Pablo García Martel, 26 años, bautizado en la Vigilia Pascual en Getafe-España, tras años alejado de Dios. “Me arrodillé, recé… y ya no me sentí solo”.
Foto: COPE
Redacción (22/04/2025 11:03, Gaudium Press) El pasado Sábado Santo, durante la solemne Vigilia Pascual en Getafe, Pablo García Martel, estudiante universitario de 26 años, recibió el sacramento del bautismo tras un largo camino de conversión, de más o menos dos años.
Su testimonio —que está circulando bastante, tal vez por la lozanía de su juventud, y ser una historia que se está volviendo bastante común en Europa— fue compartido en La Linterna de la Iglesia, de Ecclesia COPE radio.
Hijo de padre agnóstico y de mamá atea, “durante mucho tiempo me consideré una especie de ‘mini-dios’, un ‘individualista exacerbado’ que vivía sujeto a los impulsos, sin una trascendencia”, confiesa. Ese —que hasta ayer se consideraba al nivel del Olimpo, algo no raro hoy, sobre todo en quienes creen que existen solo por sí— inclinó sumiso su cabeza para recibir las aguas regeneradoras del Bautismo, el pasado fin de semana.
Aunque fue una de las ovejas extraviadas del redil de Cristo durante 24 años, algo cambió en su vida cuando conoció a Andrés Díaz, un compañero de clase cuya manera de vivir despertó especialmente su interés.
La serenidad de Andrés, su capacidad de escucha y su fe discreta pero firme, despertaron en Pablo una inquietud que no lo abandonó. “Andrés vivía con una ‘absoluta paz’ y ‘tranquilidad’, alejado del ‘ruido’ que percibía en la sociedad”, recuerda Pablo. Era el individualismo atormentado de una vida sin Dios, que encontraba la paz del quien ya se había asegurado en la roca del Creador.
Otra puerta luminosa en su camino se abrió una noche, en la intimidad silenciosa de su habitación, cuando ya subidos algunos peldaños hacia la Iglesia de Cristo, Pablo dobla sus rodillas por primera vez para implorar al Creador: “Hágase tu voluntad”, le dice. “En ese momento, experimenté la sensación de no estar solo.” Fue entonces cuando comprendió que “había encontrado la fe”. El antiguo “mini-dios” rendía culto al Verdadero Dios.
Inspirado también por la figura del gran apóstol San Pablo —el surcador de los mares proclamando a Cristo y con quien comparte nombre y, de alguna forma, una historia de conversión—, este joven reconoce que antes vivía centrado en sí mismo, “donde yo era el principio y el límite de todo”.
Hoy, su bautismo es más que un nuevo comienzo. “No es el final de un proceso, sino el inicio de una ‘vida nueva entregada a Cristo’”, asegura. Pablo no tiene temor de compartir por los micrófonos este camino con otros jóvenes y adultos, aunque resalta que cada experiencia es única, con “diferentes acontecimientos que moldean su acercamiento al Señor”.
Como él, unos 30 adultos fueron bautizados este año en la diócesis de Getafe. Sus historias son testimonio vivo de que Dios sigue tocando corazones, incluso en medio de una sociedad que muchas veces camina sin rumbo ni fe.
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