siguiente, él le regaló tres libros: la Biblia, el Corán y un folleto sobre cómo rezar el rosario.

“No abrí el Corán —ya lo conocía—, pero el folleto del rosario me llevó a otro mundo. Supe que tenía que empezar a rezar”, explicó.

Su creciente interés por el cristianismo la llevó a compartir su inquietud con Ravid, un cristiano deboto que la conectó con el padre Francis, un sacerdote católico que se convirtió en su guía espiritual.

A medida que se adentraba en la fe, también comenzaron las dificultades. Durante sus visitas a santuarios cristianos, Hijaze comenzó a tener pesadillas. “Soñaba con monjes con caras de momias, con el demonio pegándome. Alex aparecía en los sueños intentando protegerme”.

La angustia fue tan intensa, que pensó en abandonar el camino espiritual. “No podía dormir. Le dije al padre Francis que ya no quería rezar ni bautizarme. Sentía que me estaba destruyendo la vida”. Pero el sacerdote persistió. Comenzó a recogerla cada día después del trabajo para rezar oraciones de exorcismo con ella. “Me dijo que estaba en una batalla espiritual y no debía rendirme nunca”.

A estas dificultades se sumó el rechazo de su propia familia. “Mi familia me vio con la Biblia y entendió que quería cambiar de religión. Fueron tres años muy duros”.

A comienzos de 2021 cuando pudo regresar al monasterio con la esperanza de ser finalmente bautizada. Tres días después, recibió el sacramento en el Santuario de Nuestra Señora del Líbano, en Harissa, adoptando el nombre cristiano de Rita, en honor a santa Rita de Casia.

“Después del bautismo, cesaron las pesadillas. Pero el diablo buscó otro camino, la agresividad de los que me rodeaban. Ya no podía llegar a mi mente, así que usaba a los no bautizados”. Su madre, Hadidza, fue la primera en enfrentarla. Al verla llegar a casa con imágenes de santos y regalos de bautismo, temió por su seguridad. Tanto así que una amiga le advirtió que no volviera a casa, pero Rita decidió hacerlo de todos modos.

Al principio, su madre no le dirigió la palabra. Pero esa misma noche tuvo un sueño impactante. “Vi a un hombre alto y apuesto, con una corona de oro. No habló, pero supe que era Isa al-Masih —¡la paz sea con Él!” Poco después, soñó con la Virgen María, como la estatua de Harissa, con el Niño Jesús en brazos.

“Lo besé en la frente. Entonces me dije: ‘Déjala vivir su religión en paz. No me voy a oponer más’”, relató Hadidza.

La guerra y la pérdida

En septiembre de 2024, estalló una nueva guerra en Líbano. Bombardeos israelíes alcanzaron Douris, la localidad natal de Iman. “Nos fuimos justo a tiempo. Diez días después, nuestra casa ya no existía”, relató. Antes del conflicto, había vendido su coche para construir un pequeño restaurante anexo a su vivienda. Todo quedó en escombros.

Hijaze y su madre buscaron refugio en escuelas y albergues improvisados. “Somos personas limpias. Dormir entre sesenta personas fue durísimo”, recordó. Gracias a la ayuda de su madrina, lograron salir del sótano donde estaban hacinadas y fueron acogidas en la Casa de San José, un antiguo monasterio junto al santuario mariano de Harissa.

Lugar que está siendo transformado en un centro de retiros por Doud y Kate Tayeh, un matrimonio libanés-estadounidense con seis hijos. Kate confesó sus temores al principio: “¿Y si traen a alguien de Hezbolá? ¿Y si somos objetivo? ¿Y si los vecinos nos odian por ver a mujeres con hiyab? Pero lo peor sería perder nuestra humanidad. No vamos a permitirlo”. Acordaron recibirlas con una única condición, que no se alojaran hombres. “Ellas estaban encantadas con eso”, dijo Kate.

Poco después, otra hermana de Hijaze también llegó a la Casa de San José con sus cuatro hijos, huyendo de otro ataque. Otra hermana permanece a salvo en Beirut.

“Cuando bombardean pueblos chiíes, muchas familias buscan refugio en iglesias de montaña. Creen que son lugares menos propensos a ser atacados”, explicó Kate.

Un rosario al cuello, símbolo de nueva vida

Al llegar al monasterio, Rita vio a Doud con un rosario en la mano y le pidió uno. Desde entonces, no se separa de él. Lo lleva colgado al cuello como un símbolo permanente de su nueva vida en la fe.

Hoy, Iman Hijaze —ahora Rita—, su madre y su hermana viven en Harissa, entre la incertidumbre del exilio y la esperanza de un nuevo comienzo. Pide oraciones por un futuro seguro y estable, ya sea en el Líbano o en otro lugar del mundo. Su historia es testimonio de transformación y fe en medio de escombros.

Con información de CNA

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